Ante la indiferencia por parte de las autoridades peruanas para protegerlas, grupos de mujeres trans han decidido juntarse para crear espacios seguros en los que puedan mostrarse como son sin temor a ser juzgadas ni discriminadas. Se reúnen para llevar talleres sobre los derechos que tienen y saber cómo actuar ante casos de discriminación o violencia. También impulsan su educación y buscan capacitaciones que les permitan una mayor empleabilidad. Afirman que les gustaría desempeñarse en aquellos rubros en los que estudian, algo que hoy les he negado por la discriminación que sufren. Pero ellas no se rinden.

Por Johana Perleche

Es hora del almuerzo en el Cercado de Lima y de compartir más que comida. Aproximadamente una docena de mujeres trans se encuentran sentadas alrededor de una mesa larga, en el lugar donde se reúnen al menos dos veces por semana. Se escuchan conversaciones y risas que revelan complicidad, las cuales se acallan cuando llega alguien extraño. La desconfianza se refleja en las miradas, en el movimiento constante que se observa en algunas de ellas y, sobre todo, en los silencios prolongados. 

Tienen motivos de sobra. Según el Observatorio de Derechos Humanos LGBT, desde el 2022 la cifra de mujeres trans asesinadas ha aumentado considerablemente a manos de mafias de proxenetas. Hasta mayo de 2023, se registraron 11 casos, cifra mayor que todo lo documentado en 2022 (8 asesinatos) y 2021 (10 asesinatos). 

Ante la impunidad y dejadez de las autoridades policiales, las mafias se han expandido y ahora también cobran cupos y extorsionan a mujeres trans en otros rubros. Las acosan en los locales en los que trabajan e incluso a través de las redes sociales de sus emprendimientos, revela el informe. 

“¿Tú no eres el lobo, no? ¿No eres el cazador?”, dice una de ellas en una broma que evidencia sus dudas. Mantienen sus reservas hasta no tener garantías de que ha entrado al espacio alguien de confianza. 

Alejandra Fang, directora de Casa Trans “Zuleymi”, les da ese empujoncito, esa cuota de confianza que necesitan. 

Mujeres trans han creado espacios seguros. Más que lugares de capacitación y empoderamiento, han formado una gran familia. Foto: Wayka

Algunas de ellas empiezan a contar que formaron parte de la comunidad Transfeminista tras invitaciones de compañeras con las que jugaban vóley. En otros casos, se acercaron para obtener ayuda legal y porque les llamaban la atención los talleres de empleabilidad que brindan. 

Encontraron en este espacio una red de soporte, identificación y libertad. “Podemos robarnos una sonrisa entre nosotras porque tenemos un espacio seguro, sin nada de discriminación, de indiferencia, porque acá todas somos iguales. Son unas chicas maravillosas y me encanta estar aquí unidas como una familia que somos nosotras”, expresa Kaori, de Tarapoto.   

Resalta los lazos que han formado, que lleva a que entre ellas se cuiden, ya que muchas veces las autoridades, que deberían hacerlo, no les hacen caso por su identidad de género.

Kaori pasó por una situación traumática que la dejó muy marcada, pues vivió de cerca la muerte de Rubí Ferrer, mujer trans que fue torturada y asesinada por mafia de proxenetas en 2023 en Lima, luego de que le exigieran pagar cupos por ejercer el trabajo sexual en la capital. Señala que días antes de que ocurriera este crimen, las mafias ya las venían hostigando. Kaori se enfrentó a ellos cuando intentaron subir a una de sus amigas a la fuerza a un taxi. Hasta ahora no entiende cómo reunió el valor para hacerlo. 

“Tuve esa valentía de enfrentarme, pase lo que pase, porque se iban a llevar a mi compañera. Del copiloto se baja uno y me apunta con el arma. Quizá no haya sido mi momento. Se me salió el alma”, cuenta. 

En febrero de 2023, tras el violento asesinato de Ferrer, le llegaron videos y fotos amenazantes. No sabía qué hacer ni a dónde ir ante el temor de que le ocurriera algo similar.

Foto: Wayka

Ante la adversidad, ellas mismas formaron su red de soporte y cuidado. “Como es una mafia muy grande, es imposible que nosotros lo podamos calmar. Ni los policías pueden hacerlo, mucho peor nosotras. Lo único es que tenemos que cuidarnos, avisarnos, pasarnos la voz entre nosotras, atender con bastante cuidado. Así estamos hasta ahora”, manifiesta. 

En ese sentido, pertenecer a una organización que vele por sus derechos ha significado un gran cambio. Un antes y un después, como señala Yamilé, quien sufrió maltrato físico y psicológico por parte de su expareja. 

“Yo antes me dejaba humillar, me dejaba maltratar, era como un animalito que andaba por ahí y me quedaba si me mantenían, aunque el hombre maltratara y me diga m***”, cuenta. El no contar con independencia económica fue un gran problema para ella. Sin embargo, al conocer sobre sus derechos e irse capacitando constantemente, esto cambió. “Ahora me sustento yo misma, hago mis cosas, trabajo, estoy estudiando. Me siento más preparada para todo, sobre todo cuando alguien me quiere faltar el respeto, humillar. Me siento más segura de mí misma. Me ha ayudado bastante en todo ese aspecto”, afirma.  

