¿Qué harías si descubrieras que tu hogar, la iglesia de tu comunidad, el colegio de tus hijos e incluso el cementerio donde descansan tus ancestros están concesionados para actividades mineras? Esta es la realidad que enfrentó Rosa Huamán, una mujer quechua del distrito de Cañaris. Esta es su historia.

Rosa Sara Huamán Rinza, de 49 años, es una reconocida lideresa social y política de Lambayeque y un ejemplo de lucha en defensa de su comunidad, San Juan de Cañaris, ubicada en la zona andina de Ferreñafe. Su vida, llena de desafíos, refleja la resistencia de las mujeres quechuas frente a las desigualdades y amenazas externas.

Rosa vivió en Cañaris hasta los seis años, cuando sus padres decidieron mudarse a Chiclayo, a nueve horas de distancia, con la esperanza de darle acceso a una mejor educación. A los 12 años regresó a su comunidad, pero enfrentó un gran desafío: había olvidado el quechua, su lengua materna. “Relacionarse nuevamente con personas en la comunidad y con adolescentes de mi edad era un reto, así que decidí quedarme en Cañaris para volver a aprender el quechua”, recuerda sobre esa etapa de su vida.

Durante su adolescencia viajaba a Chiclayo en las vacaciones para visitar a su familia. “Cuando iba a la costa, siempre mis tíos me recibían. Ellos lograron tener un lote en una invasión que ahora ya es urbanización y se llama ‘4 de noviembre’. Está cerca al hospital regional. Como teníamos esa facilidad, yo venía desde Cañaris a pasar vacaciones”, comenta Rosa.

Primeras experiencias en organización social

Rosa culminó la secundaria en el CEBA Santa Magdalena Sofía, un colegio de mujeres muy popular en Chiclayo. Más adelante inició la carrera de Educación en la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo, en un programa de fines de semana, mientras trabajaba cuidando a personas con discapacidad. Fue entonces cuando comenzó a notar las grandes brechas educativas entre lugares como Cañaris y las ciudades.  

A los 16 años fue invitada a representar a los jóvenes en la junta directiva de su barrio, ‘4 de noviembre’, lo que marcó su primera experiencia organizativa. Sin embargo, tuvo que postergar sus planes de ser profesora cuando quedó embarazada a los 19 años. Decidió dar a luz en Chiclayo y luego regresar a Cañaris.

A los 20 años, Rosa asumió su primer trabajo como promotora del Programa No Escolarizado de Educación Inicial (PRONOEI) en el caserío Sigues. “No solo me dedicaba a la docencia, porque el trabajo en nuestra chacra nunca se termina. Cuando estábamos de vacaciones en el colegio iba a la costa a seguir trabajando”, relata Rosa.

Años después, a pesar de dejar su trabajo en el PRONOEI, continuó vinculada a la educación como promotora de programas de alfabetización para adultos y, más tarde, como auxiliar en un colegio donde enseñaba en quechua.

En 2009, Rosa reconoce una amenaza: la empresa minera canadiense Candente Cooper planeaba un proyecto de extracción de cobre en Cañaris. “Como era profesora, tenía relación con los padres y ellos me comentaban que la empresa iba a sus casas, ofrecían pintarles la casa, también llegaban al colegio y regalaban útiles escolares”, detalla.

La minera promovió una pasantía en Cajamarca. Los padres de familia del colegio eligen a Rosa para que participe representando a la escuela. Durante el viaje fue testigo de cómo la empresa intentaba evitar el contacto de los participantes con los habitantes locales. “Nos acompañaban unos ocho funcionarios de la minera, veían con quién hablabas, a dónde ibas,  no te permitían conversar con nadie. Pero yo logré entrevistarme con la gente”, recuerda.

En una piscigranja, comuneros le contaron que el agua estaba contaminada por la minería. “Pedí incluso que me lleven hasta la mina, pero debido a la distancia no lo hicieron”, relata Rosa. Esa experiencia fue un punto de quiebre. “Conocí de primera mano lo que podría sufrir mi comunidad. Compartí lo que vi, y decidí que el colegio no reciba nada de la minera”. Desde entonces, Rosa Sara Huamán Rinza ha sido una voz firme y valiente contra la minería en Cañaris, defendiendo su tierra y la de su comunidad.

