Luis Pásara / Latinoamérica21
Las cifras oficiales disponibles indican que en lo que va de 2023 la cifra de peruanos que salen del país y no retornan se ha multiplicado por cuatro respecto de los años precedentes. Las notas periodísticas empiezan a hablar de una “diáspora peruana”.
En rigor, el fenómeno no es nuevo, aunque parece haberse potenciado recientemente. Las encuestas aplicadas por la encuestadora IPSOS revelan que en Lima solo en 2010, 2011, 2013 y 2014 la negativa a emigrar superó a la afirmativa. A lo largo del periodo de treinta años para el cual hay información proveniente de encuestas, en diez de ellas el sí estuvo por encima de 60% y en cinco de ellas –1992, 2002, 2004, 2005 y 2007– llegó o superó el nivel de 70%. En la última encuesta aplicada en la capital, en agosto de 2022, más de la mitad de quienes respondieron (55%) dijeron querer irse del país… si pudieran, y tres de cada diez (29%) afirmaron que tenían planes para dejar el Perú.
Un país que expulsa a su gente
En un libro reciente he explorado, a través de testimonios de emigrantes peruanos de diferentes momentos a lo largo de los últimos cuarenta años, los motivos para dejar el país. Las respuestas reunidas en este volumen son las obtenidas en tres momentos: 1981, 1998 y 2021-2022.
Ciertamente, los motivos son diversos. En unos casos, el peruano sale por motivos económicos, en busca de un empleo que le permita sostener a su familia. Es ese el caso de los migrantes provenientes de estratos medios bajos que se han instalado en Argentina y Chile, principalmente, y en menor medida en España y Estados Unidos. Aunque no hay base estadística para sostenerlo, puede imaginarse que la mayoría de los millones de emigrantes peruanos –cuyo número exacto no se conoce debido a deficiencias de los datos disponibles– se halla en esta categoría. Son gentes que huyen de la condición de pobreza que el entorno les impone.
Pero en otros casos, que son los provenientes de clases medias y que el libro recoge, las razones para abandonar el país se hallan principalmente en las dificultades y trabas que muchos peruanos encuentran para desarrollar la tarea que se han propuesto.
Las respuestas dadas en 1981 y en 1998 muestran dos líneas de desarrollo, ambas incluidas usualmente en los testimonios. La primera busca compartir las circunstancias específicas que los llevaron a dejar el país: una beca, un conflicto familiar o laboral, la caída en el desempleo, etc. La segunda explora, más bien, las características del país y sus habitantes –percibidas en el momento de tomar la opción o apreciadas, luego, con las ventajas que da la distancia– que pesaron al tomar la decisión o la reforzaron posteriormente hasta el punto de optar por no retornar.
Sean escritores, artistas o investigadores, los declarantes dan cuenta de diversos intentos realizados con el propósito de hacer en el Perú un trabajo para el cual se les negó espacio y recursos. Se concluye en que el país no deja desarrollar a quienes son creadores o innovadores en cualquier terreno. El escritor Manuel Scorza –autor de Redoble por Rancas, entre otras importantes novelas– escribió: “El hombre que se rebela contra una sociedad, en especial contra la peruana, si sobrevive, se enfrenta a una disyuntiva: someterse o alejarse”.
Al ir a otro país, a menudo sin el propósito de permanecer en él, los emigrantes descubrieron que se les ofrecía lo que en su tierra de origen se les negó. Este tipo de razones aparecen más nítidamente en los testimonios de 2021-2022. La búsqueda de un mejor lugar para desarrollar las propias capacidades atraviesa muchas de estas respuestas. Pero también hay razones en negativo: sentirse sin lugar en su propio país. Hay un par de historias que impresionan mucho, son las de quienes salieron del país para estudiar, para capacitarse y volver a aportar al Perú. Y encontraron las puertas cerradas, incluso se les descalificó por haberse ido a estudiar fuera.
