Laura Arroyo, comunicadora política
No hay mejor forma de disfrazar o blanquear intenciones que utilizando las palabras precisas para ello. En un intento por disfrazar de «pluralidad» y «debate» la programación del Grupo El Comercio, una sección en el programa delperiodista Jaime Chincha ha sido bautizada como «Enfoques Cruzados». Sin embargo, cabe que nos preguntemos, ¿qué de «cruzados» tienen estos enfoques? O, incluso ¿realmente hablamos de «enfoques» en plural?
Con su habitual miopía centralista, pero también racista y clasista -algo que hemos comprobado en un análisis anterior posteado en este mismo y humilde muro- decidieron hablar del gran tema del momento: del racismo y el clasismo evidenciado en la triste y ya célebre frase de la presidenta del Congreso, Maricarmen Alva, donde hace alusión a un Congreso que debe trabajar para «blancos y indios» (sic).
He de reconocer que algo positivo tiene que desde el oligopolio mediático peruano se quiera tratar siquiera un tema que dejará mal parada a la enunciadora que es, desde siempre, mucho más aceptada que el presidente Pedro Castillo por este mismo grupo mediático. Ahora bien, la cuestión es cómo abordan el asunto.
Las palabras lo dicen todo, pero también las imágenes. Esta imagen del programa lo dice todo. Vale más que mil palabras y que cualquier disfraz discursivo por vender un interés de debatir o siquiera entender un problema estructural tan profundo como es el racismo y como es también el clasismo. Claro, para ello además de la intención debería existir una autocrítica, un reconocimiento del lugar de enunciación, una mirada sobre los privilegios de cada quien en esa misma casa periodística y un mea culpa sobre la acción desempeñada no solo desde la campaña, sino desde mucho antes. No solo no ha habido nada de eso, sino que se ha pretendido hacer un debate entre tres blancos. Nuevamente, los «indios», como diría Alva, fuera del debate. Nuevamente, los «otros» silenciados. Nuevamente, los «ellos» fuera del ojo público, de la agenda y del escenario político que les pertenece.
El racismo se expresa con discursos de odio, pero se perpetúa sobre todo por las incapacidades desde los poderes de entender las condiciones estructurales que lo sostienen y de asumir su responsabilidad en esta reproducción de un lastre. Asimismo, se reproduce en las acciones individuales y colectivas (que son políticas) de quienes desde un puesto de poder, un espacio de difusión o un lugar de exposición siguen dándose voz únicamente a sí mismos y nunca a un otro. Luego se golpean el pecho diciendo que son muy interculturales, pero lo cierto es que les gusta la interculturalidad cuando bautiza con un nombre quechua un restaurante al que ir el domingo, cuando aplauden un baile folclórico en algún viaje fuera del Perú o cuando pueden decir que se sienten orgullosos de sus paisajes de la Amazonía peruana, porque eso es lo cómodo. Cuando se trata de sujetos con voz y con derechos, la interculturalidad les incomoda. Cuando se trata de reconocer las demandas de quienes representan esa interculturalidad peruana en sus entrañas, se arrugan de rabia y les cierran las puertas, los sets de televisión y los micrófonos. La interculturalidad del marketing versus la real. Eso es lo que nos quieren vender.
¿Enfoques cruzados? O ¿enfoques iguales? Invito a Jaime Chincha y a todo su equipo periodístico a cambiar el nombre de su sección por «Enfoque de siempre». Así, por lo menos podríamos decir que son sinceros. Todo lo demás es maquillaje de pésimo gusto. Y luego se preguntan que por qué la ciudadanía ya no confía en su gran prensa. Será que la gran prensa no es la prensa de la ciudadanía, pues ha optado por ser grande solo para ese 1% que se siente protegido y partícipe de ella.