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Participación política 

El año 2010 marcó un hito en la trayectoria de Rosa Sara, quien comenzó a destacarse como una líder con mayor visibilidad y representante de la comunidad de San Juan de Cañaris. Ese año la comunidad debía renovar su junta directiva como comunidad campesina, y Cristóbal Barrios, líder de una de las listas candidatas, vio en Rosa una pieza clave para fortalecer su equipo.

“Cuando (Cristóbal) me busca para proponerme sumarme como candidata, me dice que yo tengo vocación, que soy participativa y que quería que lo acompañe para formar la Junta Directiva”, relata Rosa, evocando la confianza que Barrios depositó en ella.

Tras un proceso electoral, Rosa fue elegida secretaria de asuntos femeninos, un cargo que le permitió canalizar las inquietudes de las mujeres y participar en las decisiones comunales.

Ese mismo año, una noticia sacudió a la comunidad: la ONG CooperAcción reveló que más del 96 % del territorio del distrito estaba concesionado. La Junta Directiva, con Cristóbal Barrios al frente y Rosa como integrante, asumió el desafío de recoger las inquietudes de los caseríos frente a la posible instalación minera, y convocó una Asamblea Comunal para someter a consulta la aceptación o el rechazo del proyecto extractivo.

El 30 de septiembre de 2012, comuneros de los 38 caseríos participaron en una consulta popular que marcaría un hito en su historia. El 97 % de los votos fue en contra del proyecto minero. Sin embargo, este rechazo no puso fin a la incertidumbre. Los comuneros comenzaron a organizarse para exigir al Estado peruano el respeto a su autonomía como pueblo indígena.

Pese a la consulta previa, la empresa continuó anunciando estudios de exploración, lo que para la comunidad evidenciaba una vulneración del derecho a la consulta previa. Funcionarios del gobierno de Ollanta Humala intentaron abrir espacios de diálogo, pero la comunidad, sintiéndose no escuchada, optó por convocar un paro indefinido el 20 de enero de 2013.

Para Rosa, conocer Chiclayo fue clave en la articulación entre la comunidad y las organizaciones sociales de base de la ciudad. Estas alianzas permitieron visibilizar la lucha de Cañaris a través de plantones informativos, movilizaciones, murales y pronunciamientos, logrando captar la atención de una audiencia más amplia sobre la problemática que enfrentaban.

El conflicto

El 20 de enero de 2013, más de 500 comuneros iniciaron el paro bloqueando la carretera que conecta Cañaris e Incahuasi con el resto de la región. Rosa Sara asumió la tarea de informar a los comuneros que su territorio había sido concesionado por el Estado. Paralelamente, Rosa y otras mujeres de la comunidad se organizaron para liderar las ollas comunes, garantizando la alimentación de quienes participaban en las protestas.

Al día siguiente, el 21 de enero, los comuneros decidieron ir hasta las instalaciones del proyecto minero. Familias enteras se unieron a la movilización. Al llegar al campamento, representantes de Candente Copper ofrecieron abrir espacios de diálogo.

Junto con los miembros de la junta directiva, la lideresa intentó negociar con los funcionarios de la empresa para pactar una reunión y expresar sus preocupaciones y demandas. Sin embargo, la situación dio un giro abrupto cuando los comuneros fueron atacados con bombas lacrimógenas lanzadas por efectivos policiales. Ese día no se reportaron heridos.

El paro empezó a ganar fuerza, la prensa nacional comenzó a cubrir las protestas en Cañaris, señalándolas como “el primer conflicto del año que afronta Humala”. Este titular evidenciaba el incumplimiento de su promesa de campaña de respetar la consulta previa. El paro continuaba sumando comuneros, quienes viajaron desde Chiclayo, Jaén y Pucará.

