Durante los últimos días algunos medios de comunicación, bastante hermanados entre sí, han apostado por indicarnos lo que han llamado “salidas a la crisis”. La versión más directa de este empeño ha llegado ayer vía portada y especial del hermano mayor de los poderes mediáticos (el Grupo El Comercio) que no dejaba lugar a dudas. Nos presentaban alternativaS (en plural) a partir de un panel de analistas (periodistas) que según este medio representaban “diversas tendencias” (el chiste se cuenta solo).
Podríamos hablar de la falta de voces de fuera de Lima, de la falta de voces de izquierdas, de la falta de voces racializadas y más variables, cuando menos, importantes para delinear escenarios nacionales y alternativas nacionales. Nada de esto pareció importarle a este medio.
La pregunta se cae de madura: ¿es posible que quienes hablan desde un mismo lugar de enunciación y desde una misma ideología nos presenten alternativas distintas? Un repaso veloz por el especial de este medio muestra que no. Que lo que vemos en realidad -tal vez con una excepción- es una única solución en una línea que presenta matices bastante menores. La argumentación de fondo es la misma: Castillo debe irse. ¿Hay diferencias? Sí, pero de forma. En efecto, no es lo mismo leer un “Castillo debe irse” desde la opinión concreta válida de un/a periodista a ver un “Castillo debe irse” acompañado de sospechas de un fraude que ya se probó inexistente, de noticas falsas, negacionismo o discursos de odio. Sí, la forma es distinta. La forma, pero no el fondo.
Las tres propuestas sobre la mesa estos días cuentan con diferentes rótulos pero tienen una misma intención:
1️⃣ La vacancia (sacar a Castillo)
2️⃣ La renuncia presidencial (sacar a Castillo)
3️⃣ Que Castillo sea solo un “presidente protocolar” y asuma las riendas un próximo Premier (sacar a Castillo)
Con diferente nombre y tono de enunciación, lo que nos vienen a decir es que no existe una salida a la crisis dentro de ningún cauce democrático. Defensores de la institucionalidad nos dicen que la quebremos y autoproclamados demócratas nos dicen que en este caso está bien con vulnerar la voluntad popular surgida de las urnas de junio. Una única salida y deje usted de preguntar. Una única vía y da igual si ningún peruano participa en dicha decisión.
Hay además un contexto de cuidado sobre el que convenientemente callan cuando hablan de “salidas” a la crisis: el poder que este Congreso asumiría en este escenario. Y esto resulta particularmente incoherente pues las mismas razones por las que se señala que Castillo debe irse las encontramos en un Congreso donde campean la corrupción, el conservadurismo, el machismo, las mafias en connivencia, la agenda antireformas (educación y transporte, por ejemplo), etc. La salida que nos ofrecen obvia el tipo de poder que este Congreso cobraría y omite hablé siquiera de la actuación que ha tenido ya este Congreso en una probada agenda no solo anti Gobierno, sino anti mejoras ciudadanas. Un Congreso con mayor desaprobación que el propio presidente de la República pero que, para más alarma, cuenta con una presidenta que ya ha señalado que no convocaría a elecciones generales llegado el momento, sino solo presidenciales. Que ella, y los congresistas entre los cuales está Valer, ojo, se quedan. Para ellos la democracia sí vale, para la figura presidencial, no. Que nuestros referentes de la opinología peruana sigan insistiendo en que se puede salir de la crisis dándole al Congreso y a Maricarmen Alva poder es, quiero creer, de una ingenuidad que asusta.
Pero no nos confundamos. Plantear estas anotaciones no supone en lo absoluto avalar las acciones de Pedro Castillo, ni siquiera haber votado por él. Tampoco supone desconocer su papel en esta crisis. Es su responsabilidad que nos encontremos en este impasse. Y hay que decirlo claro: su traición a las banderas por las que fue elegido tiene estas consecuencias. Pero es necesario reflexionar sobre el peligro de haber normalizado la vacancia como una vía de oposición válida en democracia. Que todas las “salidas” a la crisis signifiquen lo mismo a efectos prácticos (que salga Castillo) nos dice mucho de las credenciales democráticas del país y esto incluye a la clase política, pero también a la oposición, los medios de comunicación y estos referentes de la opinión pública que enuncian tan fácilmente una alternativa de este tipo. Por cierto, conviene recordar que algunos de ellos, a 72 horas de juramentado Castillo, señalaron que había que vacarlo (ver Vergara en La República en Agosto 2021).
Los marcos que vemos reproducidos estos días desde diversos frentes pero que hablan en coordenadas ideológicas similares, resultan profundamente peligrosos pues obvian otro tema fundamental: el poder de hacer política. La opción de RECONDUCIR el Gobierno, ejerciendo presión política (fuerzas del Congreso aliadas), medios y ciudadanía (movilización y participación popular) ni se menciona. ¿Acaso hemos olvidado que logramos derogar la Ley Pulpín en las calles o echar a Merino en cinco días o, un ejemplo más reciente, acabar con el gabinete de Héctor Valer en tres? Quien dice que no hay poder en la presión popular desconoce también el significado de democracia, pero también las lecciones de la historia. Hay razones para exigirle al Gobierno pese a que hay quienes quieren empujarnos en la dirección de la resignación que es también el camino de la antipolítica. Cuidado con ello.
Decía Bertolt Brecht que “las revoluciones se producen, generalmente, en los callejones sin salida”. Nos encontramos en uno de esos callejones. Tal vez antes que asumir falsas salidas a la crisis que en realidad la ahondan, nos toca recobrar mínimos consensos sobre nuestras reglas del juego. El discurso de “lo saco porque no me gusta aunque lo votó la mayoría” es una derrota de los y las demócratas. Una terrible derrota que costará caro no en el corto, sino en el largo plazo. Tal vez, antes que una revolución constituyente (que defiendo y espero ver más pronto que tarde) lo que tenemos entre manos es una revolución que puede parecer menos épica, pero en Perú es todavía más urgente: una revolución democrática.
Para librarla toca empezar por dejar de vender humo con salidas que no lo son y recuperar el peso del poder de hacer política. Toca empezar por garantizar reglas de juego y estas reglas suponen respetar, de un lado la voluntad popular y, del otro, por cumplir con el acuerdo. Toca RECONDUCIR a este gobierno con todo lo que tenemos para ello. Ya hemos iniciado el camino con Valer, queda trecho pero también posibilidad. Aunque algunos te digan lo contrario.