Escribe Carlos A. Bedoya
Ahora que urge relanzar la economía se requiere poner sobre la mesa propuestas económicas viables que nos saquen de la maldición del modelo primario exportador tan dependiente de los precios de los metales. Lamentablemente, no hay ninguna señal que el gobierno de PPK tenga más espacio para la creatividad que no sea la de los lobistas en la apropiación de los recursos públicos vía asocios público privados (APP) con adendas a lo Chinchero.
Ya no estamos en el boom 2003-2012 donde los capitales de corto plazo llovían, los metales estaban por las nubes y los mercados que nos compraban todo lo que no era mineral (textiles, agroindustria, etc.) se expandían. Pero las políticas del “destrabe” parecen centrarse en ver cómo nos vuelve a caer la plata del cielo porque somos muy aplicaditos con el FMI y el Banco Mundial.
Cuando aún teníamos todo el espacio fiscal para hacerlo, y había propuestas tan sólidas como las del profesor Félix Jiménez, centradas en variar el estilo de crecimiento hacia lo librándonos de la restricción económica que siempre viene de fuera, la tecnocracia peruana no hizo nada que no sea generar superávits y mantener a la gente con salarios de hambre pero con facilidades para endeudarse.
Ni PPK, ni Zavala, ni Carranza, ni Castilla, ni otros que dirigieron el MEF en el auge, trabajaron pensando en las vacas flacas más allá de un Fondo de Estabilización Fiscal, que ahora en declive no se quiere usar. Peor aún, con PPK como presidente y con la crisis económica en pleno desarrollo, la economía parece haber pasado a un segundo plano, pues más importa a la derecha que gobierna y legisla, arreglar sus pleitos entre ellos. Eso probablemente termine en un pacto de impunidad, pero con los problemas del país agudizándose.
No hay manera de que Claudia Cooper, flamante titular del MEF, lidere cambios hacia el mercado interno, la diversificación o la innovación productiva. Mucho menos cambiará la lógica de entregarlo todo a los intereses privados vía APP, debilitando y desplazando cada vez más al Estado.
Es por eso que las izquierdas, especialmente las que tienen representación parlamentaria, deben proponer al país una alternativa económica.
Lo malo es que en los últimos años se ha construido una posverdad económica que dice que el Perú creció como creció la década pasada, fruto de las reformas neoliberales que trajo el fujimorismo de los noventa. Como si la caída de ese régimen no hubiera sido en medio de una fuerte recesión que nos dio en el suelo desde 1997 hasta el 2002.
La crisis asiática, más el fenómeno del niño y luego la crisis rusa, desnudaron que el éxito del fujimorismo económico entre 1994 y 1997, no era más que el resultado de las ventas de las joyas de la abuela (privatización de todo el aparato empresarial del Estado), lo que financió el gasto y la balanza comercial de una economía adicta a importaciones, con una mecha tan corta que al primer desorden económico global entró en cinco años de crisis.
Esa posverdad también esconde que gracias al aire democrático de los primeros años del siglo y muy a pesar de PPK, entraron a la gestión económica de Toledo, profesionales como Oscar Dancourt y Gonzalo García (Banco Central); y, Félix Jiménez y Kurt Burneo (MEF), que corrigieron la política monetaria y fiscal lo que permitió aprovechar el boom posterior, acumulando reservas y gozando de estabilidad fiscal.
Lamentablemente, terminaron fuera una vez que el espacio político democrático de la transición fallida se agotó. No tuvieron tiempo para plasmar el viraje hacia la diversificación productiva y la industrialización. Retornaron algunos meses con Humala pero sin poder, pues el exmilitar se metió a la cama con la Confiep desde el inicio manteniendo a la derecha en la conducción del MEF y el BCR.
Afortunadamente, el profesor Félix Jiménez nos ha entregado en año y medio dos obras fundamentales que merecen ser recogidas por la izquierda y debatidas públicamente. En “Otra Ruta de Desarrollo para el Perú” (2016), y “Veinticinco Años de Modernización Neocolonial” (2017) se plasman críticas y propuestas serias para salir de la crisis en el corto plazo y proyectar nuestra economía en el largo.
Por más que se haya satanizado a Jiménez y otros de los economistas de la llamada “Escuela de Lima”, acusados de espanta mercados por quienes solo ven en la gestión económica la posibilidad de faenones, la propuesta de economía política que nos entrega tiene un sujeto social que no son los doce apóstoles, sino los trabajadores y empresarios urbanos y rurales. Además se tira abajo toda esa posverdad económica usada para que los mismos sigan manejando el barco.
Jiménez no solo habla de economía, sino de un consenso necesario para que banqueros y mineros no sigan siendo los únicos beneficiados, mientras el Estado está inmovilizado y las familias sin plata en el bolsillo. Es una propuesta de transición democrática a una diversificación productiva que entiende el conflicto social en el Perú y que se apoya en infraestructura, tecnología, calificación, crédito productivo barato y poder adquisitivo del mercado interno.