El 25 de enero, las comunidades se concentraron en la carretera del caserío de Marayhuaca, lugar donde se hizo presente la policía para desplazar la movilización. Tras la orden policial 31 comuneros resultaron heridos por impactos de bala de fuego. Cuatro fueron de gravedad.

Nuevamente, las redes de apoyo de Rosa y los dirigentes permitió que se atendiera de manera inmediata a los heridos en el Hospital Regional de Lambayeque. La Defensoría del Pueblo señaló que los heridos tenían heridas provocadas por armas de fuego. 

Estos hechos llevaron a la comunidad a decidir suspender la protesta y concentrarse en la recuperación de las personas que resultaron heridas. Además, se encontraban cercanos a la renovación de su Junta Directiva y tenían un cronograma que cumplir. 

El compromiso de Rosa por la defensa de Cañaris había calado en los comuneros, es así que, en marzo del 2013, Florentino Barrios, con un discurso en contra de la instalación de la empresa minera y con el compromiso de hacer respetar la consulta previa, fue elegido como nuevo presidente comunal, y Rosa Sara era parte de su terna para ser dirigenta de fiscalización. 

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Defensa de la tierra

Actualmente, la preocupación de Rosa, y de todos los comuneros se centra en la posible afectación de los bosques de neblina, que les permite captar agua, la contaminación de las cabeceras de cuenca, del río Cañaris y la afectación de miles de hectáreas dedicados a la agricultura: café, diversas frutas, caña de azúcar, maíz, habas, cebada, papa, trigo, quinua y pastizales, que en la mayoría de casos, es una producción para el consumo propio; el comercio hacia afuera es difícil debido a la distancia geográfica de Cañaris con la ciudad. 

“Cañaris tiene un gran potencial; alimenta a Lambayeque y Cajamarca, tenemos colchones acuíferos, así que, si amamos a nuestros hijos, a nuestros nietos, tenemos que cuidar la tierra. No podemos permitir proyectos mineros porque ya sabemos que la mina mata, contamina” sentencia Rosa. Además, existe un temor de que una vez instalado el proyecto, continúe expandiéndose, afectando a más caseríos, más territorio, y que los obligue a desplazarse.

En el 2014, la situación se normalizó en Cañaris. En ese año se realizaban las elecciones regionales, provinciales y distritales. Rosa Sara recibió la invitación del partido ‘Democracia Directa’ para postular al cargo de consejera regional.

Con los temores que implica, siendo una mujer quechuahablante, pero con el respaldo y acompañamiento de su Junta Directiva, Rosa acepta ser candidata. “A mí nunca me nació participar como consejera, porque me parece que a mí me falta preparar, pienso que no voy a tener eficiencia o no voy tener la capacidad, pero tener respaldo comunal me motivó”.

Pese a limitaciones logísticas y económicas, Rosa inició con entusiasmo su campaña enfocando su discurso en “la defensa del medio ambiente, en proteger nuestra agua, nuestro territorio frente a intereses de las empresas”, y en pleno apogeo de las redes sociales fue un discurso bien recibido por la población juvenil y estudiantil. 

Lamentablemente, a la par, Rosa se enfrentaba al “momento más triste” de su vida. Su mamá fue diagnosticada con cáncer de colon en etapa terminal. “Estuve muy deprimida, era difícil mantener una vida política y a la vez cuidar a mi mamita. Como familia nos enfocamos en su salud y ya no tuve fuerzas para continuar en campaña”, recuerda con nostalgia Rosa. Llegado el sufragio, Rosa no fue elegida consejera. Su mamá falleció en junio del 2015. 

Artesanas de esperanza

Del 2016 al 2018, Rosa Sara trabajó en la Gerencia de Desarrollo Social de la municipalidad distrital de Cañaris, donde conoció a la mujeres de la asociación de tejedoras «Warmikuna Awakun Shumaqta», que en español significa “Mujeres tejiendo sueños bellos”.  Rosa Sara tiene claro que “a través de la artesanía se promueve la cultura viva de Cañaris y demuestra el gran potencial de Cañaris”, resalta. Este oficio, ha sido visto en su comunidad como una alternativa económica frente a la minería.

