En octubre de 2016 escribí un intento de balance y las expectativas frente al XIV Congreso Nacional de la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) en un texto publicado en mi blog.

Cinco años después, resulta pertinente releerlo para tener una idea de los avances y dilaciones del proceso sindical. El texto empieza reseñando algunos avances en materia de representación en sectores estratégicos, algunas normas laborales que se habían logrado, los avances en “afiliación directa”, la actividad de los departamentos de Juventud y Mujer trabajadora, así como la política mediática y en redes sociales de la CGTP.

Una primera mirada crítica del sindicalismo peruano muestra que no hay grandes avances en el último periodo. La tasa de afiliación sindical en el sector privado sigue estando alrededor de 5% y el sector público ha logrado incrementar solo dos puntos porcentuales. Entonces, el sindicalismo no está creciendo y eso sigue siendo el problema principal.

La presencia en el sector finanzas y comercio ha crecido pero al margen de la CGTP. Hay una federación de banca y se está por formar una federación de comercio y casinos sin la participación de la central mariateguista.

El activismo de años anteriores alrededor de los departamentos de la Mujer y Juventud se ha interrumpido de manera notoria. Probablemente la ausencia más significativa se encuentre en la política comunicativa de la central sindical. Salvo acciones aisladas, es muy poca la actividad en redes sociales. 

Ciertamente, el contexto político ha sido complejo y los pilares fundamentales del modelo neoliberal no han sido removidos por lo que los factores externos de la crisis sindical permanecen inamovibles. Pero todo no puede ser culpa del neoliberalismo.

La clase trabajadora no logra convertirse en un actor político estratégico a pesar de las sucesivas crisis de legitimidad del modelo económico. La pandemia y la consiguiente crisis económica permitieron ver a muchos ciudadanos las desigualdades e incoherencias del modelo neoliberal, así como la precariedad estructural del mundo del trabajo. Más aún, el triunfo de Pedro Castillo es una prueba clara de un proceso de polarización política que cuestiona el modelo. Sin embargo, en ambas oportunidades la CGTP no ha logrado acumular fuerzas para cambiar la correlación existente.

En el texto del 2016 señalamos algunos problemas centrales en el sindicalismo peruano. Un lustro después, la situación es más grave. Allí señalamos la debilidad institucional que sigue siendo un tema clave a resolver. Es decir, la central mariateguista mantiene las dificultades para organizar a los organizados. En el sector público por ejemplo, siguen existiendo tres centrales afiliadas a la CGTP.

Otro tema sensible es el conflicto en el magisterio, donde la CGTP podría tener un rol activo que permita superar el actual conflicto entre el SUTEP y FENATE. Finalmente, un tema en está línea es el rol de las federaciones internacionales que por diferentes razones operan cada vez más localmente, promoviendo la formación de federaciones o la unificación de otras en base a la agenda global que tienen. Más allá del sentido de sus intenciones, una central sindical nacional debería tener capacidad de conocer e intervenir con opinión en estos casos.

La tasa de afiliación sindical en el sector privado sigue estando alrededor de 5% y el sector público ha logrado incrementar solo dos puntos porcentuales. Entonces, el sindicalismo no está creciendo y eso sigue siendo el problema principal.

El tema económico sigue siendo un problema, a pesar que ya existe un marco normativo que permite el descuento automático para federaciones y confederaciones. Pero, por lo que cuentan los trabajadores, no hay la decisión política para que se aplique dicho marco a la membresía sindical.

Luego están los temas que lamentablemente ya son habituales, las brechas de jóvenes y mujeres, la negociación por rama, la debilidad de las instancias territoriales, las dificultades para la movilización social, entre otros.

Pero quiero subrayar dos puntos que me parecen claves: la renovación de cuadros dirigenciales y la construcción de una estrategia sindical y política para el periodo. Ambos temas están además muy relacionados.

El sindicalismo en general se renueva, nos guste o no. Pero no se renueva con la misma intensidad ni velocidad en todas partes. En el periodo actual, por razones que demandan una más larga explicación, las federaciones han sido actores más activos en el sindicalismo que la confederación. Esto es un cambio con respecto a la década anterior. Pero ahora es claro que la Federación Textil, la Federación Minera, Construcción Civil y Manufactura son federaciones que han logrado mantener un alto nivel de actividad, movilización y acción sindical. En Construcción, la ausencia del compañero Mario Huamán por razones de salud fue una importante baja, pero Luis Villanueva y el equipo de dirigentes que lo acompaña han logrado mantener el mismo nivel de presencia sindical y la negociación por rama a pesar del contexto adverso. En Textiles y Mineros los cambios son interesantes y audaces, y como todo cambio tienen sus detractores pero es lo normal en el ámbito sindical. Debo mencionar a FENTAP que logra articular una acción sindical moderna y eficaz dentro y fuera del país.

Lamentablemente estos logros no son trasladados a la CGTP. Todo lo cual nos dice que la renovación es más que un imperativo. Cuando hablamos de renovación estamos diciendo que la confederal necesita dirigentes (hombres y mujeres) con base sindical, con “mando en plaza” como decían los viejos sindicalistas. El predominio de dirigentes despedidos, cesados, jubilados o simplemente sin una base real, sin una federación o un sindicato con afiliados de carne y hueso que los respalde es avanzar en una dirección que no es la correcta.

La clase trabajadora no logra convertirse en un actor político estratégico a pesar de las sucesivas crisis de legitimidad del modelo económico. La pandemia y la consiguiente crisis económica permitieron ver a muchos ciudadanos las desigualdades e incoherencias del modelo neoliberal, así como la precariedad estructural del mundo del trabajo.

Y ligado a esto, está la necesidad de construir una real estrategia político sindical para la principal central sindical del país. La ausencia de Mario Huamán ha significado la pérdida de un dirigente con claridad política, voluntad de acción y capacidad de movilización.

Actualmente, no es claro si existe o en qué consiste la estrategia sindical. Oponerse a todo lo que es antilaboral y antisindical es sentido común y no una estrategia. El Congreso debe ser la oportunidad para discutir estos temas, los objetivos del periodo, los contenidos de la nueva Constitución, la relación con el actual gobierno, la posición frente a las izquierdas e incluso el plan de acción en caso de un golpe de estado o una vacancia intempestiva.

Ojalá veamos nuevos rostros en la composición de la nueva dirección sindical de la CGTP. La importancia del principal instrumento de los trabajadores organizados es cada vez más vital en la presente coyuntura, para no sólo apoyar los cambios sociales necesarios, sino detener al neofascismo que amenaza a toda la sociedad.