En enero de este año, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció el llamado “Acuerdo del siglo”, un plan de paz entre Israel y Palestina, pero que no contó con la participación palestina. Además era un acuerdo totalmente favorable al sionismo en la medida que legalizaba la anexión de los territorios de Judea y Samaria, actual Cisjordania, y la ciudad vieja de Jerusalén, su capital.
Aunque este acuerdo fue rechazado por las autoridades palestinas y por gran parte del mundo árabe y musulmán; cuando se hizo el anuncio, representantes de los Emiratos Árabes Unidos, Omán y Baréin, se encontraban presentes. Esa imagen presagiaba un futuro difícil para la causa palestina.
Presiones se intensifican
Desde la creación del Estado de Israel en 1948*, solo dos estados árabes habían reconocido al nuevo país y normalizado relaciones: Egipto (1979) y Jordania (1994). Algunos años antes, en 1967, ambos países habían sido derrotados por Israel en la “Guerra de los Seis Días”, perdiendo las administraciones de Gaza y Cisjordania, respectivamente.
Aunque en la práctica, los reinos del Golfo Pérsico mantienen relaciones con Israel, formalizarlas implica – en cierta forma – reconocer a la potencia ocupante y abandonar los reclamos históricos de alcanzar el reconocimiento de un estado palestino bajo las fronteras previas a 1967 (o las de 1947, según el mandato de Naciones Unidas). Esta situación es, además, complicada si tomamos en cuenta que en la ciudad santa de Jerusalén se encuentra la mezquita de Al Aqsa, tercer lugar sagrado del islam, desde donde – de acuerdo con sus creencias – el profeta Mahoma ascendió a los cielos.
La creciente influencia iraní ha incrementado los temores de las monarquías, lo que posiblemente ha llevado a replantear sus prioridades, acercándose a Israel a cambio de su protección y la de EE.UU. Por ahora, Abu Dabi y Manama han decidido normalizar las relaciones con Tel Aviv, y posiblemente Mascate siga sus pasos en el corto plazo. Sin embargo, aunque este movimiento geopolítico es una victoria para Trump y Netanyahu [primer ministro israelí], el objetivo final es Arabia Saudí, considerada la “cuna del islam” por ser guardián de los dos lugares sagrados del islam: las mezquitas de Másyid al-Haram en La Meca y Al-Masŷid an-Nabawī en Medina. Su influencia religiosa y política en el mundo árabe suní, corriente mayoritaria en el mundo musulmán, lo convierten en la llave de las relaciones árabe-israelíes.
Con motivo de los acuerdos, la violencia se ha intensificado. Desde la Franja de Gaza se ha atacado territorios ocupados fronterizos con globos incendiarios y cohetes, siendo estos respondidos por Israel a través de bombardeos al enclave y el recrudecimiento del bloqueo, por ejemplo acortando la distancia permitida para la pesca en la Franja de Gaza.
Ninguna iniciativa de paz que se realice sin la participación efectiva de los palestinos tendrá éxito. EE.UU. e Israel han avanzado en tomar decisiones unilaterales, a la que ahora se suman algunos países árabes. La “causa palestina”, reivindicación de la creación de un estado palestino con Jerusalén como su capital, es irrenunciable y, mientras esta situación continúe sin una solución acordada, la resistencia continuará.
*En la Resolución 181 de la Organización de Naciones Unidas (1947), conocida como la partición de Palestina pues se decide la creación de dos Estados, uno árabe y otro judío, con un régimen internacional especial para Jerusalén. Este acuerdo fue rechazado por los países árabes. http://undocs.org/es/A/RES/181(II)