Hace unos días me pronuncié sobre la difusión de un show de América Televisión que utilizó (una vez más) el blackface. Esto concitó diversas reacciones, sobre todo aquellas indignadas ante el rechazo al que se pinten la piel de negro para interpretar a un artista afrodescendiente como “El General”. “¿Cómo quieres que lo hagan?”, repitieron en las redes de Wayka. Claro, ésta fue la pregunta “natural” que seguro estaba acompañada de recuerdos de ellos/as mismos/as (o de sus compañeros/as) protagonizando en sus colegios personajes embetunados que fueron aplaudidos y disfrutados por “su público”.

Sobre los comentarios racistas que desfilaron prefiero no explayarme, porque evidenciaron ser los mejores expositores de la discriminación étnico racial que niegan.

Es conocido que el blackface nace como un maquillaje teatral y cinematográfico mediante el cual los actores blancos se cubrían toda la cara, y muchas veces la totalidad del cuerpo con pintura negra. Esto en combinación con representaciones llenas de estereotipos que caricaturizaron y ridiculizaron a las personas afro.

No obstante, parece no ser suficiente para desterrarlo de nuestro país. En este espacio intentaré detallar las razones por las cuales el blackface no es aceptado en pleno siglo XXI.  

Veremos desde su origen hasta la actualidad. Empezamos:

  1. Su origen racista

Tengamos presente cuál es su origen: personas blancas ridiculizando a las personas afrodescendientes. La realizadora audiovisual colombiana Lía Baez Puente señala que el blackface no es un maquillaje teatral cinematográfico sino una “institución de representación actoral racista que marginaliza a los afrodescendientes, brindando una imagen errónea y negativa de ellos”.

Baez lo denomina “el no-maquillaje teatral”, pues si este fuera un maquillaje teatral deviniera de las necesidades estético -narrativas que una obra requiere, “no de una imposición segregacionista que prohibía que personas afro formen parte de una puesta en escena-, surgido,  aparentemente,  en  el  teatro Isabelino, fue llevado alrededor del siglo XVIII a los Estados Unidos, donde, con el tiempo, fue ganando popularidad hasta tener su apogeo entre el siglo XIX y los primeros 30 años del siglo XX, en los contextos, respectivamente, de la esclavitud y  de  las  Leyes  de  Jim  Crow  (leyes  que,  de  hecho,  llevan  aquel  nombre  por  un espectáculo con blackfacede 1828)”.

Además, es importante recordar que mientras en el teatro y cine se utilizaba el blackface para que personas blancas representaran a afroamericanos felices y resignados; en las plantaciones del sur de Estados Unidos, se seguían empleando a esclavizados provenientes de África, lo cual hace esta práctica aún más nefasta.

2. Afrodescendientes rechazan su práctica

Fue a partir de las denuncias desde el Movimiento por los Derechos Civiles impulsado por los afroamericanos en la década de los 60´ que el blackface se prohíbe, aunque en varios países de América Latina (incluyendo el Perú) y el Caribe sigue reproduciéndose esta práctica racista. Por esto, no hay que perder de vista que el racismo y la discriminación racial se reconfiguran en la región, “se caracteriza por su sutileza, por no ser abiertamente racial y por evitar el uso de términos y discursos raciales del pasado”. (White Supremacy and Racism in the Post-Civil Rights Era. Boulder: Lynne Rienner, 2001).

Cuando se rechaza el oscurecerse la piel en una caracterización de un personaje afrodescendiente no es necesario “comprobar” la intención racista de quien lo hace o difunde, porque el surgimiento del blackface recuerda un pasado triste, indignante, humillante y racista. Significó la marginación del “otro” (sujeto afro) cargado de prejuicios negativos y tienen repercusiones hasta la actualidad, influenciando en la manera cómo las y los afrodescendientes son valorados en el imaginario colectivo.

En agosto del año pasado, Teletica Formatos, canal de televisión de Costa Rica, tuvo que disculparse públicamente por presentar un blackface en el programa “Tu cara me suena” para caracterizar a la cantante afrocubana Celia Cruz. En el Perú seguimos buscando argumento para justificarlo y reproducirlo.

3. Invisibilización del sujeto afrodescendiente

Por otro lado, si existe interés en contar con caracterizaciones de personajes afrodescendientes se debería motivar la participación de artistas afro en los distintos escenarios, incluyendo los medios de comunicación. No es un secreto que la ausencia de participación de afroperuanos ha sido una constante y una real apertura para apreciar y dar tribuna al talento sería su incorporación sostenida.

La negación del racismo es una de las mayores barreras para desterrarlo. El blackface no es una práctica racista inocente, tiene una historia de deshumanización y minimización al Pueblo Afrodescendiente que debe ser desterrada de todos los espacios.

Es cierto, que en los últimos años muchas de las caracterizaciones están ausentes de rasgos exagerados y animalizantes por la protesta de afrodescendientes y antirracistas, pero esto – reitero- no borra las circunstancias de su surgimiento.

Finalmente, el blackface como espectáculo no debería ser practicado ni aplaudido, menos aún en tiempos donde es insuficiente no ser racista, pues urge dar el siguiente paso: ser antirracista (Angela Davis).

Sofía Carrillo Zegarra
Periodista.
Activista afroperuana. Defensora de Derechos Humanos.