Por Amanda Meza*
Siempre es bueno pensar el país como nos pensamos a nosotros mismos en diferentes ángulos. Que somos un país corrupto, no queda duda. No solo es corrupción de dinero, de roba pero hace obras, de la plata llega sola, de cócteles y megaproyectos. No es tampoco exclusividad de la clase política. Estamos también envilecidos de un pensamiento corrupto que se refleja en acciones cotidianas que, evidenciando la precariedad de la sociedad que hoy somos, pasan como anécdotas cuando son de profunda vergüenza y retroceso.
Voy a mencionar apenas siete hechos de la última semana que reflejan la desigualdad de nuestras vidas. Que somos un país en los que hay ciudadanos cuyas vidas valen menos o no valen nada y mucho peor aún cuando tenemos un gobierno en el que desde el presidente se piensa que a algunos peruanos que viven en la sierra no les llega suficiente oxígeno o cuando la primera ministra dice que donde probablemente ha habido anemia, desnutrición infantil que no permitió que el desarrollo del cerebro, la violencia es aceptada como algo normal en estos espacios. La culpa siempre es de los pobres o los que defienden sus derechos.
Un grupo de 20 mujeres indígenas llegó a Lima la semana pasada. Pasaron por la Plaza Mayor y se juntaron para tomarse una foto. La mayoría vestía polleras y otras en trajes de la selva. Con las justas pudieron hacer la foto porque la policía intervino y las desalojó del lugar. Sin embargo, un día después las calles del centro de Lima se cerraron por aquí y por allá para dar paso y exclusividad a la mal llamada ‘boda real’ de Alessandra de Osma. Peor aún, el titular de la revista Caretas que señaló que a la boda llegó la “aristocracia” limeña.
Un grupo de mujeres de limpieza del SITOBUR es reprimido por la policía en pleno centro de Lima. Ellas protestan porque el alcalde Luis Castañeda no cumple con la sentencia judicial que ordena respetar su continuidad laboral, piso salarial y derechos convencionales. En un vídeo se ve como la policía tira una bomba lacrimógena, agarra a una de las mujeres trabajadoras y pone su cara de donde sale el gas para asfixiarla. A ese tipo de violencia llegan las autoridades.
Yamilé, una mujer trans, es asesinada en Iquitos. El Quinto Juzgado de Investigación Preparatoria, a cargo de Jhon Ivan Imaña Uriarte, dicta apenas cuatro años de prisión y una reparación civil de 1000 soles. Un crimen de odio en este país tiene como cómplice al propio sistema de justicia.
Los estudiantes de Unión Becaria denunciaron la drástica reducción de 5 mil a mil 900 las vacantes para el presente año que son destinadas a los mejores alumnos de todo el país. Ojo, que los becarios son ciudadanos en extrema pobreza.
Un anciano conocido como ‘Aguita’ es desnudado por jugadores del Sport Boys. Ellos creen que es una broma, porque es el utilero y lo conocen. Se creen chistosos. El hombre solloza humillado, les pide que paren y no se detienen. ¿Cosas de hombres? No. Es violencia.
La Comisión de la Mujer que ya parece una sucursal de las iglesias evangélicas y de la Conferencia Episcopal aprobó en la semana el mal llamado proyecto ‘Cunas salvadoras’, que legaliza el abandono de niños y niñas. El proyecto no tiene opinión favorable de ningún ministerio, la única que lo avala es una ONG fundamentalista con gente incluso vinculada al Sodalicio que a través del congresista conservador Yhony Lescano ha encontrado su vía para hacerlo realidad. Pero, ¿cuál es el fondo de proyecto? Es salir en contra de los proyectos que buscan incentivar una educación sexual integral desde las escuelas o por ejemplo el proyecto 387 de despenalización del aborto en casos de violación; es decir, va en contra de los derechos de las mujeres.
¿Por qué legalizar que una niña o adolescente pueda abandonar a su hijo o hija producto de violación en un buzón del Estado (que finalmente no puede ni encargarse de los niños del INABIF), y no darle educación sexual integral o acceso a la píldora del día siguiente o el derecho al aborto terapéutico que es legal? La respuesta es clara. Pese a que somos un Estado laico, nos gobierna el poder religioso aliado con el político. Este proyecto debe ser desestimado por el Congreso en sesión plenaria, porque luego vendrán otros proyectos legislativos peores.
Y para colmo, Mario Vargas Llosa cierra la semana atacando al feminismo por criticar la literatura. Mario puede ser un Nobel de Literatura, pero también estar profundamente equivocado. Solo conoce la literatura del pasado, de su tiempo, pero los tiempos cambian, y le guste o no, las mujeres también son parte de la sociedad. Las mujeres cuestionan y escriben. No solo los grupitos argolleros son dueños de la verdad. ¿Acaso no hay más literatura que la que por siglos escribieron los hombres? De este tema se puede hablar mucho más. Lo dejo pendiente.
Todas estas reseñas de casos que hemos leído la semana pasada son un espejo que nos dice: vamos para atrás. No nos hemos librado de prácticas violentas que se resisten a desaparecer porque para muchos significan negociados, opresión y poder. O las vemos, nos quejamos y las cambiamos o seremos cómplices de nuestra propia extinción de libertad.
*Amanda Meza, comunicadora, especializada en temas políticos, de género y diversidad sexual. Trabaja en campañas comunicacionales de casos de derechos humanos. Ha sido editora general del Diario16, editoria de Política y Actualidad en Perú.com, reportera de televisión y redactora en la revista Tiempo (España). Activista feminista y LGTBIQ. Autora del libro’Mi cuerpo es mío’ editado por DEMUS.