Según la especialista, existe todo un discurso sancionador hacia las mujeres, basado en estereotipos, lo que a su vez justifica actos de violencia y el castigo a las mujeres que no cumplen su mandato social.
Ximena inició la relación con su agresor cuando aún era una escolar. En su último año de secundaria decidió darle el “sí” a uno de sus compañeros de escuela, y tras esa decisión, vivió 8 años de violencia silenciosa, expresada en restricciones a su propia libertad y la ausencia de su autonomía.
Felipe, su amigo, novio, y posteriormente agresor, hizo lo que la mayoría hace cuando inicia una relación sentimental. “Si él hubiera podido, seguro me bajaba el cielo”, asegura Ximena, mientras recuerda esos primeros días. Según ella, no había ningún indicio que pudiera advertirle lo que vino después.
“Todo eran flores más o menos los primeros dos meses, después empezaron los reclamos. Recuerdo que el primero fue durante la fiesta de promoción, le molestó el peinado que usé, me reclamó por no consultarle y por ir a la peluquería sin avisarle. Me dijo que así debía ser”, cuenta Ximena llena de indignación.
Los años siguientes los reclamos fueron mayores. Felipe empezó a limitar sus salidas. Todas debían ser anticipadas y bajo su permiso. Ximena no podía estar fuera de casa hasta después de las 8 si no estaba con él, ni siquiera estudiando, mucho menos en alguna reunión social. El siguiente año, empezó a molestarle que ella fuera a la universidad, Felipe le pedía nombre y número de cada compañero o compañera con quien hiciera algún trabajo grupal, y en algún momento llegó incluso a pedirle el número de uno de sus profesores.
Felipe es solo uno del 37% en Perú que aún piensa que las mujeres deberían pedir permiso a sus parejas para salir a ver sus familiares o amigos, según cifras presentadas en la encuesta de Octubre de este año del Instituto de Estudios Peruanos (IEP). El estudio también señala que la mayoría de encuestados que piensan así son hombres.
Además, el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) visibilizó en la Encuesta Nacional sobre Relaciones Sociales, realizada el 2019, que más del 52% de personas encuestadas consideran que la mujer debe cumplir su rol de madre y esposa, y después cumplir sus sueños.
Al respecto, Lucero Cuba, directora de investigación de Chakakuna, agencia de innovación social, asegura que “falta bastante en el Perú para que se vea a las mujeres como personas independientes, dueñas de sus vidas y autónomas”.
“Todavía hay una concepción dominante de que la mujer no es independiente y no se gobierna a sí misma, sino que siempre va a estar en relación a otros, que usualmente son una pareja, o un esposo. En las últimas décadas las mujeres hemos salido masivamente a estudiar y trabajar, pero estos espacios ganados por las mujeres no son vistos como algo para que las mujeres se desarrollen y sean independientes, felices y autónomas, sino como algo necesario para que la mujer contribuya al hogar”, explicó.
Una situación similar vivió Lorena, quién sufrió restricciones desde que tuvo a su primer bebé. Ella cuenta que no solo era su pareja quien le limitaba sus salidas, sino también sus suegros. “Yo tenía una amiga que siempre me decía que debía salir, que él también debía hacerse cargo del bebé. Un día él revisó el celular, leyó eso, y se enfureció. Le contó a su papá y él llamó a mi amiga para amenazarla y decirle que no me vuelva a escribir ni a meterme ideas, que yo ya era mamá y solo debía ser mamá”.
Sobre esto, Cuba, quien además es licenciada en Sociología, señala: “Hay una noción de que la mujer no existe fuera de este entorno familiar y doméstico. Si sale de este entorno doméstico, es para contribuir con el hogar. Ahí estamos viendo muchos casos en el que las mujeres puede que no tengan pareja incluso, pero tienen hermanos, padres que dependen de ella, y por eso su autonomía está muy restringida”.
Pensamiento que justifica la violencia
Durante todos esos años, Ximena no pudo denunciar. Según lo que ella menciona, era difícil identificar que estaba viviendo abuso, ya que si bien él la manipuló para que todo el tiempo de la relación viva subordinada a sus decisiones, nunca hubo agresión física de por medio. “Yo me di cuenta del abuso muchos años después. Para mí solo era una relación tóxica que se acabó por cansancio, pero tras poner distancia y tiempo de por medio, noté que todos esos años viví con miedo”, cuenta.
Contrario a ello, después de la escena con su celular, Lorena fue golpeada y este maltrato continuó durante 3 años más. Fue después del nacimiento de su segundo hijo que decidió salir de ese círculo de violencia y huyó, se mudó de lugar. Después de 10 años de esta situación ella nunca se atrevió a denunciar. Según cuenta, la única que la apoyó fue su mamá, ya que el resto de sus familiares justificó las agresiones, diciendo que ella “fue rebelde”.
“Ni siquiera hice nada, solo reclamaba mi derecho a hacer ciertas cosas como trabajar o estudiar o al menos salir a otro lado que no sea el mercado. Ni siquiera hice nada, solo pedir era una justificación para que me golpeara”, asegura Lorena.
El estudio del IEP también señaló que pese a que la mayoría está en desacuerdo con que el hombre golpee a su esposa, si esta descuida las labores del hogar el 18 % de hombres encuestados señaló que lo entendería.
“Este pensamiento resulta sumamente riesgoso para la seguridad de las mujeres. Ya que mientras se siga viendo restringida la autonomía de las mujeres, hay más riesgo de que se desencadene otro tipo de violencia. Recuerden que estas 4 de cada 10 personas pueden ser personas de la calle, pero también pueden ser jueces y juezas, las personas que imparten justicia” señala Lucero.
Según la especialista, existe todo un discurso sancionador hacia las mujeres, basado en estereotipos, lo que a su vez justifica actos de violencia y el castigo a las mujeres que no cumplen los roles tradicionales que se han asignado a las mujeres.