Una noticia que ha pasado un poco desapercibida el mismo día de la muerte de Alan García, debido a la enorme atracción que obviamente concitó su suicidio (o auto ajusticiamiento, según se mire, y más aún a la clara luz de las evidencias), fue la captura de Enrique Cornejo, exministro de García, exaprista y excandidato (dos veces) a la alcaldía de Lima.

Mi compadre, el ilustre Eloy Jáuregui, decía que hay dos cosas en el Perú en las que no se puede ser “ex”, que son ser exhincha de la ‘U’ y exaprista. Agregaría que tampoco se puede ser —en ninguna parte del mundo— exgay, como esos pastores que dicen que han dejado de ser homosexuales gracias a métodos tan falsos como las predicciones de Reinaldo Dos Santos.

Como recordarán, Enrique Cornejo fue candidato en la última campaña municipal, usando la inscripción del partido Democracia Directa, para más señas: el partido de los “viejitos”, el del FONAVI. Para muchos no es elegante andar con eso de «te lo dije», pero me importa poco ser demasiado elegante. Como saben algunos, yo estuve inscrito en ese partido e inicialmente fui precandidato para alcaldía de Miraflores por el mismo. Y al ver que Cornejo, vinculado a la corrupción de Odebrecht, llegó como si nada a ponerse a la cabeza, sin haber militado ni nunca abrazado las causas del partido, decidimos retirarnos. El tiempo, en el corto plazo, nos dio la razón. Fue una decisión muy mala, ya que hasta pragmáticamente era tonta, pues Cornejo fue barrido en las ánforas. Ni por asomo estuvo en el podio como para generar un «arrastre» que justifique comerse tremendo sapo, encima un sapo bigotón.

Al momento actual, Cornejo está enfrentando su proceso en comparecencia simple; es decir, en libertad. En días recientes, uno de los colaboradores eficaces informó que Odebrecht entregó un sobre con 15 mil dólares a Cornejo como agradecimiento por las gestiones. Además, el bigotudo exministro solicitó dos televisores de 55 pulgadas de 8 mil 549 soles cada uno.

Cuando decidimos renunciar a una campaña en que nos metieron a Cornejo de manera sorpresiva, en nuestro movimiento (al que llamamos ‘Miraflores Corazón’) no solo vimos que era un asunto de principios, sino que una vez más se veía el manejo injusto en los partidos, en donde la «democracia interna» (en este caso en el mismo nombre del partido) es solo un floro. Los viejitos en ‘Democracia Directa’ solo son importantes allí cuando se necesita su fuerza de trabajo para recoger firmas, pero no para escoger a sus representantes.

Poner a Cornejo fue una decisión que no respetó la voluntad de la militancia. No solo en ese partido, en muchos o todos diría; las cosas son así. Son manejados por una cabeza integrada apenas por un puñado de personas, como si fueran monarcas de pequeños reinos, y el resto vasallos inconsultos. «Eso de un militante, un voto», es apenas frase escrita con un palito en la orilla de la playa. De los militantes solo se quiere su voto, aporte dinerario y sacarles el jugo; pero su voluntad dentro de los partidos es prácticamente nula.

Esto nos debe llevar a repensar también las formas de hacer política dentro de los partidos y el sistema en general. Finalmente, así como está, el sistema político está hecho para que no emerjan nuevas representaciones independientes y para que no se consoliden o formen partidos sólidos; y, además, para que se traicione a la gente. La gente vota por una cosa, y sus representantes hacen otra. Dentro de los partidos no hay forma de reclamar; y si lo haces, terminas sancionado. Solo te queda la renuncia.

En el caso de Democracia Directa, incluso montan su discurso en los hombros de gente segregada como son los viejitos del Fonavi; y al final también los traicionan sin que se les mueva una ceja a los dirigentes. Ejemplos sobran, como lo visto con Lenin Moreno en Ecuador, que entró con un programa, apoyado por los partidarios y simpatizantes de Correa, y en menos tiempo de lo que duran los equipos peruanos en la Libertadores, ya estaba haciendo todo lo contrario.

La ciudadanía debe tener los mecanismos para sancionar realmente a sus representantes si incumplen los programas por los que son elegidos. Pero para eso, necesitamos votar pues, precisamente, por programas, por ideas y causas, y no pensando en la cara bonita o fea de tal o cual candidato. Caso contrario, la política como vientre de alquiler y al servicio del bolsillo de los poderosos se hace ineluctable.