Es cierto que lo hoy sucede en Venezuela tiene mucho que ver con el petróleo. El asesor de Donald Trump, John Bolton, acaba de decir que una vez solucionado el problema en Venezuela vendrán las empresas petroleras norteamericanas a «traer» la felicidad a ese país. Bolton, sin la menor vergüenza, ha deslizado la idea de que también estamos ante un gran negocio. Este artículo indaga sobre otro tema: las implicancias en las futuras relaciones entre EEUU y América Latina si triunfa la estrategia norteamericana y de sus aliados y que tiene como uno de sus ejes la domesticación de la democracia y el proceso democratizador de la región.
LA NUEVA DOCTRINA MONROE

Hoy las relaciones entre Estados Unidos y América Latina pasan por un momento de transición que determinarán el futuro de éstas. El surgimiento de una extrema derecha conservadora en la región, el fin del ciclo progresista, la crisis venezolana, las limitaciones de los programas económicos neoliberales, la emergencia de nuevos actores internacionales como China y Rusia, así como la propia crisis hegemónica de Estados Unidos, son algunos de los hechos que nos muestran claramente que estamos ante una fase de transición. Sin embargo, de todos estos eventos, es la crisis venezolana con sus posibles salidas o soluciones, la que definirá en el corto plazo las características de esta transición. La propuesta de EE. UU. y de varios países de la región, entre ellos el Perú, para resolver la crisis de la nación bolivariana implica una reconfiguración radical de esas mismas relaciones. Hoy Venezuela, al margen de lo que uno opine sobre Nicolás Maduro y su gobierno (y la mía no es positiva), es el eslabón más débil de una cadena de cambios que redefinirán las relaciones de la región con el imperio.
Dicho de otra manera, hasta dónde puede llegar este acercamiento que varios países de la región han tenido con EEUU, que no solo reiterará un viejo patrón de dependencia, sino que lo profundizará. Mi hipótesis es que estamos pasando de un momento de relativa autonomía y hasta de nacionalismo en la relación con EEUU, que fue lo que se vivió en el llamado “giro progresista”, a otro de total subordinación. EEUU está intentando “recuperar” América Latina ya no solo como su “patio trasero”, sino como parte de una lucha por la hegemonía en un mundo cada vez más globalizado y neoliberal. Por eso la estrategia norteamericana y de sus aliados para resolver la crisis venezolana muestran algunos hechos que esbozan cómo será en el futuro estas relaciones.
LOS HECHOS: I

