Escribe Alvaro Meneses / Fotos de Juan Zapata

 “ Ta bien que le hayamos sacado su mierda, por las huevas no hemos caminado dos horas”, le dijo un policía a otro, minutos después de reprimir a cientos de manifestantes del TPP. Otro policía, al preguntarle la razón del enfrentamiento que hubo en la Plaza San Martín, responde que un grupo del Movadef inició todo esto, que «deberían estar muertos, y que siempre hay infiltrados, revoltosos»

Doce de Octubre. Van a ser las seis de la tarde y más de trescientas personas, agrupadas en sus colectivos en las afueras del Campo de Marte, se muestran listos, dispuestos a caminar los varios kilómetros que los separan de la plaza San Martín como acto de protesta contra el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, también conocido como el TPP, para la mayoría de ellos, el tratado de la muerte.

A partir de una filtración de documentos en WikiLeaks, la sociedad civil conoció los perjuicios del tratado: medicinas genéricas caras, internet censurado y con riesgo a multas, un tribunal internacional donde las transnacionales podrán demandar al Estado en caso de que afecten sus intereses, semillas transgénicas y flexibilidad laboral a favor de la clase empresarial.

Tres días atrás en el Congreso, la comisión de Comercio Exterior rechazó la solicitud de revisar el proyecto de ley que aprueba el TPP, firmado en secreto el pasado 03 de febrero por la exministra de Comercio Exterior y Turismo, Magali Silva en la ciudad de Auckland, en Nueva Zelanda. Desde entonces vienen marchando.

Cientos de cabezas y decenas de banderolas del Colectivo Dignidad, Movimiento Eco-Ambientalista de Chincha, Alfa y Omega, y agrupaciones de izquierda como Sembrar, Patria Roja y Pueblo Unido, empiezan a amontonarse en dirección a la avenida Guzmán Blanco. Adelante, un auto plomo lleno de parches color barro intenta avanzar para encabezar la marcha. Con las rodillas frente a los faros delanteros, seis policías impiden que el carro inicie el recorrido; ‘¿por qué, por qué?’, pregunta gritando una de las cinco mujeres que van dentro del auto con un megáfono en la mano. Ningún policía responde.

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Foto: Juan Zapata

06:39 p.m.

Empezamos el recorrido entrando por Guzmán Blanco hasta Plaza Bolognesi. Más de 80 uniformados con cascos, escudos, varas y escopetas para perdigones bordean a los manifestantes durante el recorrido. Una muralla de 20 policías con 5 motorizados van adelante y pretenden guiar la marcha a su antojo. Toman la avenida Colón, pero la manifestación avanza hasta Alfonso Ugarte. Entonces los policías van hacia Alfonso Ugarte, siguiéndolos, con empujones y varazos que parecen casuales.

De Alfonso Ugarte a Quilca y de Quilca a Wilson. La marcha cubre más de 6 cuadras. Ya en la avenida Wilson, se oye la pequeña batucada que acompaña las banderolas del Frente Amplio. Atrás de ellos, los anarquistas vestidos de negro con el rostro cubierto, gritan: «¡El pueblo-unido-avanza sin partidos!». Más atrás, viene el movimiento LGBTIQ: “¡abajo el capital, arriba el sexo anal!”, arengan mientras hacen danzar su bandera de seis colores. Minutos después, se oyen las zampoñas y los bombos de los Sikuris y a una anciana en polleras y trenzas negras y gruesas, avanza bailando.

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Foto: Juan Zapata

En la avenida Wilson entramos a Grau y caminamos hacia Abancay donde, cuatro cuadras más adelante, nos espera una tanqueta con motorizados y decenas de policías más, bloqueando el paso a Abancay. Llegando a Nicolás de Piérola, continuamos para la izquierda hasta la Plaza San Martín. Ya en la plaza, no arengamos más de veinte minutos y ya las primeras lacrimógenas humeaban y los primeros perdigones sonaban.

