“En el ajedrez es más importante la amenaza de ataque que el ataque en sí”. Esta una frase que el estratega político español, Iván Redondo, utilizó para graficar la realpolitk de la táctica sirve hoy para describir el movimiento fallido de Guido Bellido en las últimas horas. Como en el ajedrez, Bellido tiene ahora el jaque sobre sí mismo porque ni a él ni a ningún ciudadano o ciudadana que sepa leer las intenciones que subyacen al que se ha convertido orquestadamente en el “escándalo Béjar”, se nos escapa que la intención de la oposición no es ni ha sido nunca Héctor Béjar. Tampoco lo es sólo Bellido y, sin embargo, con este movimiento fallido, lo que ha logrado el Premier no es ganar aire ni tiempo, sino lo contrario: ha puesto su propio reloj de la bomba que tiene sobre sí mismo en retroceso.
Al respecto dejo por aquí cinco apuntes y una intuición.
1.- Los antecedentes siempre hablan.
A quienes nos buscan decir que la salida de Béjar podría abrir las puertas a un diálogo con las derechas opositoras que permita construir un puente de estabilidad política, les pregunto ¿cuándo las derechas opositoras han leído cesión como oportunidad para dialogar? No hace falta esperanzarse en un futuro posible cuando tienes precedentes elocuentes. Si algo han hecho estas mismas derechas -porque llevan otros rostros y nombres pero utilizan las mismas prácticas políticas y tienen detrás los mismos intereses- es utilizar cada cesión como una oportunidad para ratificar sus movimientos obstruccionistas. Lo hicieron con PPK, lo hicieron con Vizcarra y también con Sagasti. Mirtha Vásquez y su equipo pueden dar mucha fe de ello. ¿Es ingenuidad o amnesia voluntaria para sostener un discurso de correctismo político impuesto desde los poderes? No lo sé, pero convendría no caer en ellos.
2. El problema no es Béjar sino lo que evidencias tomando una postura “ambigua” ante lo obvio.
Hay quien quiere hacernos creer que el problema son las declaraciones de Béjar. Aquellas que han sido perversamente sacadas de contexto, editadas para generar una narrativa distorsionada de lo enunciado y, sobre todo, orquestadas en un programa que de riguroso tiene lo mismo que Willax: Panorama. ¿Acaso la intencionalidad de lo publicado no pesa en la toma de decisiones? Y, a quienes creen que esto va de principios, ¿no corresponde justamente defender los principios sin caer en las fakenews y la intentona de esa misma extrema derecha que denuncian? Sí, le hablo directamente a esa mal llamada “progresía” (porque es antes bien el espectro liberal de centro en Perú), que intentan defender una suerte de posicionamiento ambivalente que nunca jamás es ni neutral ni principista ni apolítico. Decía Zizek acertadamente que “la lucha por la hegemonía ideológica-política es siempre una lucha por la apropiación de aquellos conceptos que son vividos ‘espontáneamente’ como ‘apolíticos’ “. Nada más certero que esta frase para calificar a quienes desde una supuesta “neutralidad política” han buscado rehuir de un debate. Se puede estar en contra de las declaraciones de Béjar sin exigir su salida. Se puede debatir sin ridiculizar a quien ofrece un argumento distinto. Se puede incluso sostener que alguna postura te parece anacrónica sin decir que se trata de conspiranoia pues no hay mayor victoria del neoliberalismo y la política estadounidense que hacer hegemónica la idea de que su demostrada intervención en otros países fuera leída como “conspiranoia”. Ver a gente inteligente cayendo en ese marco es evidencia de esa terrible victoria. Ojalá un liberalismo peruano dispuesto a debatir en lugar de dogmatizar. Es en esa práctica de superioridad moral donde le hacen el juego a la extrema derecha de López Aliaga, Willax y Montoya. No en sus posturas, sino en su práctica moralista que dista de ser la neutralidad principista que pregonan.
3. El problema no es Béjar sino con quien cierras filas al “dejarlo” ir.
El problema no son ni sus declaraciones realizadas antes de asumir un cargo público y, sobre todo, sacadas perversamente de contexto. No lo es tampoco su propia renuncia tras este paso adelante de golpe coordinado. No lo es tampoco que ahora toque buscar a un o una canciller que pueda liderar políticas soberanas y no sumisas desde un país que en su bicentenario lo merece más que nunca, y tampoco que Guido Bellido y Pedro Castillo aceptaran esta renuncia innecesaria. El problema es que esta renuncia llegó debido a la soledad en que dejaron a Béjar quienes debían haberlo defendido: el gobierno del que formaba parte. Las declaraciones de Bellido y de Ayala (Ministro de Defensa) no fueron desafortunadas, sino profundamente torpes pues permitieron sostener la crisis más horas de las que hubiera durado si se hubiera cerrado filas con el excanciller. Pero, OJO, en realidad sí cerraron filas pero con un agente distinto: con La Marina. Esa Marina que dice reivindicar a Miguel Grau pero nos se acerca más a Montesinos. Esa Marina que emitió un comunicado antidemocrático y alarmante, que hubiera merecido el rechazo de los defensores de la democracia que, en muchos casos, o guardaron silencio o se sumaron a la orquesta de demolición sin reparar en las consecuencias de avalar, entre otras cosas, un pronunciamiento de este tipo. Esa Marina que fue pisoteada por Fujimori y Montesinos pero que cuando esto ocurrió no firmaron un comunicado de protesta, sino un acta de sujeción. Y hay que decirlo así de claro porque no son todos los miembros de la Marina quienes avalan esta prácticas mafiosas y antidemocráticas, ni se suman al coro de quienes se posicionaron desde su poder e Institución a favor de una candidatura cuando lo que tocaba era ser neutrales. La mejor manera de honrar a los integrantes democráticos y probos de la Marina -que los hay- es denunciando a quienes la han desprovisto de su función y la han convertido en una institución a la medida y utilidad de la derecha fujimorista y la extrema derecha peruanas.
