Por Mónica Delgado

El estreno de la sexta comedia dirigida por Ani Alva Helfer, una de las pocas cineastas peruanas que se caracteriza por realizar films dentro del género de la comedia con fines comerciales, sigue ubicando a la comedia de enredos o situaciones como un atractivo en salas. Puede que la fórmula nunca se agote dentro de las preferencias de los públicos, más aún cuando se trata de un género que siempre está ubicado en el segundo o tercer lugar del gusto de los espectadores peruanos según encuestas de consumo (luego de la acción o el híbrido con la fantasía). Hacer cine de género en Perú siempre es rentable, aunque hay casos en que los films de comedias o terror han sido fiascos en las taquillas.

Con casi 250 mil espectadores en su primera semana Soltera, casada, viuda, divorciada (Perú, 2023) ha captado un interés que se concatena con una tendencia en determinados films de años recientes. Esta tendencia nos habla de argumentos con protagonistas mujeres en su mayoría, de un determinado contexto generacional, usualmente con referencia a los años noventa, y a insatisfacciones de tipo amoroso que detonan las situaciones. No solo se trataría de los films dirigidos por la misma Alva Helfer (No me digas solterona, Medias hermanas) sino también de obras producidas por Tondero (Locos de amor, A los 40, Intercambiadas, Doblemente embarazada) o de otras productoras (Recontra loca, Sobredosis de amor, Sí mi amor, entre otras). Y en este sentido, hay elementos que pueden sonar recurrentes o déjà vu.

El cine de género con fines industriales tiene sus propios contratos, que resultan en esquemas, fórmulas o estructuras que ya vienen en empaques listos para usar. El argumento de que “la comedia es original” ya casi es producto de una búsqueda escasa, y que se encuentra en algunos films de género estrenados en festivales o que apuntan a un mercado distinto. Sin embargo, dentro del panorama peruano, donde ha habido una horda de comedias de Melcochitas, Barrazas y La Fuana, que extrapolan todo un espectro de tratamiento visual básico, las comedias que realiza Ani Alva Helfer se producen para un mercado dispuesto a generar y ver contenidos con un poco más de gracia. Pero, de todas formas, asoman las limitaciones.

Soltera, casada, viuda, divorciada tiene tópicos usuales de comedias sobre liberación femenina. Es la típica historia de mujeres que en grupo deciden tener un respiro y darse una oportunidad ante una vida rutinaria. Unas Thelma y Louise de Surco, Naplo y Miraflores (es un decir, ya que en el film la única referencia espacial es Pacasmayo, el punto de llegada del camino amarrillo) que dejan a un lado la vida familiar, laboral y amorosa para poder encontrarse en un viaje de carretera (como cualquier road movie) y que también deviene en un viaje interior. Sin embargo, Ani Alva quiere complacer a su público con un lenguaje visual sin ambages, donde la relación de causa y efecto en las situaciones, esencial para la verosimilitud, se va al tacho, aunque con algunos gags (chistes visuales) que resultan efectivos, sobre todo por el talento de Katia Condos, quien pone su experiencia de claun para caricaturizar a un tipo de mujer que teme a la vejez.

¿Qué funciona mejor en Soltera, casada, viuda, divorciada? Pues, el desarrollo del film, en las secuencias en que las mujeres interactúan entre sí en sus momentos de más intimidad amical, y es el terreno que mejor le viene a Ani Alva como guionista y directora de comedias. Las menciones a la maternidad, la vejez, las infidelidades, el sexo, resultan atinados desde la lógica de unas mujeres (desde sus respectivos paradigmas en una sociedad conservadora regida por el estado civil: la glamorosa, la madre de familia, la ejecutiva, la sensible) atravesando los cuarenta años. Por ello, el inicio y final del film, con la presencia de personajes masculinos apenas esbozados condicionan de modo flojo la acción y resolución en la trama de las protagonistas.

También es inevitable mencionar la serie de lugares comunes, algunos muy manidos, que el film reutiliza o recicla. Ver urnas en las comedias ya es chiste viejo. Es más, en el caso peruano ya tenemos a Viejos Amigos, de Fernando Villarán, donde un grupo de adultos mayores van por diversos lugares llevando la urna del mejor amigo en brazos (y hay una serie de comedias basadas en este plot, como los films españoles La urna de Álvaro Díaz Lorenzo o Descarrilados de Fernando García-Ruiz Rubio). O recordemos el final que remite también a una genial escena de El Gran Lebowski de los hermanos Coen, donde Dude (Jeff Bridges) recibe toda la ceniza de su amigo fallecido en la cara, para luego decir al amigo que arrojó la urna “acabas convirtiendo todo en una parodia”.

Por ejemplo, dentro de lo manido, hay muchas similitudes con el film mexicano Fuga de reinas, que está actualmente en Netflix -y que decenas de espectadores han advertido en redes como gran referente-: más allá de la similitud en el perfil de las cuatro amigas en crisis de los cuarenta años, aparece en la trama una urna de por medio, una llanta pinchada en medio de la carretera, un par de delincuentes que se roban las maletas y unas cenizas que pontifican la escena final. No sé si haya algo de telepatía entre el trabajo de guion de la actriz mexicana Martha Higareda y la labor de Ani Alva Helfer y su hermana, pero lo que sí queda claro es que la comedia comercial ha llegado a un nivel repetitivo, viejo, facilista, conformista, a tal punto que solo los localismos (actrices conocidas en México, actrices conocidas en Perú) brindan el atractivo pertinente para lograr un poco de atención de los públicos. Producida por Gianella Neyra, Soltera, casada, viuda, divorciada es dentro de la filmografía de Alva Helfer un punto suspensivo, en la medida que se apela con más visibilidad a una fórmula sin muchos bríos, pese a algunos momentos de interés cómicos (que desfallecen ante la cuota melodramática de autoayuda). Es innegable que el público sale contento o incluso conmovido -debido a la presencia del actor fallecido Diego Bertie y su respectivo homenaje-, pero se debe a una fórmula conocida que funciona y que se traduce, como casi siempre, en números y soles.