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Foto: Juan Zapata

Hora cero

¡Pum! ¡pum! ¡pum! se oye a un lado de la plaza, en dirección al Jirón de la Unión. Son las ocho y cuarenta. Cientos de manifestantes se escurren entre las calles aledañas a la plaza. Un anarquista con la cara cubierta quita las piedras que separan el césped en cuadrados y lo parte en pedazos contra el piso. Todos recogen piedras, aparecen palos y, unos metros más atrás, tiran papeles en un espacio reducido del suelo. Las piedras y los palos caen como granizo sobre los uniformados. Tsss, suenan dos lacrimógenas que ruedan al ras del piso hacia nosotros. «¡Tápense! ¡vinagre! ¡párense, carajo! ¡no corran!», son los gritos que más se reconocen. «¡Policía conchatumare, no me vas a botar, no es tu plaza!» grita un tipo adelante con los brazos abiertos.

Los uniformados corren hacia nosotros con rifles en la mano y ¡pum!, uno de ellos dispara. «¡Mierda, mierda!», grita una mujer a dos metros, que se postra en cuatro, dejando al descubierto los cinco agujeros rojos que tenía en la nalga derecha. La sangre sale como cascada. Dos tipos la levantan de los brazos y la llevan hasta la entrada de Vichama, un bar ubicado en la calle Carabaya.

Otro anarquista vestido de negro prende fuego a los papeles que habían juntado minutos atrás en el suelo, impidiendo que la policía avance. Suenan cuatro perdigones más y una lacrimógena que alguien devolvió de una patada, como recio penal.

Al otro lado de la plaza, por el Pizza Hut de Carabaya con Nicolás de Piérola, 9 policías le llenan de palos el rostro a un hombre que gritaba por ayuda en posición fetal. Varazos en la cara, el parietal, la nuca, la espalda, de nuevo al parietal, una y otra vez, como piñata, aprovechando que no hay cámaras. Lo pisan como uva, como plástico. El fuego surge del suelo nuevamente detrás de los policías y se esparcen. El tipo, tambaleando de izquierda a derecha y viceversa, corre hasta desaparecer.

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Foto: Juan Zapata

Debate post-conflicto

Frente al hotel Bolívar, cerca de 15 personas se amontonan para testiguar un debate entre una religiosa y una estudiante que participó en la protesta:

-Todo ha estado bien bonito, hasta los policías se gozaron. Llegamos a la plaza y acá nos esperó el diablo- dice la religiosa.
– Señora, siempre pasa lo mismo. Llegamos a nuestro punto y nos dispersan con lacrimógenas. Y luego nosotros somos los victimarios y ellos las víctimas, ¿no?- pregunta la universitaria.
-Amigos, yo amo a los jóvenes, también al pecador, pero no voy amar el desorden. Esto fue generado por 5 infiltrados que ya los tengo identificados y voy a venir todos los días a buscarlos.
-Ojalá, porque es bien difícil encontrar a los infiltrados. Si pudiéramos encontrarlos y sacarlos de la protesta, hace tiempo, pero el gobierno tiene sus infiltrados bien puestos y ese es el gran problema en una marcha.
-Si no me voy a abrazar a los policías no se calmaba esto, hasta se pusieron a llorar conmigo. Me prometieron poner orden de manera pacífica.
-¿Usted sabe cuántas veces me ha golpeado un policía? ¿Sabe cómo los forman? Señora, entiendo sus intenciones, pero hay que ser razonables.
-No, yo soy  más que razonable, soy una persona que se ha preparado en el Instituto Bíblico del Movimiento Misionero Mundial, estoy preparada para ser una sierva y he pasado todo el proceso de disciplina. Y mi doctrina es la paz.
-Bueno, la doctrina de la policía es amedrentar, oprimir y detener el movimiento popular.
-Pero ahora se han portado hermosamente bien.
-Señora… es la primera vez que usted viene ¿no?
-Sí, pero ¿sabes por qué pasan estos incidentes? Porque ustedes son tiranos, soberbios. Yo les insto a que se sometan a la voluntad de dios.
-Debería pedirle que se insten a los policías y al gobierno.
-Sí, he ido, y me han recibido con los brazos abiertos.
-Hoy, pero en la siguiente marcha nos van a reventar igual.

*Foto de portada: Juan Zapata