Lo sucedido en un sector de San Juan de Lurigancho, distrito más populoso de Lima, debe llamarnos a reflexionar a profundidad sobre el derecho al agua. En los medios de comunicación hoy vemos apenas la superficie de un problema más agudo que muchas veces es silenciado por el empresariado y el propio Estado.
Tendríamos que partir por reflexionar sobre a inmediata actuación del Gobierno al declarar el distrito en Emergencia por 60 días. Es obvio que el aniego de aguas servidas a raíz de un desperfecto en una tubería ha generado una crisis del agua. Sí, es cierto, pero siempre las acciones en Lima son gran diferencia si pensamos en los diferentes y diversos conflictos por el agua que hay a nivel nacional.
La lucha por el agua es el pan de cada día para muchas comunidades del país. Cajamarca, Arequipa y Piura hoy se han levantado en pie de lucha nuevamente exigiendo que se solucionen los conflictos vigentes con las mineras y que continúan afectando su derecho al agua a través de las lagunas y manantiales que, -dicho sea de paso- también surten de agua a Lima y otros pueblos.
Sin embargo, el Gobierno está y ha estado por años sordo y mudo ante estos conflictos, incluso, muchos judicializados. Aun así nunca han sido declarados en emergencia, ni siquiera casos de denuncias graves de contaminación.
Esta indiferencia o adormecimiento desde Lima, más aún desde el Estado, con relación a la defensa del agua y el territorio en otras zonas del país debe terminar. Es problema de todos y todas que se afecten lagunas, ríos, cataratas, glaciares y otras fuentes de agua. No olvidemos que ya hay alertas de que Lima quedaría desabastecida en unos 20 años. Al cambio climático hay que sumarle la contaminación que genera la minería formal e informal, la tala de bosques indiscriminada, las toneladas de basura que infectan el mar, entre otras, y que son causadas por los seres humanos.
Recordemos el 2017 con las inundaciones, sobre todo en el norte del país: desborde de los ríos y enlodamiento de las plantas de potabilización del agua. Lo mismo en el terremoto de 2007. Lo primero que la gente pedía era agua y no había. En este repensar el derecho al agua hay que seguir pensando en quienes pagan todos los días por agua porque aún no tienen servicios de agua potable y alcantarillado.
¿Se imaginan qué hubiera sucedido si era todo el distrito o ese desperfecto hubiera bloqueado más accesos de agua a otros distritos de Lima? ¿Tenemos que esperar un desastre natural o humano para pensar en lo vital de defender el agua? Bueno, quizá, si no lo han hecho antes sea hora de pensar y ser menos indiferentes cuando escuchemos que en otras regiones hay movilizaciones y protestas por la lucha de los recursos naturales, los territorios, las fuentes de agua, el acceso al servicio, es de todos los días.
Cuando se sufren una crisis como la que afecta a los pobladores de San Juan de Lurigancho, el Gobierno los llama afectados, víctimas. Cuando son pobladores o comunidades de pueblos andinos o amazónicos, los políticos aliados de los empresarios los llaman “antimineros”, “proterrucos”, “enemigos del progreso”.
Volviendo a SJL. Ya ha pasado más de una semana y aún no se repone el agua al 100% en ese distrito. Con justo derecho las y los afectados exigen no solo suministro de agua, sino reparación de las pérdidas. El Estado debe ser más consciente de su papel en la defensa del agua, pero sobre todo nosotros y nosotras debemos ser más firmes en esa defensa y exigirla a las autoridades.
El derecho al agua no es solo para necesidades básicas, tampoco se debe racionar o brindar una cantidad limitada a las personas. Según la Organización Mundial de la Salud, “se requieren entre 50 y 100 litros de agua por persona al día para cubrir la mayoría de las necesidades básicas y evitar la mayor parte de los problemas de salud. El acceso a 20-25 litros por persona al día representa el mínimo, pero esta cantidad suscita preocupaciones sanitarias, porque no basta para cubrir las necesidades básicas de higiene y consumo. Estas cantidades son indicativas, ya que dependen del contexto particular y pueden diferir de un grupo a otro en función del estado de salud, el trabajo, las condiciones climáticas y otros factores”.