Verificado por Roxana Loarte

La periodista Martha Meier Miró Quesada publicó en su red social de Twitter una afirmación sobre la transexualidad. En su publicación realizada el 29 de octubre, ella señala expresamente que: “La transexualidad es una enfermedad mental como la anorexia. Si un hombre se siente mujer ¿por qué una flaca no se puede sentir gorda? Ambos se dañan al seguir el camino de su alteración mental”. 

Foto: captura de Twitter

La unidad de verificación de #WaykaDetecta hizo una revisión de documentos oficiales y consultó con expertos en el tema, por lo que concluye que dicha afirmación es falsa. Asimismo, intentamos ponernos en contacto con Martha Meier, pero no obtuvimos respuesta. 

El comentario de Miró Quesada lleva en adjunto la referencia de otra publicación que pertenece a la cuenta de Olivia Langarica, activista libertaria cristiana mexicana. En ambas la aseveración acerca de la transexualidad es la misma. Sin embargo, en el 2019, la Organización Mundial de la Salud  aprobó la nueva Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11), donde retira la transexualidad y el travestismo de la categoría de “trastorno mental”.

Esta clasificación diseñada por la OMS es un registro sistemático que se usa para el análisis, interpretación y la comparabilidad de los datos de mortalidad y morbilidad a nivel mundial. El documento anterior (CIE 10) incluía a la transexualidad como un trastorno de identidad de género, pero con la actualización de hace tres años la información fue modificada. Este documento es una referencia para las y los médicos clínicos. 

En el campo de la psiquiatría y psicología, la Asociación Americana de Psiquiatría (APA, por sus siglas en inglés) publicó en el 2013 una nueva edición de su manual, Diagnostic and Statistical of Mental Disorders, Fifth Edition, Text Revision (DSM-5-TR), que en español se traduce como Guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM – 5. En esta publicación, la APA decidió retirar la transexualidad de las clasificaciones de las patologías de trastorno mental. Y casi a finales del siglo XX, en 1973, la asociación ya había excluido la homosexualidad de su manual. Mientras que la OMS recién lo haría en 1990, dejando de considerar a la homosexualidad como una enfermedad. 

Aarón Puescas, licenciado en Psicología Social de Promsex, explica que estos avances alcanzados a favor de la población LGBT permiten derribar discursos y prácticas que intentan definir a la transexualidad y a la homosexualidad como enfermedades.

“Las instituciones de salud mental y en psiquiatría, sobre todo la de psicología, han ido también virando y dejando atrás estos discursos patologizantes, que en la práctica deslegitiman socialmente la diversidad y alimentan discursos de odio y discriminación que se van a traducir en conductas violentas en la vía pública contra personas trans, crímenes de odio contra personas LGBT, o incluso, cuestiones más macro como la ausencia de políticas públicas que protejan a las personas LGBT. Este tipo de discursos patologizantes tienen implicancias sumamente graves porque envían un mensaje: todo lo que no es heterosexual, todo lo que no es cisgénero, es algo enfermo. Y lo enfermo, según este tipo de discurso, se tiene que curar. Sabemos que desde la perspectiva de curar a las personas LGBT, que de por sí no tienen nada, se han motivado prácticas pseudocientíficas como las terapias de conversión, que no tienen ningún respaldo científico e incorporan distintas conductas violentas como por ejemplo las terapias de choque, el aislamiento, la violencia física, psicológica e incluso la violencia sexual”, precisa Puescas. 

ESTIGMATIZAR LO DIFERENTE

Pese a los avances y modificaciones de la OMS y la APA a sus manuales, aún se encuentran conceptos como “incongruencia de género” y “disforia de género”, detalladas respectivamente, que podrían ser usados para la discriminación y estigmatización de las identidades trans y en general de la población LGBT. 

De acuerdo a Jessica Carhuas Gonzáles, psicóloga y especialista en temas de sexualidad y salud mental que forma parte del directorio de psicólogos de Más Igualdad, la «disforia de género» es definida como la “incomodidad o angustia que pueden sentir las personas cuya identidad de género difiere de su sexo asignado al nacer”. Por ejemplo, si nací con vulva, pero a nivel social me identifico con gustos masculinos y soy excluida por eso, la consecuencia que genera sería angustia e incomodidad.

