Mil 200 pescadores de Ancón llevan seis días sin trabajar, desde que Repsol contaminó las aguas y perjudicó los ingresos con los que sostienen a sus familias. Han sido contratados para labores de limpieza del petróleo a cambio de S/ 350 y sin implementos de seguridad por una empresa tercerizada. Ellos exigen una remuneración de la multinacional y atención del Estado.
Nicol León
Mientras Repsol ensayaba un comunicado para asegurar que el derrame de petróleo no afectaría su economía, 1200 pescadores de Ancón llevaban seis días sin generar ingresos para sus familias.
—Todo el plancton lo han matado. Los peces los han matado. Ya a nosotros prácticamente nos han dejado sin trabajo —dice Bernardo Espinoza, pescador en Ancón desde hace 55 años —. Su compañero José Palomino, agrega: Los pescadores están en la calle. Acá trabajan por lo menos 3000. Pero solo les dan la plata a los que van a recoger, que son cerca de 30 por día.
Palomino (63) —piel tostada, mediana estatura, con 26 años como pescador en la bahía de Ancón —no recogerá petróleo hoy. Él ahora está encargado de organizar la manifestación contra Repsol, empresa multinacional que administra la Refinería La Pampilla, y responsable del derrame de 6 mil toneladas de petróleo el pasado sábado 15 de enero. Así buscan reunirse con sus representantes para exigir que los indemnicen.
La plata a la que hace referencia es el pago que LAMOR, empresa contratada por Repsol para limpiar el petróleo de las 17 playas afectadas, entrega a los pescadores que aceptaron el trabajo para paliar la falta de ingresos. Les pagan S/ 350 por esparcir una red, que funciona como una esponja absorbente de petróleo, con ayuda de sus embarcaciones.
—No es tan difícil. Tiramos la esponja, la revolcamos con el bote despacito nomás para que vaya absorbiendo el petróleo —agrega su compañero, otro pescador artesanal de Ancón, mientras desayuna antes de iniciar la jornada del día —. No nos dan implementos. La empresa no ha ofrecido nada. Solo nos dan la esponja absorbente.
En el muelle, se observan bolsas negras apiladas que contienen las redes absorbentes con las que los pescadores limpian el petróleo.
—Eso es lo que han sacado ayer. Ya está escurrido el petróleo ya. Lo han escurrido en un barco de la empresa —detalla Palomino.
Así, los pescadores quedan expuestos a los silenciosos efectos de este combustible fósil: daños al sistema nervioso, dolores de cabeza, mareos, molestias en el abdomen, alergias en la piel, irritación en la garganta, dificultades para respirar y, a largo plazo, cáncer. Es un desastre ambiental y humano.
Pero este trato finalizará cuando la limpieza termine. Según Repsol, esto ocurrirá a finales de febrero. Después, los pescadores no tendrán oportunidad de generar ingresos, ya que los daños al ecosistema marino tomarán años de reparación. Ellos exigen una mesa de trabajo con representantes de la multinacional para llegar a un acuerdo que les asegure una remuneración mensual hasta que el mar quede habitado nuevamente por animales marinos; solo así podrán pescar nuevamente. Para el científico Marino Morikawa, esto demandaría de dos años si la empresa actúa de la forma correcta y oportuna.
Kevin Villegas, secretario del frente de defensa de la Asociación de Pescadores Artesanales de Ancón (APESCAA), aclaró que LAMOR se contactó con ellos luego de que el derrame de petróleo llegó a su bahía. “Imagino que les iba a salir más caro mover embarcaciones desde el Callao. (Por esto), han tratado de ver la forma de contactarse para poder jalar unas esponjas entre embarcaciones. Entre dos embarcaciones cercan el petróleo; luego, se acercan sus barcos y empiezan a succionarlo. Ayer lo hicieron algo de cuatro horas. Hoy iban a ser ocho horas”.
APESCAA representa a 1200 pescadores artesanales que integran asociaciones de marisqueros, buzos, de tinteros, rederos, espineleros, armadores y trabajadores de plataforma.
Villegas señala que las canastas anunciadas por el Estado y Repsol son un insulto para los pescadores, pues solo duran uno o dos días.
“Y luego qué? No pasó nada? Nadie está viendo el daño que nos han ocasionado económicamente porque nosotros, muchos de los compañeros, trabajan del día a día. Trabajan hoy para poder comer mañana”, explica.
PÉRDIDAS
El alcalde de Ancón Pedro John Barrera calcula que este crimen ecológico genera pérdidas de hasta S/ 10 millones en el sector de pesca y S/ 3 millones para el turismo en el distrito que gobierna.
Bernardo Espinoza (68) es uno de los pescadores más antiguos de la bahía de Ancón. Lleva 55 años en la pesca de pejerrey. Cuenta que sus compañeros esperaban esta temporada con muchas ansias, pues es cuando más abundancia de peces encuentran.
—Los meses de mayor abundancia son noviembre, diciembre, enero, febrero, marzo y abril. Pero este derrame es como un veneno. Ha matado todito. Los cangrejos, los caracoles, el yuyo. ¿Hasta cuándo vamos a esperar?, ¿será un año, dos años, tres años? ¿Dígame usted y uno cómo queda? A todos nos afecta la economía —reclama.