El primero, es la designación de Elliott Abrams por Mike Pompeo, Secretario de Estado de los EEUU, como emisario de ese país para restaurar la democracia en Venezuela. Pompeo ha calificado la situación de Venezuela como “profunda, compleja y peligrosa”. También ha dicho que Abrams lo iba a acompañar a la ONU y que “después de eso no podría decirles a dónde (su misión) lo llevará. No me sorprendería que terminara viajando por la región” .
Elliott Abrams no es cualquier persona. Fue vicesecretario de Estado para Derechos Humanos y Asuntos Humanitarios del presidente Ronald Reagan en 1981. Años después estuvo involucrado en el escándalo “Iran-Contra o irangate” (1985-86) que consistió en que Estados Unidos vendía armas “por lo bajo” a Irán (que estaba en guerra contra Irak) para financiar con ese dinero a la llamada «Contra» nicaragüense, mercenarios que atacaban desde Honduras a la joven Nicaragua Sandinista de esos años. Incluso se dice que parte de las varias decenas de millones que se gastaron en armar a los antisandinistas, se consiguieron gracias también al tráfico de drogas en EEUU en el que estuvo comprometida la propia CIA. Abrams fue condenado por estos hechos, pero perdonado por el presidente Bush. Además, en ese tiempo, tenía vínculos con los grupos evangélicos más conservadores de ese país, con el importante y conocido lobby israelí en EEUU y probablemente también vínculos con la CIA. Abrams, después de su reciente nombramiento ha dicho que está deseoso de «trabajar». Él sabe cómo hacerlo, sino vean lo que hizo en Nicaragua, Guatemala y El Salvador años atrás. Más que un experto en restaurar democracias, parece ser un experto en cómo destruirlas y llevar al poder a los amigos de EEUU.
LOS HECHOS: II
El segundo hecho es el develamiento por la agencia de noticias norteamericana The Associated Press (AP), de que lo que hoy sucede en Venezuela es parte de un plan orquestado tiempo atrás. Según la nota periodística de AP, Antonio Ledezma, ex Alcalde de Caracas, aliado de la oposición y ahora exiliado en España, contó que “a mediados de diciembre, Guaidó viajó silenciosamente a Washington, Colombia y Brasil para informar a los funcionarios sobre la estrategia de la oposición”. Esta estrategia apuntaba a hacer coincidir las “manifestaciones masivas” de la oposición con “el esperado juramento de Maduro para un segundo mandato el 10 de enero”, en un contexto de “generalizada condena internacional”.
Según esta misma fuente (esta información fue publicada también por el diario Gestión) “Un funcionario estadounidense dijo que se emplearon intermediarios para enviar mensajes a Leopoldo López, influyente dirigente opositor y mentor político de Guaidó que permanece bajo arresto domiciliario desde su intento fallido de encabezar un movimiento contra Maduro en el 2014. El funcionario estadounidense solicitó el anonimato como una precaución de seguridad”.
También se sabe, gracias a este informe de AP, que el propio Guaidó se habría comprometido en Bogotá a declararse “a sí mismo presidente interino en un mitin el 23 de enero, coincidiendo con el aniversario del golpe de 1958 que terminó con la dictadura militar de Venezuela”.
Y si bien la tarea de unificar a la oposición al gobierno de Maduro no fue fácil, lo cierto es que “la decisión de confrontar directamente a Maduro solo fue posible gracias al sólido apoyo de la administración Trump, que dirigió a un coro de gobiernos latinoamericanos mayoritariamente conservadores que reconocieron de inmediato a Guaidó”.
No es extraño, como señala este informe de AP, que “el 4 de enero, un día antes de que Guaidó asumiera el cargo de presidente de la Asamblea Nacional, los ministros de relaciones exteriores de 13 naciones del Grupo de Lima (México no firmó esta Declaración) dijeron que no reconocerían el segundo mandato de Maduro”.
Como se recordará la declaración del Grupo de Lima del cuatro de enero de este año decía dos cosas importantes: por un lado, que “reconocían a la Asamblea Nacional (…) como órgano constitucional democráticamente electo en Venezuela”; y por el otro, que instaban a Maduro a no asumir la presidencia el 10 de enero, a respetar “las atribuciones de la Asamblea Nacional” y a transferir “en forma provisional, el poder ejecutivo hasta que se realicen nuevas elecciones presidenciales democráticas”. Ahí nace la tesis de los dos gobiernos.
Según esta misma información, varios países habrían participado en el diseño de esta estrategia, entre ellos el Perú. Con este comportamiento el gobierno y la cancillería han enterrado la vieja tradición diplomática peruana construida en torno al respeto a la soberanía, la independencia y la autonomía frente a EEUU como lo plantearon cancilleres y diplomáticos como Raúl Porras y Carlos García-Bedoya.
LOS HECHOS: III

El tercer hecho son las recientes declaraciones que en realidad son amenazas directas contra el gobierno de Maduro, del asesor de Seguridad Nacional de EEUU, John Bolton, quien ha dicho hace unos días que «cualquier violencia o intimidación contra el personal diplomático de EE.UU., el líder democrático Juan Guaidó o la propia Asamblea Nacional representaría un grave ataque al Estado de derecho y recibirá una respuesta significativa».
¿Qué significa “una respuesta significativa”? Nadie lo sabe. Sin embargo, no hay que olvidarse que Bolton ha dicho que “todas las opciones están sobre la mesa” y que Donald Trump, hace algún tiempo, abrió la posibilidad de la “opción militar” como solución a la crisis venezolana. La posibilidad de una intervención militar o de convertir a Venezuela en una Siria en América Latina no debe ser descartada.
LOS HECHOS: IV

