Por ´Álvaro Meneses
Un altar, un mural, una fotografía. Tres elementos usados por artistas, pintores y reporteros gráficos para preservar la memoria de las víctimas de la represión policial desplegada a mediados de noviembre del año pasado en las protestas contra el Gobierno de facto de Manuel Merino de Lama. Desde entonces, estos espacios donde se recuerdan a los ciudadanos asesinados y heridos por la PNP han sido objeto de ataques de grupos organizados vinculados al fujimorismo.
Hace apenas un día, la tarde del domingo 17 de enero, se registró el cuarto ataque contra el altar levantado en memoria de Inti Sotelo y Brian Pintado, dos jóvenes asesinados por impactos de perdigón el pasado 14 de noviembre. El tercer ataque se dio tres días antes, la noche del jueves 14 de enero, y se identificó como responsables a miembros de La Resistencia, una agrupación conformada por troles de redes sociales cercanos a Fuerza Popular y excandidatos al Congreso del partido Renovación Popular (antes Solidaridad Nacional) que también se manifiestan en contra de la libertad de prensa y el enfoque de género.
Para Nadia Rondón, una de las artistas que promovió y participó en el levantamiento de altares para Inti Sotelo y Brian Pintado en espacios públicos, un altar es una forma de procesar el trauma de las marchas. “La violencia de la policía, del Estado, al ver helicópteros que disparaban lacrimógenas desde arriba. Se generan diferentes emociones colectivas, porque fuimos nosotros quienes estuvimos en las calles y también pudimos haber recibido ese disparo”, explica Nadia a Wayka. El altar, agrega, funciona como una forma de canalizar ese dolor.
Junto a otros artistas, Nadia elaboró el primer altar de Inti y Brian en el cruce de las avenidas Abancay y Nicolás de Piérola, zona donde ambos murieron en plena protesta. “La gente dejaba sus carteles, les llevaban flores, es que es un lugar de recuerdo, que narra el dolor vivido, porque conectas con los asesinados, porque pudieron ser ellos”, cuenta Nadia. El altar se replicó posteriormente en la Plaza San Martín, el Jirón Quilca, Plaza Francia, el Parque Kennedy y en la playa del distrito de Magdalena.
Sin embargo, los altares impulsados por un grupo de artistas y activistas, y construidos con los aportes de la sociedad civil, han sido atacados constantemente hasta quedar destruidos. “Es asesinar la historia no oficial, la historia que el Gobierno no quiere contar, es asesinar las expresiones humanas de la población, es otro atentado más que viene del Gobierno porque no protege estos espacios”, interpreta Nadia.
Memoria sobre paredes
Desde el 14 de noviembre, día en que asesinaron a Inti Sotelo y Brian Pintado, han surgido diferentes expresiones de memoria además de los altares, como la exposición en espacios públicos del registro fotográfico de la represión policial, y murales con los rostros de las víctimas o mensajes que piden justicia. Y también han sido objeto de actos vandálicos, no solo por el grupo La Resistencia, sino también por la Policía Nacional del Perú y la Municipalidad de Lima.
El sábado 21 de noviembre, una semana después de los hechos, las paredes del jirón Quilca se cubrieron con pinturas y fotografías. Algunas de esas imágenes pegadas sobre los muros eran del reportero gráfico Marco Ramón Huaroto (Atoq), fundador del colectivo Fotógrafos AutoConvocados (FAC). “Comenzamos a hacer murales con nuestro archivo, y ahí entra la idea de hacer memoria, de tomar los espacios públicos como espacios donde podemos compartir nuestros registros”, cuenta Atoq.
Posteriormente, el archivo fotográfico del colectivo FAC se descentralizó del jirón Quilca a los barrios. ”Empezamos en Quilca pero después la gente nos invitaba a diferentes barrios. Y lo bonito de eso es conversar con los vecinos, sus experiencias y que ellos mismos entiendan sobre la represión policial”, cuenta ‘Atoq’ a Wayka. Las fotos de la represión policial ya fueron expuestas en los distritos del Rímac, San Martín de Porres, Puente Piedra, Independencia, Breña y Cercado de Lima.
Como Atoq, la artista plástica Mónica Miros también tomó las paredes del jirón Quilca con plantillas de imágenes con frases referidas a la represión policial. “Los medios son de los políticos y las calles son nuestras”, decía el stencil pintado por ella. Como Mónica, otros artistas y colectivos de graffiti han tomado los muros de Lima para preservar la memoria: en Breña, Rímac, San Juan de Lurigancho. Varios de ellos también fueron manchados por integrantes de La Resistencia.
“Es una manifestación de censura radical y fascista, representada por movimientos pequeños pero que existen en el país y desde hace varios años. Ahora se hacen visibles con esas acciones específicas que dañan la memoria social. Y la inacción de las instituciones es permisibilidad, es encubrimiento. No hay sanción y eso es impunidad”, explica Miros a Wayka.
El fotógrafo fundador de FAC, Marco Ramón Huaroto, también coincide en que se tratan de grupos fascistas. “Al comienzo pensé que eran intentos necios de querer borrar lo evidente, pero han demostrado que es un sentimiento fascistoide con discursos nacionalistas, que enaltecen a la policía y a la patria, y que califica de vándalos a las víctimas”, dice Atoq, refiriéndose a los constantes ataques de La Resistencia.