Gilfredo León Cáceres (55) es responsable de la manutención de sus dos hijas y esposa. Antes del derrame del petróleo, sus ganancias por la pesca eran diarias. Él también se organiza, junto a otros pescadores para pedir que Repsol los indemnice por quitarles sus trabajos.
—Este petróleo se ha pegado en los choros, en las peñas, las algas. Ha afectado todo. Nosotros vivimos de la pesca de la liza, del pejerrey, de la cabinza, de la lorna, de la chita, de la corvina, del lenguado. Estos peces ya no van a estar. Van a morir o van a emigrar. Este problema durará por lo menos cinco años —explica. La pregunta es: ¿quién va a solucionar todo esto?
Para Gilfredo, el muelle de Ancón es el más afectado, pues desde allí zarpan embarcaciones que se dirigen al Callao y al sur de Lima. “Para los del Callao es favorable, ya que la corriente viene para acá, para el norte. Ha afectado a todo este balneario”, añade.
—¿Qué están haciendo para conseguir ingresos en este momento?
—Recién se están organizando desde ayer para ir con las supuestas embarcaciones que (LAMOR) manda, que solamente son 4 en todo el litoral. Es una burla para la cantidad de petróleo que hay —responde en referencia a la limpieza del químico (hidrocarburo) que hacen con apoyo de los pescadores que hoy no cuentan con trabajo.
PARALIZADOS
Moisés Garcia (60), pescador desde los 16 años —dice que ya no sabe qué día es hoy. No había dejado de trabajar durante tanto tiempo. Hace unos meses compró otra embarcación para aumentar sus ingresos. Pero ya no hay nada para pescar.
—El domingo ya estábamos mirando tristes pues. Tristes estábamos. El domingo ya venía de a pocos el petróleo —cuenta mientras observa el petróleo pegado sobre la superficie del mar.
García se enteró del oleaje anómalo por la erupción del volcán de Tonga gracias a la llamada de su hija, quien reside en Chile. Él se encontraba en el muelle de Ancón, cuando observó que el mar avanzó.
—Dejé mi embarcación y me fui para arriba. No vaya a pasar algo, pensé —recuerda.
Aún tiene un hijo que estudia en un instituto, por lo que está buscando otro muelle donde trabajar. Asegura que participará del plantón y espera que Repsol responda sus reclamos.
Victoria Cerdán (65) —vendedora de pescado y responsable de cinco niños— cuenta que desde que el petróleo llegó a las playas de Ancón no ha vendido nada. “Venimos, nos sentamos así como nos ve y nos vamos”.
Llega a su puesto ubicado en el mismo muelle de Ancón con la esperanza de que alguna institución o el Estado les entregue comida o una indemnización que les permita sobrevivir durante estos meses.
María Elena García (68) también genera ingresos mediante la venta de pescado para ayudar a sus dos nietos y a su hija, quien quedó viuda, luego de que su esposo, pescador, falleciera en altamar.
Sentada al lado de Victoria, recuerda que el lunes, dos días después del derrame de petróleo, vio por primera vez que el mar de Ancón estaba ennegrecido.
—Primero fue el maretazo, los pescadores no podían salir. Ahora con esto del petróleo, los comerciantes no podemos comprar pescado para vender. El público no quiere comprar porque hay mucha publicidad de que el mar está contaminado —narra.
Incluso, los peces que traen desde altamar, donde las aguas no están contaminadas, son rechazados. “Usted va a ofrecer a las casas, como diciendo que de repente quieren, pero no quieren. Todo el mundo dice que no. En los restaurantes o las tiendas dicen lo mismo”, precisa Victoria.
FRENAN CONSERVACIÓN
Cinco años antes del derrame de petróleo a causa de Repsol, los pescadores de Ancón trabajaban junto a Conciencia Marina, un grupo de profesionales dedicados a la conservación del mar, en un proyecto para impedir el derramamiento de residuos oleosos procedentes de la pesca artesanal. Así, lograron evitar que se viertan cuatro mil litros de aceite al mar. También evitaron que las bolsas plásticas, los trapos, entre otros residuos, contaminen la bahía.
Gustavo Vega, miembro de esta organización, relata que los pescadores artesanales cuidaban de forma activa las playas de Ancón.
“Nos parece indignante que después de todos estos años que hemos trabajado en conjunto con los pescadores, una empresa transnacional contamine la labor de esta manera. Alzamos nuestra voz de protesta y acompañamos a los pescadores de Ancón para exigir la justicia que merece este hecho, que es un atentado contra la ecología y contra las familias de Ancón que dependen de las actividades económicas que se realizan en la zona”, comenta.
Kevin Villegas, representante de las asociaciones de pescadores artesanales, explica que el sábado 21 de enero se implementó una mesa de trabajo con Repsol, pero no se llegó a ningún acuerdo. Ante esto, elaborarán un pliego de reclamos que presentarán en otra reunión para exigir que los indemnicen por los daños en la bahía.
Mientras tanto, las playas de este distrito permanecen aceitosas en la superficie y llenas de petróleo en sus profundidades. Este sábado 22 de enero, se realizó la manifestación que organizaba el pescador José Palomino en el muelle de Ancón. Las protestas continuarán en los próximos días, mientras los pescadores sobreviven a la falta de empleo y la exposición al petróleo.