Por: José Carlos Lama y Álvaro Meneses (con colaboración de Pedro Francke)

Pedro Pablo Kuczynski acaba de renunciar, tras pilotear durante 600 días un barco a la deriva llamado Perú.

Veinte meses de un gobierno en la más absoluta incertidumbre política y una pésima gestión económica. Pero es desde poco antes de indultar al ex dictador Fujimori -el 24 de diciembre de 2017- que navegó en aguas especialmente turbias y movidas por las graves denuncias que lo relacionan incontables veces con la corrupta Odebrecht -las que decantaron en dos pedidos de vacancia por incapacidad moral-, un deficiente manejo económico y un rotundo fracaso del proceso de reconstrucción tras el Niño Costero, que nos recuerda, como si fuese ayer, el fiasco aprista de Forsur, tras el terremoto de Pisco de 2007.  

Esta suma de hechos se tradujo el último trimestre, en una marcada tendencia a la baja en sus índices de popularidad: apenas uno de cada cinco peruanos aprobaba hasta hace poco su gestión de gobierno y cuatro de cada diez consideraban que debía renunciar al cargo (1).

¿Y cómo respondía Kuczynski? Desviando la atención. En lugar de responder, por ejemplo, por las cuestionables relaciones comerciales que sus empresas sostuvieron con la megacorrupción de Lavajato cuando ejercía cargos ministeriales, prefería dar sus razones para la ‘desinvitación’ de Maduro a la Cumbre de las Américas. O visitar a la selección nacional de fútbol en alguna concentración previa al mundial. O, como el último febrero, anunciando su súbito interés por subir el sueldo mínimo.

Esto último, lo hizo mediante un tuit, en el que anunció haber ordenado al ministro de Trabajo “convocar de inmediato al Consejo Nacional del Trabajo para evaluar la remuneración mínima vital”.

El Consejo Nacional del Trabajo (CNT) a la deriva

En su papel como el órgano estatal que reúne a los gremios empresariales y sindicales más relevantes del país para definir políticas laborales, el Consejo Nacional de Trabajo vino evaluando el alza de la Remuneración Mínima Vital desde fines de enero, luego de su paralización en abril del 2017 por graves desavenencias políticas que tenían que ver con una percepción de los dirigentes gremiales de poca apertura y predisposición de los líderes empresariales por considerar la necesaria subida de un salario mínimo vital muy rezagado en su capacidad adquisitiva real. 

Integrado por los sindicalistas Elías Grijalva (CTP), Julio César Bazán (CUT), Julio Castillo (CGTP), Sergio Ríos (CATP) y los representantes del sector empresarial Roque Benavides (Confiep), Pedro Gamio (Adex), Raisa Rubio (Comex), entre otros; el CNT se volvió a conformar para evaluar la propuesta inicial de los sindicatos: fijar el sueldo mínimo en 1500 soles.

“En casi 45 años, el poder adquisitivo de la remuneración mínima ha decrecido a la tercera parte. Sin embargo, los gremios han ofrecido cero aumento ante el Consejo Nacional del Trabajo. No hay consenso. No hay voluntad política”, advirtió Gerónimo López Sevillano, secretario general de la CGTP en un pronunciamiento oficial del sindicato.

Tras varias reuniones acontecidas durante el último mes, finalmente, poco antes de anunciar su renuncia a la presidencia en Mensaje a la Nación y presentar su carta de dimisión al Congreso de la República, Pedro Pablo Kuczynski suscribió un aumento de 80 soles al sueldo mínimo: el piso actual de los salarios formales ascenderá entonces desde el mes de abril a 930 soles.

Vale la pena preguntarse, ¿qué tan significativa es esta alza? ¿Cuánto tendría que subir para considerarse digno para una familia de cuatro o cinco personas? ¿Qué impactos tendría dicha subida en el crecimiento económico y en la informalidad? ¿Cómo ha venido evolucionando el sueldo mínimo y su capacidad de compra en los últimos 50 años? ¿Y en latinoamérica, cuánto es el sueldo mínimo que se paga en Perú respecto a Argentina, Bolivia o Chile? ¿Qué políticas públicas deberían fijarse respecto al salario mínimo vital?

