¿Boluarte puede ser ‘inspiradora’?: Inspirar también significa sostener la vida, no arrebatarla

Columna de Lía Zevallos Malásquez – Maestrante en psicología comunitaria por la PUCP.

Hace unos días, ONU Mujeres consideró a Dina Boluarte  dentro de un panel de “presidentas inspiradoras” y promotoras de una “sociedad de cuidados”. Sin embargo, ¿puede considerarse inspirador un liderazgo que se sostiene sobre la represión, la omisión y la indiferencia institucional?

El informe Racismo letal de Amnistía Internacional documentó 49 muertes en el marco de las protestas sociales entre diciembre de 2022 y febrero de 2023, al inicio de su mandato. La mayoría de las víctimas fueron jóvenes y personas indígenas y campesinas, lo que evidencia un patrón sistemático en el uso de la fuerza estatal contra poblaciones históricamente vulnerabilizadas. Este hecho no solo refleja la desproporcionalidad en la respuesta frente a la protesta social, sino también la marcada presencia del racismo estructural.

La impunidad, sin embargo, no se limita a la represión. El caso de Condorcanqui lo confirma: más de 600 docentes fueron denunciados por violencia sexual contra estudiantes, y el ministro de Educación, Morgan Quero, que pese a estas declaraciones continúa en el cargo, calificó estos hechos como “prácticas culturales”. Reduciendo la violencia sexual a un asunto de costumbres la cual no es solo indolente, sino que, al provenir del Estado, constituye complicidad, que refuerza un sistema donde las violencias de género, lejos de ser enfrentadas, son relativizadas o justificadas.

El panorama se sigue tornando aún más crítico cuando se observan las cifras nacionales. La Defensoría del Pueblo reportó 78 feminicidios en el primer semestre de 2025, un 11,4 % más que en el mismo periodo del año anterior. A ello se suma el incremento de las desapariciones, un 31 % más en mujeres adultas y 41 % en niñas y adolescentes. Estos hechos no responden únicamente al género, sino también a la desigualdad estructural, que agravan la vulnerabilidad y dejan a amplios sectores de la población expuestos a múltiples formas de violencia.

Ante este escenario, la “sociedad de cuidados” proclamada desde el discurso oficial se reduce a un eslogan vacío. Ser mujer no basta para inspirar. La verdadera inspiración se mide en la capacidad de garantizar justicia, sancionar la violencia y diseñar políticas públicas coherentes.

En esos términos, la gestión de Dina Boluarte no inspira esperanza ni confianza, sino indignación. Su gobierno perpetúa, mediante la negación y la relativización, las violencias que afirma combatir. Y aquí la interpelación es también para ONU Mujeres, porque ser mujer no equivale a ser coherente con la agenda de género, ni mucho menos con los derechos de quienes históricamente han cargado con el peso de la desigualdad y la violencia. 

En el Perú no existen avances hacia un sistema digno de cuidados, como tampoco existe hoy una presidencia que pueda inspirar.

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