Canciller Ricardo Luna Mendoza. (EFE)

Escribe: Carlos A. Bedoya

Cuando le preguntaron al canciller Ricardo Luna sobre el bochornoso hecho de prohibir a los funcionarios a su mando que asistan a la embajada de Francia en la conmemoración de su día nacional, él dijo: “los gestos no se explican, se interpretan”. Pero cómo interpretar qué no avise al propio Presidente de la República, quien terminó yendo sin saber del “gesto”, haciendo papelón al dar un discurso sin ningún miembro de nuestro servicio diplomático presente.

Sin duda, un desaire ridículo de uno de los diplomáticos más fujimoristas que tenemos en Torre Tagle. No por gusto fue embajador en Estados Unidos ni bien Fujimori dio golpe de Estado en 1992 y hasta casi el fin de la dictadura. Y ese diplomático es el que organizó la semana pasada la reunión de cancilleres para condenar a Venezuela. El mismo que negó también en 1992, el secuestro de Gustavo Gorriti (uno de los delitos por los que hoy está preso Fujimori) diciendo que el periodista tenía delirio de persecución.

Pero como no le achunta una, y parece estar interesado solo en los halagos de Fuerza Popular, tuvo que expulsar al embajador de Venezuela ya que la Declaración de Lima fue un fracaso.

Basta decir que fue suscrita tan solo por doce de los diecisiete gobiernos participantes (incluido el Perú) en medio de un contexto de huelga magisterial nacional que acaparó la atención de la opinión pública. Un revés también porque se bajaron del coche dos gobiernos de los catorce que en la OEA exigían la aplicación de la carta democrática a Maduro sin mayor éxito. Justamente por ese fracaso se reunieron en Lima, pero les salió peor.

Si bien mucha gente de buena fe critica al gobierno venezolano por su papel en la crisis económica, política y social que vive ese país, es chocante hacerle el coro a la derecha regional que promueve golpe con intervención militar extranjera, y no una salida dialogada a la polarización que tiene a Venezuela divida en dos mitades.

Peor aún es ver al canciller argentino hacerse el demócrata en Lima y días después, ver a su gobierno manipulando groseramente la información electoral, con la complicidad de la prensa concentrada de allá (El Clarín y compañía), para no reconocer la victoria de Cristina Kirchner en las elecciones primarias al senado por la provincia de Buenos Aires.

Con tal de arrebatarle la victoria simbólica que significan esas primarias abiertas y obligatorias, el mismo Mauricio Macri salió a anunciar una victoria oficialista teniendo en mano solo los distritos donde ganaba su partido político. A las ocho de la noche del domingo último, el presidente argentino anunciaba la victoria de su candidato por siete puntos de diferencia, pero a las tres de la mañana esa brecha ya era mínima, faltando además el escrutinio de trescientos mil votos. Pero de Macri podemos esperar todo. Basta revisar su reacción cuando explotó el escándalo de los Panamá Papers que lo involucran directamente en la elusión tributaria de cientos de millones de dólares vía paraísos fiscales. A pesar de las pruebas contundentes, calló, luego mintió y hasta ahora sigue impune.

Ni que decir del canciller brasileño, que representa al gobierno más impopular del continente. El presidente Michel Temer embarrado hasta el cuello por corrupción, se ha librado del impeachment gracias a componendas políticas en el parlamento brasileño.

Lo que une a Macri y a Temer además de los negocios truchos y la política pro Washington, es el desmontaje de toda la protección social lograda en sus países en la primera década del siglo. Además, la represión y la criminalización de la protesta social están a la orden del día en los dos países más grandes de América del Sur. Y ese par nos viene a dar lecciones de democracia.

Finalmente, un detalle que parece haber pasado desapercibido. Los doce firmantes de la Declaración de Lima señalan en el punto 14: “Que, teniendo en cuenta las condiciones actuales, solicitarán a la Presidencia Pro Tempore de la CELAC y a la Unión Europea, la postergación de la Cumbre CELAC-UE prevista para octubre de 2017”.

O sea, no solo apoyan la guerra civil que promueve esa facción de la ultra derecha venezolana que en las movilizaciones le prende fuego a los chavistas que encuentra en la calle, sino que quieren tirarse abajo al bloque regional CELAC, expresión latinoamericana y caribeña de soberanía, venezolanizando su agenda de cooperación con la Unión Europea.

Es que lo que tenemos enfrente no son demócratas. Como dice Juan Carlos Monedero: “es evidente que del lado de los que están buscando un golpe militar en esepaís (Venezuela) están los que siempre apoyaron los golpes militares en América Latina o los que priman sus negocios por encima del respeto a la democracia.”