Todas estas preguntas las intentaremos responder a continuación.

El sueldo mínimo que se desplomó

En las postrimerías del gobierno de Ollanta Humala, el 30 de marzo de 2016, la RMV subió por penúltima vez a S/.850. ¿Y antes? ¿Cómo ha venido evolucionando en las últimas cinco décadas el sueldo mínimo? ¿Cuánto se podía comprar con el mismo en la época de Velasco, Belaúnde, García, Fujimori, Toledo o Humala?

Como se puede ver en el gráfico N°1, realizándose una equivalencia en el tiempo del poder adquisitivo del sueldo mínimo que ganaba un trabajador en 2009 (como referencia), hoy tendría que ser aproximadamente S/.2045 para poder comprar lo que podía comprar el mismo en el fragor del gobierno velasquista (1973) o de unos S/.1476 si quisiéramos mantener el poder adquisitivo del gobierno ochentero de Belaúnde Terry (2).

GRÁFICA #1: Evolución del sueldo mínimo desde 1970 al 2017/Fuente: Oxfam

Como se desprende del gráfico, el poder adquisitivo del sueldo mínimo cayó estrepitosamente entre inicios de la década del setenta, tras alcanzar el pico máximo de S/.2,045 (a valor referencial actual) en el gobierno de Velasco -tras las intensas medidas de redistribución económica implementadas- e inicios del noventa, donde tocó fondo: el equivalente a S/.161 en marzo de 1994 (perdiendo así más del 90% de su valor de compra en poco más de veinte años), recuperándose tras ello, muy lentamente después de la caída del gobierno fujimontesinista: 8% durante la gestión Toledo, 4% durante la gestión García (a pesar del boom de las exportaciones) y 14% durante la gestión Humala.

Hoy, tras este último aumento, alcanza poco más de la mitad del valor de la canasta básica familiar (CBF) y poco más de la tercera parte del poder adquisitivo de un trabajador que ganaba el salario mínimo hace cinco décadas: un valor (en soles reales de 2009) de S/.681 en marzo de 2017, el que ajustado con la última subida, bordearía aproximadamente los S/.750.

Dicha depresión de la capacidad adquisitiva del sueldo mínimo en el tiempo tiene relación con la caída del peso de los salarios respecto al PBI con el paso de los años. Como se puede apreciar en el gráfico N° 2, la economía peruana creció (sobre todo impulsada por las exportaciones), pero bastante más que el peso de los salarios de los trabajadores, que relativamente, vinieron cayendo (y eso que en estos promedios no se registran los ingresos de los peruanos millonarios, lo que podría hacer más dramáticas las proporciones para los trabajadores y más favorables para el capital).

GRÁFICA #2: Evolución de la participación de asalariados privados formales de 1998 al 2015 en el PBI /Fuente: INEI

Al respecto, el economista Bruno Seminario estima que entre el 2007 y 2015 el crecimiento anual de las exportaciones fue de 6,5% mientras que el valor real de los salarios apenas 2% en el mismo período, lo que indica “que las utilidades de las empresas han crecido mucho más que las remuneraciones y por ello, el pago al trabajo ha perdido participación en el ingreso nacional” (3).

La canasta de supervivencia que no alcanza comprar

¿Qué se puede comprar con los S/.930 que ganará un trabajador o trabajadora de pequeñas, medianas y grandes empresas en el Perú a partir de abril? Para responder a esta pregunta necesitamos conocer lo que el Estado considera como canasta básica familiar (CBF), un conjunto de productos que tendría que cubrir las necesidades básicas de una familia promedio. ¿Pero en verdad las cubre?

