Hace unos años fui invitado a una conferencia internacional para medios de comunicación independientes que trabajan temas de igualdad de género.
Ahí una de las principales exponentes llegó con actitud de profeta a alumbrarnos con la solución a nuestro obstáculo: la autogestión. Según ella, el único remedio a largo plazo para el problema de financiamiento de los medios independientes es que pensáramos y funcionáramos como una empresa vendiendo un producto que permita solventarnos.
La exponente dirige un fondo multimillonario de inversiones para Latinoamérica. No me sorprendió cuando después supe que esta misma persona terminó perdiendo millones invertidos primero en el “medio” Altavoz que el inútil de Mijael Garrido-Lecca vendió como gran negocio liberal pero terminó llevando al fracaso, y luego en un intento fallido de lanzar un nuevo canal de televisión abierta en Perú.
Al explicar su propuesta en la conferencia, la expositora nos decía explícitamente que nuestro problema es que estamos atrapados en la mentalidad de organizaciones sin fines de lucro y que, por el contrario, solo lograremos la independencia financiera y solvencia a largo plazo convirtiéndonos, por lo menos parcialmente, en un proyecto capitalista.
En su exposición dio como ejemplo máximo de éxito a la organización Girl Scouts (Niñas exploradoras) de Estados Unidos. Esta organización se financia con la venta de galletitas “Girl Scout Cookies”. Al escuchar eso, lo primero que pensé fue que era la primera vez que oía hablar de las famosas galletitas como parte de una organización con algún fin por el bien común. “¿Serán feministas?”, me pregunté.
El hecho es que no soy el único que desconoce “el otro lado de las galletitas”. La población general gringa solo consume las galletas y desconoce cualquier otra causa de la organización. Es más, lo primero que ves cuando vas a su página web es un anuncio grande de estas galletas que producen una ganancia de 800 mil dólares anuales. Es decir, en su búsqueda de financiamiento, la parte capitalista sobrepasa ampliamente la parte sin fines de lucro.
Pero ese problema con las galletitas no es nada a comparación de otro, como ya en aquel entonces de la conferencia me imaginaba. Ahora se sabe que como parte de su cadena de producción internacional utilizan trabajo forzoso de niñas en la extracción de aceite de palma y que al mismo tiempo es un importante factor en la deforestación del planeta y el calentamiento global. Es decir, más allá de intenciones buenas del lado sin fines de lucro, la racionalidad y naturaleza del lado empresarial (maximizar ganancias minimizando costos), termina en procesos de vulneración de derechos y al “mal común”.
Ante esto, Olivia, una niña de 14 años que vendía las galletitas Scout en el estado de Tennessee de EEUU, ha comenzado una petición para quitar el aceite de palma de las galletitas. “Yo pensé que ser una Niña Scout se trataba de hacer del mundo un lugar mejor, pero esto no está mejorando al mundo para nada,” declaró Olivia.
La contradicción de la idea presentada en la conferencia era obvia para mi gracias a mi trabajo en sindicatos laborales y conocimiento de críticas marxistas. Pero en la conferencia me preguntaba, “¿soy el único loco que se da cuenta? y “¿nos están presentando esto como el gran descubrimiento y nadie va a decir nada?”
Durante el almuerzo me acerque a la exponente y le hice justo esa pregunta “¿si ves que hay una contradicción en tu propuesta con la cual tendríamos que lidiar constantemente?”. A lo cual me respondió un poco exasperada, “no hay contradicción, tienes que abrir tu mente”. Lo dejé ahí, sorprendido con tanta ignorancia predispuesta de una persona que maneja millones para prensa independiente. Ya en la noche en conversaciones con otros participantes confirme que no era el “único loco”.
No es que me cierre totalmente a considerar la posibilidad de que se pueda tener un proyecto capitalista dentro de uno por el bien común. Entiendo que una organización como Apropo ha encontrado un nicho perfecto y con eso ha logrado un balance en el cual el bien común prima. Sin embargo, creo que sería imposible que un proyecto logre y mantenga ese balance positivo si no se reconoce la contradicción inherente entre capitalismo y sin fines de lucro para por lo menos tener un plan ante ello.
Tampoco debemos dejar que “los ricos” financistas con sus nuevas tendencias de moda nos apabullan con su mirada tan sesgada. Debemos cuestionar de dónde vienen y cuáles son sus limitaciones. Sino, podemos terminar siendo otro negocio más y sin cambiar mucho. Después de todo, las organizaciones sin fines de lucro existen sin ese incentivo de ganancia precisamente para intentar arreglar los desastres que crea el capitalismo.