Un último hecho es la congelación de todos los fondos de la petrolera PDVS en Estados Unidos. Esta decisión, como afirma el diario El País, representa “un durísimo golpe al régimen de Nicolás Maduro (…) Las medidas, que apuntan a la línea de flotación de la economía venezolana, incluyen la congelación de los fondos de la compañía en EEUU, unos 7.000 millones de dólares. Además supondrán pérdidas en exportaciones por 11.000 millones de dólares el próximo año”.
Esta medida se complementa con otra: la decisión, también de la administración Trump, de que las cuentas del gobierno venezolano en el Banco de la Reserva Federal de Nueva York y en otros bancos en ese país, sean traspasados al “gobierno” que “preside” Guaidó. El senador republicano, Marco Rubio, dijo: “Estados Unidos ha dado el control de cuentas bancarias en EEUU del gobierno venezolano al gobierno legítimo del presidente interino Juan Guaidó”. A ello se suma la “designación de “encargados diplomáticos” en algunos países por el llamado “gobierno transitorio o interino”. En el Perú sería el ciudadano Carlos Skoll
PROVOCACIONES

Es cierto que estas decisiones de la administración Trump, son una provocación, un acto ilegal, pero significan un duro golpe a la supervivencia del gobierno de Maduro. Ello demostraría que a Maduro el tiempo se le acorta y que Trump no tiene intenciones de negociar una salida pacífica.
Una de las respuestas del gobierno frente a estos últimos hechos, ha sido prohibir la salida de Venezuela del llamado “presidente interino”, Juan Guaidó y, posiblemente más adelante, su detención con lo cual el clima político sube de temperatura, ya que se trata de una “medida” contra el “protegido” de los EEUU.
La aceptación inmediata por parte del presidente Maduro de la propuesta de México y Uruguay de buscar una solución negociada y pacífica, la sorpresiva y reciente propuesta del izquierdista expresidente de Uruguay José Mujica de “elecciones totales” bajo monitoreo de la ONU para evitar una” guerra”, así como las últimas declaraciones del Papa Francisco de que le “asusta un posible derramamiento de sangre en Venezuela” y que reconocer a Juan Guaidó como presidente interino de ese país “sería una imprudencia pastoral y haría daño ponerse de la parte de unos países o de otro” lo que puede ser considerado como un mensaje indirecto a Donald Trump , muestran claramente que estamos frente a la posibilidad de ingresar un punto de quiebre o a un punto de quiebre cuyas consecuencias son impredecibles.
HACIA UNA NUEVA DOCTRINA MONROE

Por eso, superar la crisis que hoy vive Venezuela, como hemos dicho, no solo tiene que ver con su futuro, complejo y difícil, o con el de Nicolás Maduro, cada vez más complicado e inviable para algunos observadores, sino también con el futuro de las relaciones de América Latina con los Estados Unidos. Es cierto que la presencia de Maduro como Presidente es un “problema” para la región ya que es un factor de polarización interno y externo al ser acusado de violar los derechos humanos, de quebrar económicamente a su país (no hay que olvidarse del bloqueo económico) y de romper la legalidad; pero mi impresión, sin embargo, es que su derrocamiento ilegal y violento por acción de EE. UU y sus aliados, si se da, tendrá un alto costo político para América Latina.
Aceptar que es posible planificar golpes de Estado a vista y paciencia del mundo; designar como mediadores a personas expertas en reclutar mercenarios y violar los derechos humanos; bloquear cuentas bancarias de otros países y entregarlas a un tercero que es “reconocido” como Presidente por el país que bloquea estas mismas cuentas como un mecanismo de presión; y que otros países “designen o elijan” al Presidente de otra nación y que luego amenacen con agredir militarmente sino no se aceptan sus condiciones, son hechos, en verdad, inéditos en las relaciones entre América Latina y Estados Unidos que definen la otra etapa de las relaciones interamericanas.
Es un regreso, como han dicho varios, a la Guatemala de 1954; a la invasión y ocupación de República Dominicana por Estados Unidos en 1965 y 1966; al golpe militar en el Chile de Allende; a las invasiones de Granada en 1983 y de Panamá en 1989; a la creación de los llamados “contras” (o “luchadores por la libertad”) en la Nicaragua de los ochenta; es decir volver a los momentos más intervencionistas y antidemocráticos de Estados Unidos en su relación con América Latina y que hoy coinciden con una activa presencia internacional de una extrema derecha conservadora en la región dispuesta a terminar, como ellos mismos dicen, con el progresismo, la izquierda, el feminismo y el llamado “marxismo cultural”.
DEMOCRACIAS VIGILADAS

