@AlfonsoBermejoV

Luego de 4 horas de retraso, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) dio luz verde a las 2 empresas habilitadas para realizar y divulgar los resultados del conteo rápido. Hasta ese momento, las encuestas habían fotografiado una victoria del MAS-IPSP, aunque insuficiente para evitar el balotaje. El silencio suponía una victoria más abultada de lo esperado. Como habíamos advertido algunos analistas, la subrepresentación del voto rural y el voto oculto (favorable al MAS-IPSP luego de 11 meses de represión), no se reflejaban en las encuestas. Al final, a la medianoche (hora local de Bolivia), la encuestadora CIESMORI dio los resultados. Estos fueron sorprendentes para todos; el binomio Luis Arce y David Choquehuanca alcanzaban la mayoría absoluta con 52,4%. Luego vinieron los datos de la Fundación Jubileo, otorgándole 53% al MAS-IPSP.

Los resultados preliminares, además, le otorgan 5 de los 9 de departamentos (La Paz, Oruro, Potosí, Cochabamba y Pando). Respecto a las Cámaras, el MAS-IPSP obtendría 19 senadores; las otras organizaciones como la alianza Comunidad Ciudadana (CC) 13; y Creemos 4. Si bien tendría mayoría, esta no es calificada al no alcanzar los 2/3 de la misma.

Al momento de escribir este artículo, en el conteo oficial —al 86,62%— el MAS-IPSP obtiene el 54,10% de los votos válidos; CC, el 29,49%; y, Creemos, el 14,30% al 20 de octubre. Comparando con los resultados de las elecciones de 2019, los que llevaron al golpe de estado, luego de no ser reconocidos por la (entonces) oposición y por la OEA, el MAS-IPSP obtuvo +6,74 p.p. (47,08%) y CC, de Carlos Mesa, -7,02 p.p. (36,51%).

Los datos lo demuestran (por si aún quedaba alguna duda): no hubo fraude.

¿Victoria inesperada?

Lo relevante, ahora, es intentar explicar los factores por los cuales el MAS-IPSP, contrario a lo que se esperaba por una parte importante de la prensa local e internacional, obtuvo una victoria aplastante.

Una de las primeras afirmaciones es que el alejamiento del expresidente Evo Morales fue un factor determinante, llegando a señalar que estas elecciones confirman el mensaje dado en las urnas, en 2016, cuando en el referéndum por la elección indefinida, el 51,3% se manifestó en contra y el 48,7% a favor. Si analizamos estos datos con los resultados de 2019 o 2020, podríamos inferir que una gran mayoría de votantes del MAS-IPSP estaban a favor de la reelección, teniendo como supuesto que el elector antimasista se oponía a dicha posibilidad. También hay que señalar que un resultado similar —tal como sucedió en 2019— es suficiente para ganar las elecciones. Los resultados correlacionan, además, con el nivel de satisfacción del gobierno: De acuerdo con la encuesta de Latinobarómetro (2018) era de 47%.

Lo que demuestra esta elección es que la existencia de líderes caudillistas no se contrapone a la formación de partidos políticos sólidos, organizados y con una gran capacidad de convocatoria y movilización. En ese sentido, es importante señalar que —pese a que se persiguió a los líderes del gobierno anterior y se cerraron los medios de comunicación comunitarios— el elector masista salió, a pesar de estar en medio de una pandemia, a sufragar masivamente. De acuerdo con la información del cómputo oficial, la participación es próxima al 88% de los votantes habilitados, similar a la del año pasado. Por otro lado, demuestra que no existe dependencia de Evo Morales y que cuentan con una importante capacidad de recambio y renovación, pudiendo encontrar líderes como Andrónico Rodríguez, quien incluso fue una de las opciones para conformar la dupla electoral. El masismo dejaba en claro que es un proyecto político.

Otro factor que se debe tomar en cuenta es la estrategia para la elección del binomio ganador. El MAS-IPSP optó por Luis Arce, exministro de Economía y reconocido por ser el artífice del “milagro económico” boliviano, que representaba al sector de la clase media urbana; y, por otro lado, David Choquehuanca, exministro de Relaciones Exteriores, que significaba al sector indígena. Simbólicamente, representaba una Bolivia unida, alejada de las grietas demográficas y culturales. Tomando en cuenta lo señalado, a días de que la presidenta de facto, Jeanine Áñez, declinara su candidatura y anunciara su apoyo a Comunidad Ciudadana, la Fundación Jubileo publicó una encuesta en septiembre, donde el candidato Carlos Mesa tenía el 26,2% de los votos válidos (-4,6 p.p. que el conteo rápido y -3,29 con datos parciales). Si tomamos en cuenta que el estimado de votación de Áñez era 10,6%, el endoso a Mesa no llegó al 50% de los votos y/o los potenciales votantes de CC declinaron esa opción electoral luego de anunciado el apoyo. Esto cobra sentido, si consideramos que el votante de Mesa se mostraba como alguien ajeno a los “extremos”, y eso era lo que precisamente representaba Áñez, quien en reiteradas oportunidades se había mostrado intolerante con los valores y tradiciones indígenas de Bolivia.

A lo señalado, habría que agregar que la población valora muy negativamente la gestión económica y sanitaria de Jeanine Áñez; y, por el contrario, quien se presentaba como candidato del MAS-IPSP era reconocido como el artífice del mayor período de crecimiento y estabilidad económica del país. En este punto, un error de final de campaña fue que —en las últimas semanas— Mesa centró su ataque en intentar convencer que el tan citado milagro económico era una “gran mentira” y que este nunca existió. El discurso chocaba con la realidad vivida por millones de bolivianos y bolivianas que en los 14 años de gobierno masista mejoraron sustancialmente su calidad de vida.

Camino a la unidad

Es de celebrar el discurso conciliador del presidente electo, llamando a la unidad del pueblo boliviano y a trabajar por las preocupaciones inmediatas, salir de la crisis actual. Por lo pronto, ha anunciado que entregará los salvoconductos a los exministros refugiados en la Embajada de México, garantizará el fin de la persecución política, revertirá las medidas tomadas en política exterior respecto a las relaciones con Venezuela, Cuba, Irán, China y Rusia (no ha dicho nada sobre Israel) y, en materia económica, incentivará la demanda interna a través del gasto público para volver a la senda del crecimiento y aliviar la carga a las familias vulnerables. La tarea por delante no será sencilla, se precisa de unidad y diálogo. Ese es el gran reto.

*Este artículo fue publicado en la revista digital Poliantea