En el 2019, recibió la invitación de sumarse a esa organización. Rosa recuerda que tejía desde niña y la invitación a ser parte de un espacio formal de mujeres artesanas le alegró mucho. “Mi compromiso fue hacer el registro de la organización de artesanas ante la SUNARP, pero las compañeras me decían que como mujer siempre las he acompañado y que juntas podemos hacerle frente a la minera”, comenta Rosa Sara, quien meses después fue elegida presidenta de la asociación.

Las mujeres de Warmikuna Awakun Shumaqta fueron reconocidas con los Estímulos Económicos para las Artes Escénicas, las Artes Visuales y la Música 2020 del Ministerio de Cultura. En el 2022 recibieron un reconocimiento del Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego.

Sin embargo, para Rosa Sara este tipo de reconocimientos resulta una contradicción de parte del Estado. “Ganamos concursos, pero es indignante porque saben que tenemos una gran potencialidad en los pueblos, en las zonas andinas y aun así, a la par, promueven proyectos mineros. Y no solo en Lambayeque, sino en todo el Perú”.  

Las mujeres de Cañaris se han dedicado a crear y producir fajas, morrales, polleras, llaveros, entre otros artículos. Sus prendas han sido expuestas y vendidas en ferias locales, regionales y nacionales, llegando hasta Ruraq Maki, la feria artesanal más grande e importante del país, que este año se realizará hasta el 22 de diciembre en la sede del Ministerio de Cultura. 

Otra forma de violencia 

Han pasado más de 10 años desde que Cañaris, como pueblo originario, logró que se respete su decisión de no permitir la ejecución de un proyecto minero. En este proceso, Rosa Sara reconoce y pone en valor el rol que las mujeres han tenido debido a su conexión con la tierra. 

“Las mujeres tenemos el corazón conectado a la naturaleza, somos quienes vivimos en armonía con la tierra. Si nos enfermamos corremos al bosque a buscar plantas para hacer medicina. Por eso nos da tristeza que todas esas maravillas se pierdan o sean destruidas”, enfatiza Rosa.

En estos años, Rosa Sara ha viajado en diferentes oportunidades a Lima, a Chiclayo, a Cajamarca, cuando las organizaciones sociales de base la invitan para hacer visible su historia de lucha. En este tiempo, Rosa ha reflexionado sobre su rol y también sobre los discursos malintencionados que han intentado – e intentan aún- deslegitimar su liderazgo. 

“En varias oportunidades me han invitado a postular como presidenta comunal, sin embargo, no he aceptado porque los promotores de la minera empiezan a hablar que me he enriquecido, que la empresa me da plata, que tengo casas en Chiclayo. Esos discursos salen de los mineros y ya se le genera una duda a la población”, manifiesta la defensora para Wayka. 

El conflicto en Cañaris sigue latente. El 10 de octubre de este año, la empresa Candente Cooper, ahora con el nombre de Alta Copper Corp, anunció que tenía la aprobación de su Declaración de Impacto Ambiental (“DIA”) por parte del Minem y la recepción de los Certificados de Inexistencia de Restos Arqueológicos en Superficie (“CIRA”) del Ministerio de Cultura. Precisaron que planean iniciar las perforaciones en Cañaris antes del segundo trimestre de 2025.

La Junta Directiva de la comunidad campesina San Juan de Cañaris convocó a una asamblea comunal general el 2 de noviembre. En esta reunión se ratificó la consulta popular del 2012, rechazando nuevamente la aprobación del proyecto minero Cañariaco. Los dirigentes comunales viajaron hasta Chiclayo para brindar una conferencia de prensa.

Desde Chiclayo, donde Rosa Sara  se encuentra mientras realiza esta entrevista y cuida a sus nietos, termina con una reflexión que resume su horizonte de lucha pasada, presente y futura.

“Como mujer me duele. Como mujeres nos entristece. Por eso seguimos organizándonos. Estamos pensando qué podemos hacer con nuestras hijas, con las jóvenes, enseñándoles la importancia de cuidar la tierra, nuestros bosques. Esa es nuestra gran preocupación”, finaliza.