En la lucha contra el coronavirus se ha hecho evidente que la función y situación de los mercados tiene estrecha relación con la salud de la población y debe verse de manera integral. Son servicios públicos que por sus condiciones de insalubridad y precariedad se han convertido en focos de contagio del COVID-19. Por lo que su situación debe abordarse en paralelo y con la misma importancia que la del sector salud. Es un tema de enorme complejidad y dimensión nacional.
En el país existen 2 600 mercados formales, donde trabajan más de 300 mil comerciantes, quienes con sus ayudantes, suman en conjunto más de medio millón de personas que alimentan a la población. Sus actividades se consideran formales porque están detrás de un muro, aunque muchas veces no difieren mucho de la venta en la vía pública. Su existencia tiene que ver también con la tradición, desempleo e informalidad.
Diversidad y complejidad
Según la escala de operación pueden ser mayoristas, minoristas o mixtos; según su tamaño o número de puestos son pequeños (de menos de 100 puestos) medianos y grandes (con más de mil puestos). Además, según su localización espacial, pueden estar ubicados solos o en zonas de alta densidad comercial, lo cual los convierte en poderosos focos de atracción de público.
Merecen especial atención los 43 mercados mayoristas del país. De ellos el único que cumple con los estándares básicos para esta función es el Mayorista de Santa Anita, a cargo de la Municipalidad de Lima. El resto son en su mayoría precarios e insalubres y pueden convertirse en una especie de plataforma de misiles con capacidad de transmitir el contagio del COVID-19 a grandes distancias. ¿Por qué? En todas las grandes ciudades del país, cada noche son el centro de concurrencia de miles de personas que luego se redistribuyen a otros distritos o regiones: los comerciantes mayoristas y sus ayudantes; los estibadores y carretilleros y los transportistas que traen los productos desde el campo de los lugares más remotos del país. Además, los miles de minoristas que concurren a llevar productos para sus mercados distritales y los choferes de los vehículos que los trasladan.
Estrategias diferenciadas e integrales
Ante este panorama, las soluciones deben ser diferenciadas e integrales, según su tipología. No basta con las iniciativas parciales de algunos de los 1 800 alcaldes del país. Es necesario abordar simultáneamente el conjunto de problemas que enfrentan: Internamente, el registro y el control de la salud de sus operadores y mejorar sus instalaciones y salubridad. Externamente, la limpieza y salubridad de su entorno. Para regular la concurrencia de público,se necesitan soluciones adaptadas a cada caso, tales como: extender los horarios; días de compra según productos alimenticios y otros; atención telefónica de pedidos, etc. Para los mercados mayoristas, regulación de la asistencia de compradores por tipos o según zonas, similar a los turnos para vehículos de pico y placa; acercar los productos a los mercados, etc.
A grandes problemas, grandes soluciones
Definitivamente la situación de los mercados es un problema nacional de salud pública por lo que debe ser abordado a esa escala por el Gobierno central y de manera multisectorial, por los ministerios de Agricultura, Salud, Producción y los comerciantes, donde el rol fundamental operativo sea de las municipalidades. Formando un Comando de Mercados, centralizado de nivel nacional que tenga sus bases en cada región, que reúna, actualice y uniformice los planes y protocolos adecuados a cada tipo de mercado y que para el mediano plazo organice sistemas de abastecimiento alimentario saludables que contribuyan a la seguridad alimentarían de la población y a precios justos para los agricultores. Más allá de lo que dure la pandemia.
Estrategia y actores principales
En este proceso es indispensable incorporar a los comerciantes reconociendo su potencialidad y rol como creadores de la mayoría de mercados del país. Así mismo, dotar a los mercados de administradores especializados para mercados de abastos, debidamente certificados por el Ministerio de Agricultura y con autoridad para implementar las mejoras. Similares a los que existen en los supermercados modernos.
Para vencer la resistencia a estos cambios será necesario una intensa campaña de educación y asesoría a las organizaciones de comerciantes y de ejercicio de la autoridad. Urge cambiar las costumbres y malos hábitos de comerciantes y compradores.
Atención de salud, alimentación, y vivienda saludable son tres condiciones básicas para garantizar la vida de los seres humanos. En los mercados también se juega la vida de sus operadores y compradores. Por ello no basta con medidas aisladas y parciales. Necesitamos una Política y Autoridad Nacional para organizarlos.
(*) Especialista en temas relacionados con formalización de comerciantes y mercados minoristas. Ex regidora y funcionaria municipal en la Municipalidad de Lima y otros distritos como La Victoria y Ate. Investigadora asociada a WIEGO.