La CBF considera, según un informe de la Cámara de Comercio de Lima (4), 532 productos, solo de tipo alimenticio, entre lácteos, carnes, cereales, legumbres, grasas, frutas y verduras; y el costo de esta ha ido aumentando en los últimos cinco años (citar fuente de INEI). Como muestra la gráfica N° 3, en 2012, el costo de la canasta para una familia de cuatro personas era de S/.1136. Para el 2015, alcanzaba ya los S/.1260, y no dejó de subir. En el caso de una familia de cuatro personas donde solo uno de ellos percibe ingresos, ¿se imaginan cubrir una canasta básica familiar para cuatro personas -sólo de alimentos de primera necesidad- de S/.1312 (costo al 2016) con tan solo S/.850 -de este mes- o los S/.930 -desde abril?

GRÁFICA #3: Costos de la canasta básica familiar del 2012 al 2016/Fuente: INEI

Entonces, aún con esta muy limitada canasta básica, se necesitaría que como mínimo dos miembros de una familia (de cuatro) puedan ganarlo, para apenas tener para comer y por lo menos tres si quisiéramos aproximarnos a un mínimo razonable donde estén cubiertos otros gastos básicos como los servicios de vivienda (agua, luz, arbitrios) u otros tan básicos como transporte, salud, educación o comunicaciones. Pensar en un presupuesto mínimo para el esparcimiento familiar está claro que suena a más que un lujo. ¿Y si una familia tiene cinco o más personas?   

El trabajador peruano, en la cola de sudamérica

¿En qué lugar de la región se ubican las y los trabajadores peruanos que ganan el salario mínimo vital? Como podemos apreciar en el gráfico N° 4, aún con la subida reciente nos ubicamos en la cola de sudamérica.

El cuadro muestra no solo que en términos de dinero equivalente (dólares) por país estamos hasta el final, también lo estamos en lo que puede comprar de alimentos ese salario mínimo.

GRÁFICA #4: Sueldos mínimos a nivel regional a inicios de 2017, excepto Perú. Elaboración propia

Otra aproximación respecto al bajo poder adquisitivo de los salarios en el Perú lo encontramos en el reporte de la consultora inglesa Movehub que ubica al Perú en el grupo de tres países sudamericanos cuyo salario promedio está seriamente impactado por el consumo de alimentos de primera necesidad (5). Entonces no solo hablamos del problema del sueldo mínimo, las y los trabajadores peruanos en su mayoría están mal pagados.

Un falso dilema: ¿informalidad o crecimiento?

El discurso del sector empresarial consiste en alertar que el aumento del salario mínimo necesariamente incrementará el desempleo y la informalidad. Incluso, recientemente el congresista del partido de gobierno y ex dirigente de Confiep, Pedro Olaechea, ha propuesto que se rebaje el sueldo mínimo en regiones. Quienes así opinan ocultan que gracias a los bajos salarios de hoy, ellos obtienen altas ganancias en sus empresas.

Pero los empresarios y sus aliados pierden de vista que el salario no es solo un costo; es también un aliciente para el trabajo y un factor de demanda. Así, un trabajador mejor pagado es también alguien que le tendrá más estima a la empresa, estará más motivado en su trabajo y cuidará su puesto de labores.

En segundo lugar, si bien aumentar salarios tiene costos para las empresas, luego de recibir su pago con aumento esos trabajadores comprarán más panes, más ropa y más electrodomésticos, dinamizando la demanda, permitiendo que las empresas vendan más y de esa manera reactivando la producción. Esto último no es poca cosa, según las cifras que estima el dirigente de la CGTP, Gerónimo López, más de 915 mil trabajadores serían directamente beneficiados.

Curiosamente, quienes tanto se preocupan por la informalidad y el desempleo como argumentos contra el salario mínimo, no defienden, por ejemplo, a la industria nacional de las importaciones asiáticas a precio de dumping, lo que ha generado miles de despidos en la industria textil. Tampoco dicen una palabra en relación a la falta de apoyo a las pymes con crédito y asistencia tecnológica por parte del gobierno.

