[Gloria Cano es abogada y directora de APRODEH]

Veo las imágenes de Keiko Fujimori recluida en el penal de máxima seguridad de Chorrillos, sin querer se viene a la mente muchas imágenes, entre ellas, la primera vez que visite dicha cárcel (construida por Alberto Fujimori para recluir ahí a las mujeres acusadas de terrorismo), me parece que fue 1993 cuando visite como abogada a una mujer que era acusada de terrorismo, las pruebas en su contra, tener amistad con una persona que era seguida por la policía como sospechoso, la intervinieron y le encontraron dos revistas del IDL, pidieron 20 años de prisión para ella con estas dos «pruebas».

Las celdas eran pequeñas, el silencio era terrible, todas permanecían 23 horas y media en la celda, solo 30 minutos de patio, una vez al mes tenían derecho a visita, las visitas de familiares y abogadxs era a través de un locutorio con doble reja que no permitía ver el rostro con claridad, ni hablar de poder tocarse.

Ahi conocí a una de las hermanas de los desaparecidos del santa, su crimen haber visto el rostro de uno de los asesinos y decir que podía reconocerlo, la acusaron por tener «versiones de inteligencia que ella pertenecía a SL».

Ambas salieron libres luego de batallas legales, como abogada sólo podía visitar por media hora, no podía leer el expediente, si no sólo hasta antes de hacer el alegato, debía ingeniármelas para tener acceso a éste.

Cuánto dolor e inocencia vieron esas paredes.

Hoy las condiciones son diferentes, tanto en el juzgamiento como en la carcelería, pero, cárcel es cárcel, me da pena sus hijas, su madre y su esposo, siempre quienes sufren más son la familia, pero las responsabilidades penales deben ser asumidas, por eso vivimos en una sociedad con reglas, la interferencia en el proceso, la presión y amenaza a los testigos y jueces y fiscales pesaron mucho. La victimización será la estrategia pero las pruebas están ahí y el magistrado fue claro al valorarlas.