Escribe Jorge Agurto, Servindi
Los Censos 2017 se caracterizan por manejar por primera vez tres enfoques: enfoque de discapacidad, enfoque de etnicidad y enfoque género. Sin embargo, ¿por qué plantear la etnicidad en los censos parece remecer la base misma de nuestra estructura social?
Es natural que la pregunta de autoidentificación genere controversia porque el tema de identidad en el Perú es complejo, sensible y está atravesado por dilemas y conflictos de larga data, aún no superados como, por ejemplo, la discriminación.
El periodista Marco Avilés escribe en su libro “No soy tu cholo”:
El racismo es un demonio familiar. Vive con nosotros, se sienta a nuestra mesa, se echa en nuestra cama, nos susurra al oído. Lejos de enfrentarlo, hemos aprendido a disculparlo, a convivir con él, a aceptar la discriminación en las escuelas, en la publicidad, en la televisión. Este demonio le dicta a cada quien, según su piel o su origen, cuál es su lugar y cuál no lo es. Es el Virreinato que todos llevamos dentro. (p. 74)
El censo tiene la importancia de abrir un debate muy necesario sobre cómo somos y cómo nos sentimos los peruanos/as desde una perspectiva de identidad cultural.
Durante mucho tiempo el Perú oficial ha cultivado una ideología del mestizaje como ideal republicano de Nación peruana que proyecta una idea homogénea de identidad nacional.
El problema es que ésta imagen homogénea se ha construido desde una perspectiva centralista, limeña y diría incluso colonial, ya que la identidad “criolla” se ha sentido por mucho tiempo más hija de la Conquista que de nuestras raíces andinas o amazónicas.
La ideología del mestizaje diluye las raíces de identidad en un “todos somos mestizos” o “todos somos peruanos”. El afán integrador conlleva el riesgo de homogenizar la diversidad de identidades culturales en una sola identidad “mestiza”, “chola” o “criolla”, ocultando y excluyendo las diversas expresiones particulares de nuestra pluriculturalidad.
Son más de 50 pueblos indígenas u originarios que existen actualmente en el Perú, muchos de los cuales nunca han participado en la vida política del país y menos aún narrado e insertado su particular historia en la historia del Perú.
Abandonadas a su suerte y desatendidas en sus necesidades básicas los pueblos y comunidades originarios toman relación con el Estado cuando este aparece concesionando sus tierras para un proyecto extractivo y dispone de sus recursos, generando conflictos socioambientales.
Uno de los propósitos de los Censos 2017 es conocer el sentido de pertenencia de la población en virtud a sus costumbres y antepasados. No tiene nada que ver con unas supuestas “razas” que en el género humano no existen, debido a que todos provenimos de una misma especie.
La autoidentificación no busca medir la composición genética de una persona o calificarla a partir de sus características fenotípicas o exteriores. Busca conocer la pertenencia cultural a partir de las costumbres que se heredan o adquieren como las creencias, las festividades, la gastronomía, las formas de emplear la medicina tradicional, etc.
Cada persona censada debe realizar una reflexión interna, individual, para resaltar o revalorar los elementos de pertenencia más significativos en la historia de su vida. Este ejercicio es necesario, más aún, considerando que las identidades no son rígidas o fijas, sino que se construyen y reafirman.
La inclusión de la pregunta permitirá al Estado conocer cuántas personas se reconocen como parte de una población indígena o afroperuana y cuál es su situación real. Es decir, ofrece una línea de base actual sobre brechas de acceso a empleo, vivienda, salud, educación, agua, entre otros.
De esta manera el censo ayudará a identificar la realidad y necesidades de las poblaciones indígenas y afrodescendientes para generar políticas públicas diferenciadas que puedan atenderlas con pertinencia cultural.
Para que estas políticas sean eficaces deben responder a las prácticas y costumbres de cada grupo étnico y permitir generar servicios que lleguen eficientemente a la población con mayores limitaciones de acceso.
Solo incorporando el factor de identidad étnica nos conoceremos cómo somos y nos sentimos los peruanos y peruanas y será posible definir y reducir las brechas sociales, laborales, económicas, políticas y de acceso a derechos básicos como la educación y la salud.
Siendo el primer censo de esta naturaleza y considerando las limitaciones de información y comprensión de la población el debate en torno a quiénes somos los peruanos recién empieza a cobrar fuerza en el país y debe servir de base para revalorar la necesidad de practicar la interculturalidad como enfoque y política de Estado.