Para refutar a quienes se oponen a todo aumento del salario mínimo, basta mirar el impacto generado en el empleo formal tras la subida realizada al inicio del gobierno de Humala (junio 2012) de S/.675 a S/.750; el mismo no afectó negativamente el empleo ni en grandes ni en pequeñas empresas. Tampoco ha habido caídas en el empleo formal en ninguna de las anteriores oportunidades de aumentos del salario mínimo .

Como toda política, sin embargo, un aumento del salario mínimo también debe hacerse con límites para evitar el riesgo de efectos negativos. No puede subirse exageradamente. Esto suele poder asegurarse aplicando como criterios esenciales para la subida periódica, la inflación, las mejoras de la productividad, buscando “proteger el poder adquisitivo de los trabajadores sin generar presiones inflacionarias, a la par que otorgar predictibilidad y flexibilidad al mecanismo de ajuste” (6) a lo que se podría sumar una paulatina recuperación del espacio perdido por los salarios en la distribución de ingreso.  

¿Solo subir el sueldo mínimo?

La discusión sobre este tema debe ir más allá del salario mínimo y cuestionar toda la política salarial y laboral del gobierno así como la estrategia contra la informalidad. Esto debe ser así pues el mercado de trabajo no funciona como uno donde los salarios se pueden fijar solo con la oferta y demanda, sino intervienen -como apunta Krugman (7)- las correlaciones de fuerzas sociales -usualmente asimétricas a favor de los grandes capitales- y las decisiones políticas -usualmente favorables a los intereses de dichos grandes capitales.  

En cuanto a los salarios, como se pudo apreciar, estos han ido decayendo en su participación en el PBI del 30% en 1990 al 20% en la actualidad, agravando una muy desigual distribución de ingresos y debilitando la demanda interna y la industria nacional. Hace falta una política que permita a los trabajadores negociar en mejores condiciones sus salarios y condiciones de bienestar, salud y seguridad en el trabajo, y eso pasa por una política que fortalezca los sindicatos, garantice un seguro de desempleo universal y la negociación colectiva e impida los despidos arbitrarios. También fortalecer la SUNAFIL – Superintendencia Nacional de Fiscalización Laboral, promover y no sabotear el arbitraje como ha hecho este gobierno, incentivar la negociación por rama, brindar asesoría y apoyo a los sindicatos, son necesarias.

En cuanto a la informalidad, dos estrategias son fundamentales. Lo más importante es promover el empleo digno en empresas formalmente constituidas, a diferencia de la gestión Kuczynski que ha permitido una recesión industrial y la pérdida de 160 mil empleos hasta fines del 2017. Adicionalmente, para promover las pymes hay que dar facilidades de crédito, apoyar las incubadoras de empresas, organizar cadenas productivas y eslabonamientos industriales, transferir tecnologías y abrir y organizar mercados en su favor.

 

(1) – https://elcomercio.pe/politica/encuesta-comercio-ipsos-cuadros-sondeo-nacional-noticia-496364?foto=2

(2) – Farid Matuk, «El alza espontánea del salario mínimo». En: Oxfam, diciembre, 2017.

(3) – https://gestion.pe/impresa/alza-productividad-tradujo-mayor-aumento-utilidades-salarios-4912

(4) – Informe Especial, «Sube el costo de la canasta básica y aún no está del todo cubierta». En: Cámara de Comercio de Lima.

(5) – https://www.movehub.com/blog/cost-of-feeding-family-of-four/

(6) – Fernando Cuadros y Sergio Quiñones, «Aportes al debate en torno al incremento de la remuneración mínima vital» (2015)

(7) – Krugman, Paul, “Walmart’s Visible Hand”. En: The New York Times, 2 de marzo, 2015 (citado en Fernando Cuadros y Sergio Quiñones (2015): «Aportes al debate en torno al incremento de la remuneración mínima vital»)