Desde la explosión de los multicines en las regiones del Perú, hace más de diez años, podría decirse que las distribuidoras y exhibidoras han llevado al interior del país solo films doblados y estrenos blockbusters de la temporada. Es un sistema que tiende a replicar un sentido común que prima también en Lima, donde a partir de la idea de un tipo de espectador se establece el destino según género de la película y las características para verla. Por ello, es normal que Capitana Marvel este en su semana de estreno en más de ochenta salas doblada y solo se encuentre subtitulada en dos cines ubicados en dos malls de Arequipa y Trujillo. De 25 regiones, solo los espectadores de dos regiones, además de aquellos que puedan pagar una entrada de sala prime a 31 soles, podrán ver el film subtitulado.
Sabemos que en multicines ubicados en zonas de clase media o en malls de distritos más residenciales de Lima siempre habrá una película con subtítulos; es decir, sin mutilaciones. Existen zonas de Lima donde hay espectadores afortunados. Se ha normalizado este tipo de clasismo que sugiere que el film con subtítulos es solo para personas que pueden pagar una entrada más cara y porque seguro “saben inglés”. Mientras que en las más de cien salas repartidas en las regiones, no se le ofrece al espectador una mejor alternativa, por un bajo precio. ¿No sería más lógico que en una ciudad como Cusco, donde el uso del inglés es más común por ser un potente eje turístico, se estrene al menos un film con subtítulos?
También por este trillado criterio de las exhibidoras, sabemos que la proyección del cine de terror en estas salas está casi siempre reservado para los distritos más populares. Por ello, un film como Suspiria de Luca Guadganino (que para colmo ni es completamente horror o terror) fue evitado en multicines de Miraflores, Surco o La Molina. El sinsentido de estos criterios sociales y de marketing para la exhibición del cine comercial en el Perú, considera que el cine de terror es para “pobres”, de zonas populares; quienes van en búsqueda de sensaciones que los hagan saltar de las butacas. Otra muestra de ella fue el estreno de la canadiense Los hambrientos, que solo pasó por Lima y totalmente doblada, cero copias en su idioma original (francés), y claro, en multicines de zonas más populares.
Y si mencionamos a las películas nominadas al Oscar, que ni siquiera son películas de “cine arte”, de narrativas distintas al panorama global de Hollywood, apenas han pasado por estas salas de regiones. Solamente El vicepresidente se pudo ver subtitulada en Tarapoto por un “problema” de la distribuidora, que al parecer solo trajo el film subtitulado. La Favorita, ganadora a mejor actriz en los Oscars, no se vio en niguna región. Lo mismo pasó con Roma, que solo tuvo un estreno previo en Lima, en UVK y el centro cultural PUCP, ya que lo demás quedó en manos de Netflix.
La posibilidad de que el espectador peruano acceda a ver un cine comercial en mejores condiciones (y eso que ya ni estamos hablando de la calidad del servicio de los multicines) es cada vez más escasa. Además, se ve opacada por criterios clasistas perpetuados en décadas, que han patentado al doblaje como única opción y como parte de nuestra pobre cultura audiovisual.