Esneider Estela quemó a Juanita Mendoza por dos motivos: primero, como castigo a Liliana (hermana de Juanita) por haberse atrevido a dejarlo, y segundo, como castigo a la misma Juanita por haberse atrevido a oponerse a la relación entre ellos. La frágil masculinidad de Estela requirió de la extrema espectacularización de quemar viva a una mujer para intentar restituirse luego de que la pareja lo dejara. Sin duda un crimen de género: un feminicidio.

Cuando Federico Salazar[1] dice que este caso no fue feminicidio, argumenta que Juanita “no fue quemada por ser mujer, sino por haberse opuesto a la relación de su hermana con el criminal Esneider Estela Terrones”. Argumento que presenta graves falencias, principalmente porque no está mirando los hechos desde una perspectiva de género. Perspectiva fundamental para poder entender qué quiere decir que a las mujeres nos maten por nuestra “condición de tal” o “por ser mujeres” que es como se define el feminicidio.

Para que un asesinato sea feminicidio no hace falta que el asesino diga “te mato por mujer”, quiere decir que las circunstancias del crimen solo pueden ser entendidas en su totalidad a la luz de las estructuras de poder de género que le asignan a las mujeres una determinada posición en la sociedad.

Entonces, tomando en cuenta una perspectiva de género, el primer error del argumento de Salazar es que solo considera como circunstancia explicativa del asesinato la oposición de Juanita a la relación de Estela con su hermana omitiendo que el asesino buscó, sobretodo, causar sufrimiento a su expareja a través del daño infligido en Juanita. Estela ya había amenazado a Liliana con “darle donde más le duele” si lo dejaba, y así lo hizo, pero no directamente sino a través del cuerpo de su hermana. Consideró que Liliana merecía sufrir con el dolor y la muerte de Juanita porque se atrevió a dejarlo. Crimen de género por donde se le mire o sino ¿Qué es lo que hace que un hombre se sienta con el derecho de castigar con la muerte de su hermana a una mujer que terminó la relación con él?

En segundo lugar, si tomamos en cuenta únicamente la oposición de Juanita a la relación de su hermana con el asesino, también hay en juego una estructura de género que pone a Juanita en mayor vulnerabilidad. Con esa oposición abierta a la relación, Juanita se atribuyó una prerrogativa negada a las mujeres en la gramática patriarcal. Si la oposición a la relación hubiera venido del padre o hermano de Liliana ¿también los hubiera quemado? Bastante más difícil, porque el parentesco patriarcal norma que los hombres de la familia sí tienen derecho sobre el destino de las mujeres, aun incluso si ya solo es simbólicamente; es al padre que se le “pide la mano” de la hija y el que “la entrega” en el altar y son los parientes hombres, sobre todo hermanos, quienes se ven como los llamados a cuidar del acceso sexual a las mujeres de su entorno familiar, con lo cual cuidan el “honor” propio y de la familia. Las mujeres no tenemos esa prerrogativa, como lo dejó en claro Gayle Rubin en su ya clásico ensayo[2] sobre el tema, la mujer es una moneda de cambio entre hombres.

Juanita hizo algo para lo cual el patriarcado[1] no le reconoce un lugar y esta trasgresión se pone de manifiesto de manera violentamente transparente, además, en mensajes de facebook que han salido a justificar al agresor: “Eso le ha pasado por metiche, quien le mandó meterse donde nadie la había llamado”, “Ninguna pobrecita la cojuda, metiche de mierda ta bien lo que le han hecho a ver si así ustedes aprenden a no joder sino lo mismo les va a pasar” (Rolando Monge Rojas, posteado por el Observatorio de Género – Perú).

Estas citas con todo lo doloroso y ofensivo que resulta leerlas en un momento como este pueden servir para visibilizar cómo funciona la gramática patriarcal. No se trata solo de las ideas disparatadas de este individuo, este es un guion sociocultural. El patriarcado existe, está vivito y coleando y está a la base del asesinato de Juanita. Además, como es evidente en la cita, a través de la quema de Juanita nos habla a todas las mujeres. Lamentablemente, no solo sujetos como el que escribe esas inefables líneas nos mandan el mensaje de legitimación de la violencia, lo hacen también las autoridades, jueces y fiscales cuando no imponen justicia como se debe, dejando espacio a la impunidad.

El feminicidio es una emergencia nacional que requiere esfuerzos desde todos los ámbitos de la sociedad. No estamos para que desde el gobierno, el poder judicial o algunos analistas como Federico Salazar se ponga en duda, de la manera más indolente, que un caso como el de Juanita (disciplinamiento de género puro y duro) es feminicidio. Estamos más bien para que desde todas las instancias del gobierno y de la sociedad se haga un esfuerzo por aprender a mirar la realidad con perspectiva de género.

[1] Columna “No es feminicidio” (09.07.2018) Disponible en: https://elcomercio.pe/opinion/columnistas/juanita-mendoza-feminicidio-federico-salazar-noticia-534004

[2] Rubin, Gayle (1986) El tráfico de mujeres: notas para una economía política del sexo. En: Revista Nueva Antropología, noviembre, año/vol VIII No. 030. Universidad Autónoma de México. Disponible en: http://www.caladona.org/grups/uploads/2007/05/El%20trafico%20de%20mujeres2.pdf

[3] Entiendo por patriarcado un sistema de relaciones de poder de género basadas en la autoridad masculina, con fundamento en la autoridad del padre como es la tradición moderna occidental de la que somos herederos. Este sistema convive con ideas más formales de igualdad, discursos oficiales y de corrección política que, como vemos todos los días, están lejos de ser los que norman el día a día de hombres y mujeres.