4.La estrategia de choque que no lo es.
Si bien es evidente que existe esta intencionalidad, con el mal manejo de lo ocurrido con Béjar también queda en evidencia que esta estrategia es tan débil como improvisada. Nada peor que anunciarle a tus adversarios cuáles son tus puntos débiles, sobre todo cuando quieres confrontar -nos guste o no esta intención. Esto es todavía peor cuando el asunto Béjar pudo resolverse hacia la interna. Con diálogo entre instituciones (incluida La Marina), con reuniones que incluyeran a Béjar y a otros Ministros y con voluntad de encuentro pero no de resignación. Por el contrario, esta falsa resolución -‘falsa’ porque solo anticipa otras muchas cosas a resolver en adelante- solo evidencia debilidad y que la estrategia de choque es antes un accidente (tal vez positivo) producto de cierto caos y desorden.
5. Lo que se pierde y el problema inmediato.
El problema central es que es con esta evidencia de debilidad en la que el Gabinete de Ministros pierde importante peso sostenido en las anteriores semanas, acudirá al voto de confianza en ese Congreso donde se relamen los labios tras la salida de Béjar. Lo ganado por Bellido y Cerrón en los domingos anteriores como parte de esa estrategia de potenciar la imagen del gabinete, y del gobierno en general, desde el relato de la polarización con “los otros”, cae también en saco roto. Si tu seña de identidad es “nosotros no claudicaremos y por eso nos golpean” ahora no tienes mucho que ofrecer pues, incluso cuando un hombre de la talla de Béjar cuida al Gobierno en su salida, por más florituras y buena voluntad que le ponga, es ya leída en el ojo publico y político como derrota. No ha sido una cesión, sino una demostración de debilidad. No ha sido un paso atrás para cabalgar hacia adelante, sino un acorralamiento de las mismas fuerzas políticas a las que debías decirles que los errores se subsanan pero que el gobierno tiene políticas claras -incluida la de exterior- y que a las operaciones no se responde renunciando, sino negociando sin perder el mango de la sartén. Hoy, la sartén no la encontramos.
La intuición
A los fatalistas del “ya hemos perdido” hay que decirles que ninguna batalla se gana completa. No lo digo yo, lo dice la historia. Este es un revés que pudo evitarse pero es un revés que aún con sus dificultades puede abrir puertas a nuevas resoluciones.Este es el momento de Pedro Castillo antes que de Guido Bellido. El Presidente del Consejo de Ministros puede tener mucho de cuestionable pero lo principal es que no ha sido capaz de leer el momento político que tenía entre manos cuando decidió sumarse a un cargamontón donde el siguiente es él. Se equivoca el que cree que puede confiar en quienes se meten con sus pares cuando han demostrado que quieren tanto su cabeza como la de cualquiera. El objetivo es debilitar al gobierno y para eso vale tanto Béjar, como Bellido, como Francke, como Zevallos o quien sea. La oposición lo tiene claro. El oficialismo debería tenerlo también. Es el momento de que sea el mismo Pedro Castillo, que ha hecho una larga cura de silencio, el que recupere el terreno perdido pues tiene el peso de la Presidencia para ello. Apariciones públicas y diálogos privados con actores estratégicos en el Congreso, en movimientos sociales y, sobre todo, en el terreno de aquella política a la que se le presta poca atención: la calle. Un Castillo con Bellido en Chumbivilcas, por ejemplo, sería un giro de timón audaz pero a la vez una declaración de intenciones. Un “aquí no se rinde nadie” que venga acompañado de resultados concretos en un momento donde el innecesario paso atrás del gabinete de ministros lo amerita. Decía al inicio que, en el ajedrez, la amenaza de ataque es más importante que el ataque en sí. Y, lamentablemente, se ha permitido a las derechas -que no están solo en el Congreso, sino en los medios de comunicación y en espacios como el de la Marina- hagan de su amenaza un poder concreto. Si no se reacciona pronto, mañana no habrá amenazas, solo ataques. Toca a Castillo neutralizar este revés y a Bellido reflexionar sobre su fallido movimiento pues, de lo contrario, sonará en el Congreso esa conocida frase: “calienta, que sales”.