Han muerto más de 160 000 personas, desde México hasta Brasil. Las redes sociales están inundadas de falsas curas y teorías de conspiración.
[Artículo publicado en The Guardian y traducido para Wayka por Rael Mora]
Durante meses, Gustavo Andrade ha estado luchando para convencer a sus feligreses de que se tomen en serio el COVID-19. “Este pueblo está lleno de personas infectadas. Dos o tres mueren todos los días ”, dice el sacerdote de la ciudad de Venustiano Carranza, al sur de México. A pesar de todos los esfuerzos de Andrade, muchos lugareños no están convencidos. «Ellos creen que estas muertes son por el larvicida que el alcalde está rociando como parte de la fumigación contra el dengue», dice Andrade.
La culpa de la confusión la tienen las noticias falsas
A medida que Latinoamérica lucha contra el avance del COVID-19, que ha cobrado más de 160 000 vidas en la región, también enfrenta un tsunami de desinformación en línea, diseñado para engañar y confundir.
Desde el Estado mexicano de Chiapas hasta Ceará en Brasil, las redes sociales están inundadas de tratamientos curativos y conspiraciones fantásticas que pueden tener un alto costo humano.
La información errónea que se transmite a través de millones de teléfonos móviles y computadoras latinoamericanas varía desde lo extraño a lo ridículo.
En las últimas semanas, han habido afirmaciones de que los ataúdes brasileños se estaban llenando de rocas para inflar el número de muertos COVID-19 del país; que los drones se usaban para contaminar deliberadamente a las comunidades indígenas en México; que la CIA estaba ayudando a propagar el coronavirus en Argentina; que los mariscos en el norte de Perú no eran seguros para comer porque los cadáveres de las víctimas de COVID-19 estaban siendo arrojados en el océano Pacífico; e incluso que el jefe de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, había sido visto paseando y bebiendo alcohol en un bar de la costa de São Paulo.
Muchas de las afirmaciones falsas proveen curas milagrosas contra el COVID-19, que incluyen agua de mar peruana, hierba de limón venezolana, té de saúco y semillas sobrenaturales vendidas por un televangelista brasileño.
En Bolivia, los políticos han estado promoviendo el uso de un agente blanqueador tóxico (dióxido de cloro) como una posible cura. Según informes, los residentes de la ciudad de Cochabamba, afectada por el duro golpe, movidos por el pánico hacen fila para comprar el producto venenoso.
«Algunos representan claramente agendas políticas o comerciales, otros son simplemente absurdos.»
Jorge Bruce, columnista y psicoanalista peruano que estudia el fenómeno
«El problema es que estas noticias falsas se propagan por personas con buenas intenciones en los chats familiares de WhatsApp, probablemente porque intentan crea una sensación de control sobre una situación que está fuera de control».
Yasodora Córdova, experta brasileña en desinformación en línea, dijo que como Latinoamérica está definida por grupos sociales muy unidos es una de las razones por las que la región es un ‘terreno fértil’ para noticias falsas.
Los divulgadores de desinformación en línea se aprovechan de esas comunidades preexistentes; como los grupos de las iglesias, que lo utilizan como un poderoso mecanismo para difundir sus mentiras.
Algunos buscaron ganancias financieras por sus fabricaciones.
Córdova, que ha pasado una década estudiando teorías de conspiración en línea, recordó cómo durante la epidemia de zika, los videos virales de YouTube afirmaron falsamente que la enfermedad podría curarse con miel o ajo, como ha sucedido nuevamente este año con el coronavirus.
«Los videos que promueven este tipo de ‘cura’ obtienen miles de visitas y las personas que los hacen ganan mucho dinero», dice Córdova, quien también afirma que tales productores podrían ganar fácilmente hasta 1300 dólares por mes. «No importa si es cierto o no, lo que importa es la cantidad de visitas», menciona.
Otros utilizan falsedades con fines políticos. Córdova dice que algunos políticos de extrema derecha en Brasil están en una permanente «carrera para seguir siendo relevantes» usando ‘noticias’ extravagantes para permanecer en la conciencia pública.
«Necesitan estos videos fantasiosos y casi ridículos para que las personas sigan sintonizados, ya sea por curiosidad o porque realmente creen en ellos»
Yasodora Córdova, experta brasileña en desinformación en línea
Cualquiera sea la motivación, la difusión de noticias falsas en un momento de coronavirus tiene consecuencias en la vida real.
La creencia equivocada de que las torres de telecomunicaciones 5G propagan el coronavirus, a través de ondas de radio, llevó a los aldeanos de Huancavelica en los Andes peruanos a secuestrar a ocho ingenieros de telecomunicaciones durante más de un día. El consumo de jengibre en Perú se ha disparado y las exportaciones casi se han triplicado debido a la creencia de que puede tratar o curar el COVID-19. Al menos 10 casos de intoxicación por dióxido de cloro se han reportado en Bolivia en los últimos días.
En Chiapas ha habido violencia como consecuencia de rumores propalados en WhatsApp, alegando que los trabajadores de salud del gobierno estaban rociando deliberadamente a las comunidades indígenas con el coronavirus. Según los informes, una mafia enojada saqueó el hospital de la comunidad en el municipio de Los Rosas a principios de junio antes de incendiar una ambulancia, el ayuntamiento y la casa del alcalde.
En mayo, otro grupo arrasó con instalaciones de Venustiano Carranza, saqueó una tienda de productos electrónicos e incendió el ayuntamiento junto con las casas del alcalde y la madre del gobernador del Estado [Chiapas]. «La llamada llegó a través de las redes sociales, tratando de confundir a las personas con el falso argumento de que el COVID-19 no existe y fue creado para afectar a las personas pobres», dijo el gobierno de Chiapas en ese momento.
En Brasil, el presidente Jair Bolsonaro fue sorprendido vendiendo desinformación, y fue castigado por hacerlo con Facebook, Twitter e Instagram, eliminando videos en el que el líder de extrema derecha afirma falsamente que el medicamento contra la malaria, hidroxicloroquina habían estado “funcionando en todas partes» para tratar el COVID-19.
Pero la experta en desinformación, Yasodora Córdova dijo que las autoridades y los gigantes de internet no estaban haciendo lo suficiente para detener a los engañadores.
«El sistema de justicia necesita encontrar una manera de responsabilizar a las personas por el contenido que comparten, para que se sientan menos cómodos distribuyendo y compartiendo este tipo de noticias», asegura.
«Esto solo se detendrá cuando haya un contraataque, cuando el sistema de justicia comprenda que deben responsabilizar a estas personas» y obligar a que prueben estas afirmaciones en las cortes, por ejemplo, que el COVID-19 fue un experimento chino.
«Mientras esto no suceda, la gente seguirá creyendo porque la internet es una tierra de nadie».
Yasodora Córdova, experta brasileña en desinformación en línea