Una de sus consecuencias de este “momento reaccionario” será la constitución de lo que podemos llamar “democracias vigiladas o tuteladas” en América Latina. Es decir, gobiernos conservadores que tendrán que seguir un guión escrito por el imperio que no admite indisciplinas como las de Lula o la de Chávez o propuestas como la igualdad de género. El “tutor” de estas “democracias” sería Estados Unidos que contaría con la ayuda de unos cuantos “capataces” regionales: Brasil y Colombia. La democracia liberal será solo para Estados Unidos, la “vigilada” para los países de América Latina.
Estas nuevas democracias vigiladas serán el adorno que esconderá una nueva dominación imperial en la región. Estados Unidos ha resuelto el tema de expansión y consolidación de la democracia, domesticándola. Ese es el “broche de oro” con el cual quiere clausurar el ciclo democrático y progresista que vivió la región.
REMEDIO PEOR QUE LA ENFERMEDAD
Hay que tomar en cuenta que la democracia requiere de países con soberanía e independencia, sin ellas es imposible la autodeterminación de los pueblos y, por lo tanto, la democracia. Y si bien uno puedo discutir el carácter autoritario del gobierno y del régimen de Nicolás Maduro, creo que el remedio propuesto por EEUU y sus aliados es peor que la enfermedad.
Dicho de otro de manera, el llamado “autoritarismo” de Maduro será reemplazado por una democracia cuyos límites no los pondrá la ciudadanía de ese mismo país sino el país más poderoso y dominante. Lo que quiero decir es que el triunfo de los sectores de derecha y de ultraderecha en la región, incluido EEUU, tiene como “broche de oro” blindar a esta suerte de democracias vigiladas o tuteladas. Algo que es similar al blindaje del modelo neoliberal que también es implementado con una serie de acuerdos y tratados internacionales que representan, por lo general, una renuncia al ejercicio de la soberanía de un país. La democracia vigilada o tutelada es la cara política, como los tratados de libre comercio y otros acuerdos son el rostro económico de una globalización neoliberal. Es una nueva Doctrina Monroe para el siglo XXI. El advenimiento de una nueva “colonialidad” en pleno proceso de globalización neoliberal y de lucha por la hegemonía mundial.
CODA

Uno no sabe si lo hizo a propósito o si más bien fue un descuido de John Bolton, Consejero de Seguridad Nacional, el no esconder sus notas personales de su libreta este lunes cuando compareció ante la prensa para anunciar nuevas sanciones contra Venezuela. En una de esas notas se lee: “5.000 soldados en Colombia”. Hasta ahora ningún alto funcionario de la administración Trump ha podido responder si esas cifras son verdaderas y cuál es su relación con la crisis en Venezuela. Por eso la preocupación existe y es legítima, más aún cuando el propio Bolton la semana pasada afirmó que «todas las opciones» están sobre la mesa. .
Por ello uno se pregunta si alguna vez Trump y su administración intentaron negociar seriamente una salida pacífica a la crisis venezolana o si más bien lo que siempre buscaron fue una rendición total e incondicional de Maduro y su gobierno. Por eso, como nunca, los tambores de guerra suenan más fuerte que en otros días.
* Alberto Adrianzén M. Sociólogo de la U. Católica.. Estudió Ciencias Políticas en el Colegio de México. Fue asesor del presidente Valentín Paniagua y de la Secretaría General de la CAN. Asimismo, asesor ad honorem del Canciller Rafael Roncagliolo y Parlamentario Andino (2011-2016). Profesor de la Academia Diplomática y de la U. Católica. Actualmente es Director de la Revista Quehacer y miembro de DESCO y columnista de La República.