Salida en tromba
En una reciente encuesta de IPSOS se preguntó al entrevistado qué sentimientos le genera el Perú. La respuesta “esperanza” fue escogida por el 29%. En el Perú de hoy hay una desesperanza muy grande y, frente a eso, una respuesta posible es tratar de irse en busca de una vida mejor. Acaso este factor explique el actual nivel de aquellos que salen para no volver. La cuantía es tal que la autoridad de migraciones no se da abasto para expedir pasaportes, cuya obtención supone meses de espera.
La desesperanza ha ido incrementándose durante décadas y en los últimos años ha dado un salto, al compás de las sucesivas crisis políticas que dibujan un escenario de incertidumbre. El gobierno de Pedro Castillo, instalado en julio de 2021, estuvo lastrado por la ineficacia y la corrupción en su gestión; desembocó en una intentona de golpe de estado que lo llevó a prisión a fines del año siguiente. Lo ha sucedido quien fuera vicepresidenta, Dina Boluarte, e inauguró su periodo con medio centenar de muertos, como producto de una severa represión de las protestas con las que en el sur del país se contestó a la instalación de su gobierno. Actualmente no es seguro que Boluarte, con apoyos precarios en el Congreso, pueda permanecer en el cargo hasta julio de 2026.
Otro factor de peso es que, como resultado de la pandemia y las medidas adoptadas frente a ella, la pobreza se ha incrementado en el país. Este año, un informe del Banco Mundial ha indicado que siete de cada diez peruanos son pobres o son vulnerables en riesgo de caer en pobreza. El informe detalla que “la tasa de pobreza nacional se incrementó a 30.1 por ciento, un nivel que no se había visto desde 2010, y la pobreza extrema alcanzó 5.1 por ciento en 2020, comparable con la tasa de 2013”. El país, pues, ha retrocedido y su economía no es capaz de sostener a quienes viven en él.
Cuando las encuestas preguntan, como lo hacen periódicamente, cuál es el principal problema del país, la inseguridad aparece crecientemente como una preocupación central del ciudadano. En octubre IPSOS interrogó a los encuestados por el problema del país que más les afecta. El 23% de las respuestas fueron para la delincuencia, por encima del costo de vida, la corrupción y el desempleo, que no son problemas menores en la situación peruana. Las noticias sobre asaltos, secuestros, robos al paso y extorsiones llenan minutos de la TV y páginas de los diarios. En particular, la extorsión se ha acrecentado, asfixiando a pequeños comercios e incluso a los taxistas. El Congreso ha querido hacerse eco de quienes reclaman medidas contra la delincuencia, censurando al ministro del Interior a mediados de noviembre.
Como si la incertidumbre política, las penurias económicas y la inseguridad ciudadana no fueran suficientes, el fenómeno climático de El Niño empieza a golpear a Perú con extrema dureza. Entre fines de este año y mediados de 2024, las lluvias en unas partes del territorio y la sequía en otras afectarán al país de un modo que repercutirá gravemente en la producción de alimentos. Un informe técnico sostiene: “El Niño desencadenaría una serie de problemas para el sector agrícola. El calentamiento de las aguas puede alterar los patrones de lluvia, lo que daría lugar a sequías o inundaciones. Estos cambios en la precipitación dificultarían el cultivo y, por ende, ocasionarían malas cosechas. Además, El Niño puede propiciar un aumento de plagas y enfermedades, lo cual agravará aún más los problemas en los cultivos”.
Si salir del país fue, desde hace décadas, una opción propia de intelectuales y creadores, hoy está en la mente de cada vez más peruanos, de diversa condición, para quienes emigrar probablemente aparece como una vía de supervivencia.
Luis Pásara es sociólogo del derecho. Ha estudiado los sistemas de justicia en América Latina, asunto sobre el cual ha publicado extensamente. Ha ejercido la docencia en Perú, España, Argentina y México. Es senior fellow de Due Process of Law Foundation.