Hace algunos días se estrenó nuevamente en el Perú, Juliana, la ficción del Grupo Chaski, que ha permitido que nuevas generaciones accedan con la sensibilidad del siglo XXI a un film de hace tres décadas, y que se repuso en salas en homenaje a su primera exhibición pública en el año 1989.

Juliana es un film que tiene treinta años y que no ha envejecido nada. Ya hace algunos meses La revolución y la tierra de Gonzalo Benavente confirmó que muchos films peruanos hechos en los años setenta y ochenta servían como espejo perfecto para graficar escenas de un país actual totalmente sumergido en el clasismo y racismo, aunque el gobierno de Velasco Alvarado hizo lo posible por cambiarle la faz a un país entero en su disparidad social y cultural con la Reforma Agraria. ¿O acaso el film Cholo (1972) de Bernardo Batievsky luce desfasado?

La vigencia y vigorosidad de Juliana radica en que las luchas actuales están intactas. No solo en cuanto a la representación de una niña trabajadora ninguneada por su familia, en su retrato contra el autoritarismo, el machismo y el abuso infantil, sino en la apuesta visual y de denuncia de unos cineastas con un compromiso social. ¿Cuántos cineastas quedan en el Perú con esta convicción y compromiso que tuvieron los miembros del grupo Chaski de Miss Universo en el Perú, Gregorio y Juliana? Probablemente muy pocos.

Recuerdo que en su época de estreno o pases televisivos, a finales de los ochenta y mediados de los noventa, se hablaba de Juliana pero dentro del contexto pos terrorismo, de la pobreza en un país de migrantes y la violencia contra los niños, o entre la crítica, como una radiografía social muy devota del neorrealismo italiano y del cine directo. Pero casi nadie hablaba de la situación de las mujeres y niñas, del machismo o la violencia familiar. En cambio, tras verla años después, podría decirse que Juliana luce distinta, más vital, más vigente, más chocante, hasta tal punto que hoy en día a ningún cineasta peruano (mucho menos aquel que quiera ganar un concurso del Estado) pondría en su guion a dos niños siendo pateados, vejados, o a una Juliana mentándole la madre a un niño que le quiso robar. Por eso, es un film, también, irrepetible.

Juliana es un personaje que inspira al feminismo y que logró en su momento que decenas de niñas se identificaran con este personaje que se disfraza de hombre para sobrevivir. Pero, ¿sería un film feminista? En parte, sobre todo si pensamos en su modo de producción, con guionista y directores hombres, con un crew (sonido, fotografía, montaje) masculino, donde la cuota de las mujeres se reduce a maquillaje y demás. Ojo que el número de las mujeres haciendo cine y participando en producciones en la Lima de 1989, era muy bajo, pero da cuenta al menos de que algunos modos de hacer cine también se mantienen. Y también si recordamos la salida del grupo de María Barea, productora de Gregorio. En todo caso, las mujeres agradecemos la entrega al cine peruano de un personaje tan completo y logrado.

Pero, su vigencia no está solamente en que la Lima que plantea sea la misma donde sufrimos día a día la informalidad del transporte, las casonas abandonadas y en ruinas, de los trabajos forzados y al margen, sino que permite discutir a esta ciudad como el entorno que ha cobijado muy pocas historias similares, o discutir cómo se ha venido graficando a estos personajes niños en el cine peruano, ahora menos fuertes, viscerales, o menos rotos. Es decir, la vigencia de Juliana no solo es representacional o política, sino que si la comparamos con producciones recientes lamentamos que sea un film poco valorado, y que fácilmente entraría en cualquier top 5 de los mejores films peruanos de nuestra historia. Quizás haya sido el costo de un film protagonizado por una niña que nadie conocía y que escapaba al estereotipo televisivo de Carmín.

Por otro lado, este estreno fue víctima de la misma dinámica que viven los films que no tienen protagonistas provenientes de las series y telenovelas masivas, cuyas locaciones grafican zonas marginales o cuyas historias sobre pobreza y exclusión no venden. El estreno fue programado en salas de Los Olivos, Breña, Independencia, El Agustino, Centro de Lima, La Victoria, Santa Anita o Lima Provincias (siendo solo Piura o Ayacucho), aunque también como excepción el Jockey Plaza, lo que sigue confirmando el criterio clasista que tienen los exhibidores. ¿Será porque Juliana nos sigue interpelando aún sobre racismo, machismo, clasismo treinta años después? ¿Quieren proteger a sus usuarios de Miraflores, San Isidro y San Borja de aquello que dicen los hermanos Ballumbrosio en un pasaje del film, eso de que “los pitucos solo piensan en ellos mismos, en su rock y en sus flacas”?