“Tú quieres hablar a favor del hombre que te masacró. Yo no lo entiendo”. Con esas palabras Magaly Medina lideró en su programa televisivo el linchamiento mediático a la modelo cubana Dalia Durán que fue agredida hace unos meses por su esposo, el cantante peruano conocido como John Kelvin.
Durante media hora, Medina confronta en vivo a Durán con los videos de su primer testimonio contra el sujeto, sobre quien recae prisión preventiva por presunta violación sexual y lesiones. “Tú necesitas a John Kelvin metido en tu casa haciéndote lo que toda la vida te ha hecho… Necesitas que te siga poniendo los cachos… Eres masoquista”, levanta la voz Medina, mientras sus cámaras se esmeran por captar un primer plano del rostro de Durán, notablemente afectada por el recorderis forzoso.
Y la prensa tradicional sabe muy bien cómo aprovechar el siniestro show. El conglomerado de medios El Comercio cubre ampliamente la violencia contra Durán a través de su subsección de noticias de espectáculos, Mag., con notas “volteo” de la cobertura que la televisión farandulera brinda al caso. Lo mismo hacen sus satélites Perú21 y Trome.
Con este caso vemos cómo los medios le enseñan a la sociedad a tratar a una mujer que cambia su testimonio de violencia ocurrida tras las cuatro paredes. A la hoguera por malagradecida con los que creyeron en ti, por dar mal ejemplo a las denunciantes… ¿Cuánta gente consume esta forma de comunicar la violencia de género? ¿Cuántas víctimas y cuántos agresores sacan lecciones erróneas por esta cobertura mediática?
Nada dicen los medios de comunicación sobre la vulnerabilidad de Durán y de todas aquellas mujeres que justifican a su agresor. Sobre las presiones sociales, culturales y familiares en una sociedad machista que instalan en nuestras mentes el mandato de ser una esposa perfecta, una madre perfecta y, finalmente, una víctima perfecta.
Toma nota, El Comercio: El Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables tiene una serie de lineamientos para abordar la información sobre violencia de género de una manera adecuada. Por ejemplo, recomienda a la prensa escrita que sus titulares recojan el tipo de violencia, la figura legal, las penas de acuerdo a ley, la descripción del hecho -sin sensacionalismo-, la acción de las autoridades o instituciones, la difusión de casos de mujeres que salen de una situación de violencia y logran rehacer su vida y enfoques novedosos del tratamiento informativo -como el de las nuevas masculinidades-.
Ya que los medios tradicionales no lo dicen, creo importante recordarle al lector que en el 2016 la Corte Suprema advirtió que si la denunciante de violencia familiar y de género se retracta, el proceso continúa y los operadores de justicia están obligados a valorar su primer testimonio incriminatorio. Hasta se puede lograr una condena penal en casos de delitos clandestinos si la sindicación de la víctima fue coherente, sólida, con credibilidad subjetiva y corroborada mínimamente con otros indicios.