Carhuas también agrega que la transexualidad y la «disforia de género» no son lo mismo. «No es que se quite este diagnóstico de los manuales de medicina y psiquiatría para poner lo otro, porque la transexualidad es una identidad de género. Lo que se toma en cuenta en los manuales es un malestar clínicamente significativo. Y no porque está mal la persona que tiene ese diagnóstico, sino es la sociedad que influye y determina cómo puede sentirse ser así», explica.

En ese sentido, Puescas coincide que estas afectaciones en las personas trans parten de un origen social y cultural, y no por su condición en sí. Las situaciones de estrés que experimentan son causadas por el estigma y temor de verse discriminados por la sociedad. Además, señala que mantener el concepto de «disforia de género» lleva a confundir y corre el riesgo de patologizar la diversidad. Es decir, de atribuir como un desorden, anormalidad o enfermedad a una característica humana que es una manifestación de la propia sexualidad de las personas y un elemento importante de la identidad. 

“Por un lado la despatologización significa quitar el trastorno de la esencia de la identidad de una persona, pero también supone situar la responsabilidad en la sociedad. Es importante también que tengamos en cuenta que la sociedad tiene una deuda con las personas LGBT y es muchas veces por ejemplo las situaciones de suicidio, que se dan como consecuencia del odio y la discriminación”, afirma.

Además, advierte que el debate sobre la «disforia de género», puso en discusión el acceso a las personas trans a medios clínicos y técnicos para la transición de sexo y a los programas de hormonización, así como otros derechos sanitarios y de salud pública. 

DEBATE POR LA DESPATOLOGIZACIÓN

Este tema despierta opiniones diferentes tanto de especialistas y activistas LGTB. Por una parte, quienes buscan garantizar las coberturas de salud con el argumento de un diagnóstico clínico; y otras que pugnan por la desclasificación y nuevas alternativas para que las personas trans no continúen siendo estigmatizadas ni afectadas en sus derechos fundamentales. 

Jordi Mas Grau, licenciado en Sociología y doctor en Antropología Social por la Universidad de Barcelona, desarrolla un artículo académico, donde analiza los debates y tensiones en los cambios del manual de la APA sobre transexualidad y el concepto de «disforia de género». En su texto, afirma que la libertad de expresión de las identidades de género, como de la identidad trans, deben ser concebidas “como un derecho fundamental, por lo que no puede estar sujeto a condicionamientos de índole clínica”. 

La activista y filósofa Judith Butler señala en su libro Deshacer el género que este debate pone a discusión la “autonomía trans”, es decir que las personas trans tengan la capacidad de elegir con libertad y no se vean condicionadas a un diagnóstico para conseguir el derecho a la asistencia financiera y costear tratamientos médicos. Butler también advierte que aunque pueden interpretarse diversas formas de diagnóstico, existen aquellas posiciones transfóbicas que instrumentalizan la patologización.

El psicólogo Puescas de Promsex cuestiona estos condicionamientos para el acceso a derechos en salud para la población trans. “Ningún abordaje patologizante debería ser utilizado para validar una identidad o validar la legitimidad de una intervención como la hormonización o cuestiones quirúrgicas. Ninguna persona debería ser considerada enferma para acceder a un proceso que por derecho debería cubrirse”, sostiene.

Es así que existen iniciativas ciudadanas a nivel internacional que luchan contra la patologización de las identidades trans. Es el caso de Stop Trans Pathologization, una red creada por activistas en 2009, que realizó una petición a la OMS para que se reconozca la atención sanitaria a las personas trans sin fundamentos basados en la enfermedad, como señala Mas Grau. 

A todo lo expuesto, de ninguna manera, la transexualidad así como la homosexualidad son trastornos mentales equiparables a la anorexia. Los manuales CIE-11 de la OMS o la DSM -5 de la APA, instituciones a nivel mundial de referencia en salud, no reconocen o validan esta afirmación. Además, la anorexia nerviosa, sí es un trastorno de la conducta alimentaria y está basado en un miedo patológico, según señala el propio manual MSD de APA.