Leslie también pasó por una situación similar. Su expareja le desfiguró el rostro y casi la mata. Cuando fue a denunciarlo, los policías le dijeron que esta no procedía por su orientación sexual. Ella, además, sufrió violencia psicológica y discriminación en un trabajo que tenía.

Foto: Juan Zapata

Una sociedad que las violenta

En el informe anual LGBTI de Promsex del 2023 se pone en manifiesto que solo de enero a octubre de 2023 se presentaron 180 casos de violencia contra la población LGTBIQ+, la mayoría registrada como violencia física, seguida de violencia psicológica. Estas cifras pueden ser mayores debido a que no todas las personas LGTBIQ+ reportan la violencia de la que son víctimas por temor a ser estigmatizados o ignorados.

De hecho, solo el 12% de las personas logra realizar una denuncia o reclamo formal, advierte la II Encuesta Nacional de Derechos Humanos de 2021 del Ministerio de Justicia.

Para Alejandra Fang, esto estaría ligado a la falta de una ley de identidad de género. “Una ley de identidad de género no va a resolver la problemática que tiene la comunidad trans, pero al menos va a ayudar un poco ante tanta discriminación que existe”, afirma. 

Manifiesta que, de este modo, las mujeres trans serían tratadas como tales y permitiría que las denuncias sean aceptadas como violencia contra un grupo vulnerable. Además, también se podrían tipificar los transfeminicidios como crímenes de odio.    

Pero no solo eso, sino que también les abriría las puertas a otros espacios, como poder postular a becas de estudio o a lugares de trabajo en los que se respete su identidad de género. 

Un estudio de Promsex del 2016 señala que la normalización y exclusión de estudiantes LGTBIQ+ —con especial énfasis en personas trans— de los ambientes escolares “transmite un mensaje muy desesperanzador, en el cual se da a entender que no son valiosos y valiosas para la comunidad, y que la única manera de poder sobrevivir a ello es el aislamiento, la invisibilidad y la mentira”. 

Las mujeres trans no quieren ser invisibles, sino que luchan por sobresalir y que se respete su identidad. Vanessa, de Pucallpa, quien en la actualidad se dedica al trabajo sexual, afirma su deseo de desempeñarse en otros ámbitos. “Yo creo que si acá en el Perú nos darían las oportunidades de estudiar en la universidad, de un trabajo, no habría mucha vulnerabilidad hacia nosotras, que ahora nos arriesgamos a trabajar en la calle. De mi parte, a mí me encantaría trabajar donde sea, en cualquier cosa donde tenga un trabajo seguro”, señala. 

Foto: Wayka

Discriminadas en el trabajo

Yamilé coincide en ello y busca romper el prejuicio de que las mujeres trans son “chicas fáciles” y que por eso les pueden faltar el respeto. “Yo soy una persona que estudia bastante, tengo un montón de estudios, pero lamentablemente no los ejerzo porque la sociedad no nos ayuda a nosotras a seguir adelante, a entrar en un trabajo, a desempeñarnos. Entonces, para qué tanto estudiar si al final no nos escuchan, no nos apoya el Estado, y simplemente vamos a ser peluqueras o trabajadoras sociales (ejerciendo la prostitución). La sociedad nos atrasa, no nos ayuda a salir adelante”, resalta. 

Añade que tiene amigas que también cuentan con estudios, pero no consigue un empleo digno. La encuesta del Ministerio de Justicia nos da cifras que sustentan el punto de las mujeres trans: solo el 38% de peruanos estaría dispuesto a contratarlas si tuvieran una empresa o negocio. 

Ante ello, la activista por los derechos de las mujeres trans Alejandra Fang cuestiona que en el mes del orgullo la mayoría de las empresas pongan sus banderas LGTBIQ+, pero no cuenten con personal de la comunidad —en este caso mujeres trans— entre sus trabajadores. “Siempre se habla desde la inclusividad, pero, ¿de verdad somos inclusivos? Cuando una mujer trans o una trabajadora sexual pide que se les dé la oportunidad de trabajo, por más que tenga las capacidades de desempeñarse en este espacio, no se la dan. Todo el mes de junio son pride (orgullo), pero es una especie de publicidad o de hipocresía solamente para el mes”, sostiene. 

Agrega que existen muchas mujeres trans capacitadas que podrían desempeñarse como secretarias o trabajadoras en los bancos, o  en espacios públicos con igual competencia y habilidad que cualquier persona cisgénero (cuya identidad de género coincide con el sexo asignado al nacer). 

Debido a la situación precaria de las mujeres trans para acceder a estudios superiores, los espacios de reunión no solo se convierten en lugares de socialización y apoyo emocional, sino que también son usados para impartirles talleres de empleabilidad laboral. Allí aprenden cómo iniciar sus emprendimientos, a utilizar programas como Excel para finanzas, a usar programas de diseño, entre otros. 

Además, contactan con empresas para que se puedan insertar en el mercado laboral, aunque esto sigue siendo complicado por el estigma y discriminación hacia ellas. 

Por encima de las barreras que se interpongan en su camino y la total desatención por parte del Estado que las ha dejado a merced de las mafias, las mujeres trans siguen tejiendo redes fuertes en las que se pueden sentirse seguras, acompañadas, apoyadas para avanzar en capacitarse para encontrar más oportunidades. Ellas aseguran que seguirán luchando por abrirse espacios de representación en todos los ámbitos políticos y sociales del país.