Por Mónica Delgado*

¿Una escena donde un instructor de yoga está en una clase con cuatro chicas y un chico y de pronto pide que cierren los ojos, y en ese momento se acerca a una de ellas para tomarla de los brazos y con la excusa de la clase comienza a frotarse los genitales en su pelvis como parte del ejercicio? No se trata de un docudrama que busca reconstruir algunos hechos recientes del entorno artístico limeño, donde un grupo de mujeres denunciaron los abusos de un famoso director de teatro cometidos durante sus clases de actuación. Tampoco es una recreación sobre cómo se suelen dar este tipo de actos contra la integridad de las mujeres, sino más bien se trata de una escena de comedia peruana dirigida a un público adolescente. Es decir, una escena que con este tipo de actos busca despertar la carcajada.

En A Tu Lado, del cineasta Martín Casapía, el actor Joaquín Escobar encarna a un trabajador de hotel cinco estrellas en el Caribe, donde aprovecha su labor de instructor de yoga para poder acercarse a mujeres que de otro modo no parecen hacerle mucho caso. En la misma película, el actor Guillermo Castañeda, quien también actuó en La Paisana Jacinta también asume un rol, de “muchacho en busca de agarre”, a punta de piropos y miradas que van mostrando su ansiedad para obtener alguna chica a como dé lugar. Es decir, en el argumento del film, se normalizan algunas situaciones de trato hacia a las mujeres, disfrazadas de cortejo, cuando a todas luces se trata de acosos, manoseos y tocamientos sin consentimiento. ¿Hasta qué punto como espectadores y espectadoras estamos asumiendo este tipo de acciones en el cine como normales para despertar la carcajada? ¿Por qué causa risa que un personaje se frote los genitales como parte de una estrategia de cortejo? ¿Por qué no despierta indignación ver cómo se recurre a este tipo de recursos machistas, donde las mujeres son objetos tocables y “frotables”?

Y aquí viene una pregunta que urge formular: ¿los actores y actrices tienen responsabilidad en el modo en que se representan estas relaciones entre hombres y mujeres? ¿Hasta qué punto un actor o actriz se puede desinteresar de algunos contenidos machistas o racistas?, o ¿hasta qué punto se hacen los indiferentes? Si bien no podemos limitar en pos de una corrección política la libertad de los films para proponer una diversidad de puntos de vista, de criterios para abordar el drama, la comedia o la acción, o para representar con estereotipos o no a mujeres, etnias, o comunidades, lo que sí queda claro es que urge un tipo de criticidad de cómo se vienen abordando y normalizando algunos contenidos, personajes y “mensajes”.

En declaraciones dadas a un diario, el actor y director de teatro David Carrillo marcó distancia de su participación en la peruana ¡Qué difícil es amar!, protagonizada por Diego Bertie y dirigida por David Ames, ya que luego de la proyección sintió que se trataba de una “película machista, donde la mujeres eran unas malvadas o eran p… y donde las dos p… eran venezolanas, eso me pareció xenofóbico también. Todos los mensajes de la película me parecían que estaban mal. Y que no hayan reparado en eso, me parecía que era un atentado. Nosotros, como actores, estamos avalando ese mundo de la ficción”. Así, esta declaración podría asumirse como un buen indicio de que la escena está cambiando, pero no hay lugar para mucho optimismo.

La confesión de Carrillo recuerda al “mea culpa” de la actriz Karina Calmet, quien anunció su alejamiento de la televisión debido a que al parecer se vio obligada durante todos estos años actuar de “mujer frívola”. En Sobredosis de Amor, David Carrillo también actúa en un film donde Pietro Sibille encarna al estereotipo del coreógrafo amanerado e histérico, o  donde uno de los personajes (Renzo Schuller) cuenta a sus parejas sexuales como objetos o trofeos de guerra, sino recordar esa escena donde bota a una chica de su cama y le dice que en la cómoda hay plata para el taxi.  Quizás que algunas películas sean tildadas de machistas y otras no, sea un asunto relativo.

¿Carlos Vílchez, Julinho, Alfredo Benavides o Guillermo Castañeda podrían aparecer luego en campañas antirracismo luego de haber participado en La Paisana Jacinta? ¿Se puede ser activista feminista si se actúa en telenovelas o films que mantienen a personajes femeninos en el anacronismo de la ama de casa servil y engañada? ¿Tiene que haber una relación de apostolado entre la vida del actor o actriz y los films en los que participa? Definitivamente los films pueden en su libertad creativa proponer sin restricciones universos según las visiones de los cineastas y de los mismos actores o actrices. Sin embargo, uno de los motivos del atraso del cine comercial peruano, y quizás por la desesperación de construir a como dé lugar una industria, es que quede de lado la discusión sobre qué se está hablando en realidad en estos films, que siguen extendiendo prejuicios y estereotipos machistas.

EN CARTELERA

-Un estreno de interés: Un lugar en silencio de John Krasinski. Se trata de un thriller pos apocalíptico donde alienígenas ciegos dominan el mundo, y ante ellos Emily Blunt y familia deben permanecer en el más completo silencio para poder sobrevivir. Un film de interés por las atmósferas y por la dirección que Krasinski prodiga a este relato entre terror, suspenso y ciencia ficción.

-A falta de más estrenos consistentes en cartelera, insisto en recomendar Yo, Tonya de Craig Gillespie, un film que tiene el aspecto del falso documental (por la cuota cómica y la recreación con humor de algunas situaciones de violencia doméstica), y que narra algunos pasajes en la vida de la famosa deportista Tonya Harding. Margot Robbie desarrolla, con ayuda de algunos efectos digitales, un perfil que no busca el endiosamiento ni el sojuzgamiento de este personaje muy mediático en un EE.UU. de mediados de los noventa.

-También continúa en cartelera Ready Player One: Comienza el juego de Steven Spielberg. Con aires a los mundos virtuales de Tron, y con guiños para los nostálgicos, el film del director de Tiburón e Inteligencia Artificial, es un cóctel con demasiada información, referencias y canciones ochenteras, en clave de pastiche. Logra momentos muy logrados, como esa inmersión en el hotel Overlock de El Resplandor o la aparición de un Gremlin hasta un Chucky como avatars de videogamers en una guerra final de entusiasmo épico.