Especialistas señalan el peligro de catalogar a agresores como “monstruos” o “enfermos”. Con ello no solo se justifican sus actos, sino que se oculta la real dimensión de la violencia de género, minimizándola como un problema aislado.
En un contexto en el que 8 de cada 10 niñas y mujeres han sido víctimas de violencia de género al menos una vez en su vida, según la Encuesta Nacional sobre Relaciones Sociales, el agresor puede ser cualquiera: policías, políticos, profesores, estudiantes de prestigiosas universidades, trabajadores reconocidos, ese actor que tanto te gusta o el influencer de moda. El agresor también puede estar en tu casa y ser tu esposo, padre, hermano, tío, primo, abuelo, cuñado, etc.
De hecho, en el 87% de los casos de violencia de género, el agresor tenía un vínculo familiar o de pareja con la víctima, de acuerdo al portal estadístico Aurora con cifras de enero a octubre de 2024. Solo en casos de violencia sexual se registra que en el 55% de las veces se trató de una persona ajena a la familia, como docentes, compañeros de trabajo o estudio, vecinos, entre otros.
No hay un prototipo de agresor, no existen características específicas o enfermedades de salud mental que condicionen a una persona a cometer delitos. Tampoco la ingesta de alcohol es un atenuante de las agresiones. Datos del Ministerio de la Mujer revelan que el 70% de los perpetradores de violencia de género estaban sobrios cuando cometieron el delito. Es decir, eran plenamente conscientes de lo que estaban haciendo.
Por ello, la psicóloga Sabrina Rodríguez explica que la violencia ejercida sobre mujeres y cuerpos feminizados es un problema social que da cuenta de cómo niños y hombres se desarrollan en la sociedad asumiendo una superioridad y poder simbólico sobre mujeres y diversidades que perpetúa la violencia de género en todos los espacios.
“Catalogar como monstruos o enfermos a los agresores es quitarles responsabilidad, es ver al agresor como un problema aislado y no darnos cuenta de que estos agresores, estos violadores, estos feminicidas, crecen y se forman en nuestra sociedad a raíz de roles y estereotipos de género. Cuando deciden agredir es porque saben que este sistema les permite violentar y muy posiblemente no van a recibir una pena por la violencia que ejercen”, señala la psicóloga de la organización feminista Manuela Ramos.
Rodríguez pone como ejemplo el caso del suboficial PNP Darwin Condori Antezana, presunto feminicida de Sheyla Cóndor. Este policía, junto con otros dos colegas, fue denunciado por violación grupal en 2023; sin embargo, continuó en actividad hasta que fue encontrado muerto. “Este policía Darwin ya había violado, ya había abusado de su poder como policía, con las redes de contacto que tenía, y había estado trabajando a pesar de la violencia que había cometido. Entonces, no es ningún monstruo, no es ningún enfermo, es una persona que sabe del poder que tiene para poder violentar a su gusto y por ello lo continuó haciéndolo con premeditación, sabiendo que las víctimas a las cuales él atacó eran completamente vulnerables ante el poder que él tenía”, sostiene.
La violencia de género en el Perú es un problema extendido y sistémico que afecta a millones de niñas y mujeres cada año, truncando sus proyectos de vida, causando pérdidas irreversibles y daños psicológicos inconmensurables.
No son hechos aislados. En el Perú, cada día 394 niñas y mujeres son víctimas de algún tipo de violencia, 89 son violentadas sexualmente y alrededor de 30 son desaparecidas.
Para la especialista, se debe empezar a generar cambios en la sociedad desde las etapas formativas de niños y adolescentes, inculcando el respeto a los derechos de los demás, independientemente de su género, además de evitar difundir discursos estereotipados como que la mujer está para servir al hombre, soportar en silencio lo que él haga, someterse a sus designios, controlar su vida, etc.
“Es necesario generar cambios para que los factores sociales no influyan en la normalización de la violencia, que permitan a niños y adolescentes construir vínculos armoniosos, saludables con las mujeres y con las personas en su diversidad, que los niños se den cuenta que realmente el rol masculino no tiene que ser una persona que violenta y agrede a los demás, sino todo lo contrario, que debe respetar y ser respetado”, apunta.