Uno de los reclamos en las protestas contra Tía María es la defensa de la agricultura. Y es que esta actividad económica se considera una de las principales en todo el Valle de Tambo. Lo que hace válida su demanda. Así como ellos, en otras partes del Perú la agricultura familiar (AF) no solo abastece la mesa de miles de peruanos, sino también forma parte del sostén económico de muchas familias que sobreviven, educan a sus hijos o protegen su salud. Su importancia es cada vez más notoria y aceptada, pero parece que al Estado esto no le convence del todo o no lo tiene muy claro; a pesar que acaba de aprobar un plan sobre agricultura familiar.

A partir de esto, ha hecho público tres datos sobre la agricultura familiar. Primero, esta produce más del 70% de alimentos que se consumen en el país; segundo, contribuye con el 83% de la Población Económicamente Activa (PEA) ocupada en el sector agropecuario; y tercero, que el 97% de las unidades agropecuarias (UA)- terrenos destinados a la producción- están en posesión de familias agricultoras.

Sin embargo, al mismo tiempo el Gobierno deja de lado otros datos o ¿es que prefiere ocultarlos? Veamos algunas claves que nos permitan entender el contexto de la agricultura familiar. El 97% de UA se compone en casi su totalidad de unidades con una extensión menor o igual a 5 hectáreas, ocupando solo el 5,9% de la superficie agrícola del país. Además, de este total de UA solo el 22% son conducidas por mujeres. En un reciente informe la FAO sostiene que “Las UA que podrían considerarse como distintas de la AF (por ejemplo, las de tipo corporativo o empresarial) representan un porcentaje muy pequeño del total de explotaciones (aunque ocupan un porcentaje mucho más elevado del total de recursos productivos agropecuarios, como las tierras o el ganado)”. Sin embargo, ante este panorama el ministro de Agricultura plantea que uno de los problemas del agro peruano es el minifundio.

Es así que el “Plan Nacional de Agricultura Familiar” (PLANAF), presentado el 18 de noviembre, involucra a 12 ministerios liderados por el de Agricultura y Riego, y plantea como objetivo “mejorar los ingresos de los productores y productoras de la agricultura familiar (AF) de manera sostenible”. Para ello se aplicarán medidas relacionadas con el acceso al agua, la titulación de las tierras, el uso de tecnologías de punta y la innovación agropecuaria, el financiamiento a través de los fondos de Agrobanco y la promoción de la asociatividad empresarial rural para mejorar el acceso a mercados.

Además, el PLANAF se implementa a través de diversos enfoques, uno de los cuales es desarrollo territorial, que propone “proveer una mirada integral del territorio, para promover la articulación de los espacios rurales con los urbanos, a través de propuestas de desarrollo de los gobiernos regionales y municipales.”

Tomando en cuenta los datos oficiales, el 64% de las UA se encuentran en la sierra y el 20% en la selva, zonas caracterizadas por la presencia de proyectos mineros, petroleros, hidroeléctricos, biocombustibles; es decir, proyectos extractivos. Por eso, llama la atención que, si bien este plan se muestra como “integral” y producto de un esfuerzo multisectorial, no estén presentes el Ministerio de economía ni el de Energía y Minas; ambos abanderados de la importancia central de las actividades extractivas para la economía del país.

Otro de los puntos que sorprende, es que en el plan un problema central sea “el bajo nivel de productividad” de este tipo de agricultura. ¿Cómo puede ser un problema la “baja productividad” si al mismo tiempo se reconoce que en el Perú el 70% de lo que consumimos es gracias a la agricultura familiar? Es más, para el investigador Richard Webb, “la agricultura ha realizado una proeza, aumentando su volumen de producción más de cien veces, una tasa de crecimiento comparable al de los países más desarrollados”. Acá el problema es clarísimo; no se produce para exportar, y eso en la práctica a los gobiernos no les interesa.

Por otra parte, su discurso es atractivo, pero contradictorio. Se dice que valora la agricultura familiar, pero al mismo tiempo plantea la necesidad de educar a las y los agricultores porque no están produciendo bien. Lo que debería proponer este plan es potenciar las comprobadas capacidades de este conjunto de agricultores y agricultoras que, a pesar de la pobreza y los contextos adversos, como el de la guerra interna y la total desprotección del Estado peruano, producen más del 70% de lo que comemos los y las peruanas.